Opinión
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PAN y Vox: derecha ¿extrema?
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ucho se escribió sobre la desagradable pero significativa visita del líder del partido español Vox. La junta en el Senado que le organizó la fracción del PAN no fue sólo de forma. Tampoco ha sido un gran error, como lo clasifican en demasía. En realidad responde a todo un entramado de apreciaciones y posturas que flotan y se agrandan entre concentrados sectores sociales. También coinciden y se arropan en muchas otras organizaciones, tanto empresariales como sindicales, universidades y medios de comunicación con sus conocidos adalides. Incluso tocan, lateralmente o de lleno a enteros gobiernos estatales y centros de estudios. Sin olvidar, tampoco, las intrincadas conexiones con sendos grupos de poder establecido: unos locales y otros de fuera.

Es, por tanto, necesario ir más al fondo de los significados que se revelan en esta unión sanguínea entre PAN y Vox. Es importante porque no es asunto nuevo ni pasajero. La historia de los que sostienen y divulgan posturas y pensamientos reaccionarios existen y trabajan sin descanso para conservar sus modos de vida y seguirlos imponiendo a los demás. Lo sucedido no es, por tanto, un simple escándalo ya rechazado por el mismo partido conservador y sus aparentes aliados actuales. Al contrario, se arraiga, con fuerza, entre sus bases, el recetario de sus creencias, ambiciones y dogmas. Recetario que bien se conoce y tiene sus puntos cruciales atados a visiones neoliberales, ya conocidas y esparcidas por casi todos lados. Pero que no está demás repetirlas para dejarlas expuestas a la crítica. Estos supuestos de base les sirven, una y otra vez, para denostar, continua y terminalmente, a un gobierno que pretende perfeccionar el democrático proceso salido del voto masivo y popular.

Las llamadas leyes del mercado se han llegado a postular como verdades evidentes, probadas en cualquiera de sus modalidades. Junto a estas leyes se adhieren varias libertades a conveniencia. Las de la propiedad privada como entorno, la de expresión sin restricciones o la de competencia que son, para empezar, algunas cruciales al pensamiento conservador. Se olvidan o, en todo caso se subordinan, ante tales decálogos, los derechos sociales. La justicia distributiva que limita al libre mercado o la solidaridad que le da sentido y legitimidad, tanto a la propiedad como a la competencia. Pero es también urgente mencionar la compañía y hasta prioridad de las acciones colectivas, donde la conveniencia del Estado y los intereses de las mayorías prevalecen sobre lo privado o individual. Tal como sostienen muchos de los guías de la derecha neoliberal, la misma democracia llega a concebirse como una anárquica amenaza al orden y el libre funcionamiento del mercado. Así, mediante este auspiciado modelo, queda instituido el proceso de acumulación desmedido que tantos males ha provocado en el mundo entero.

Es importante recordar todo el recetario anterior y contraponerlo, con la debida profundidad, a los valores que informan a la izquierda. Incluso sirven para todas aquellas actitudes que pretenden guiarse por principios que atienden al bienestar colectivo y no sólo al individualismo rapaz. Cobra entonces mayor empeño propugnar por continuar por una senda de modificaciones al pensamiento conservador. Sobre todo la que se guarece detrás de terribles y repetitivas sentencias que, constantemente, recibe tanto el gobierno como su Presidente. Es autoritario y un fanático del poder concentrado, predican. En sus mañaneras polariza sin piedad ni mesura, calumnia e insulta a sus críticos. Es, en fin, un autócrata de clóset Y esta perorata incesante se despliega sin recapacitar en su contraparte opositora, plagada de cotidianos insultos y denuestos. Lo cierto es que las respuestas a la crítica que se le hace a AMLO obedece a su afán de orientar a sus apoyadores y para neutralizar efectos nocivos para la convivencia. Se trata, qué duda, de contrarrestar el discurso concentrador y del retorno al orden establecido, con toda su corrupta tendencia y olvido de la mínima vida digna de las mayorías.

Predicar, como lo hace la oposición irreductible, es someter a la sociedad al control económico, cultural o político de un Estado, éste sí arbitrario. La prevención de disolver tan nocivos dictados y enunciados santurrones evitará, una vez más, a México, caer en el espíritu golpista que tanto ha afectado a numerosas naciones de este subcontinente.

Ir en busca de la OEA para incitar a su injerencia o traer a Vox para que reviva tontas ideas contra un inexistente peligro comunista es sólo parte de toda una manifestación de la derecha mexicana. Tendencia que se une con la de Latinoamérica y de otras poderosas naciones avanzadas. Por lo demás, Vox y sus líderes no son más que negociantes que vienen en pos de conquista y los panistas, como siempre subordinados, los ayudarán.