Opinión
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Primer laboratorio de filantropía
U

no de los momentos más agradables para un paseo por las callejuelas situadas entre el Sena y la plaza Maubert-Mutualité, barrio conocido familiarmente como la Maub, es el amanecer. El silencio reina al alba, tan temprana durante los largos días del verano. Puede escucharse el viento entre el frondoso ramaje de los árboles. Las boutiques aún no abren, las calles desiertas se despliegan invitadoras al paso del solitario caminante.

En ocasiones, tomo una de las estrechas y cortas calles que dan a Notre Dame para contemplar desde la orilla izquierda del Sena las torres de la catedral y, por ahora, desde el incendio, los andamios que la envuelven sin necesidad de discursos artificiales para justificar las provocadoras y fugaces modas de instalaciones tan efímeras como la que sufre actualmente el Arco del Triunfo en París. Por fortuna, Notre Dame no se halla envuelta más que por los andamios que la sostuvieron contra un posible desplome y donde siguen trabajando los artesanos que reconstruyen su parte alta.

En ocasiones, emprendo un pequeño rodeo por la calle de la Bûcherie, donde se sitúa un antiguo edificio llamado Hôtel de la Bûcherie, donde se instaló, en 1469, la Facultad de Medicina. Ahí se practicaron las primeras lecciones de anatomía sobre el cuerpo humano... y las primeras autopsias, entonces prohibidas por la Iglesia. No será sino en el siglo XVI cuando André Vésale explora, en forma oficial y pública, el cuerpo humano. En 1543, publica de humani corporis fabrica y es sólo entonces cuando la autopsia deja de ser prohibida. No hay que olvidar la persecución sufrida por Leonardo da Vinci por esta práctica.

Hoy subsisten algunos vestigios del siglo XV, pero es el asombroso Anfiteatro de Anatomía el que más llama la atención. Se construyó en 1745 para sustituir el antiguo anfiteatro de 1604. Se trata de una gran rotonda techada por un domo de 10 metros de diámetro. Sobre el frontón triangular pueden contemplarse los triglifos de animales esculpidos. Son reconocibles un gallo, una cigüeña, un pelícano y una salamandra, símbolos de la medicina. Es probable que Rembrandt haya pintado en este anfiteatro la admirable Lección de anatomía del doctor Tulp.

En 1775, a causa de las crecidas del Sena y las consecuentes inundaciones, la Facultad se vio obligada a mudarse a la calle Jean de Beauvais. Desde entonces, el edificio ha acogido diversas instituciones y varias restauraciones.

Hoy día, los mil 850 metros cuadrados de este inmueble histórico han sido enteramente reacondicionados gracias a la Compañía de Phalsbourg, al proyecto de las agencias de arquitectura Perrot & Richard, al diseño de Studio Ramy Fischler y al trabajo de los obreros especializados en la restauración de monumentos. Un concurso lanzado por la alcaldía de París, dentro del programa Reinventar París, tuvo 22 proyectos laureados, entre los cuales el de los mecenas y donadores en el dominio de la cultura, Karine y Philippe Journo: el Philanthro-Lab.

Esta apelación merece ser explicada. Como su nombre lo indica claramente, se trata de una asociación con fines filantrópicos. Concepto inédito, sin equivalencia en el mundo, tiene una doble misión fundadora: apoyar el florecimiento de la filantropía con la construcción de puentes entre creadores de proyectos, benévolos y mecenas, así como democratizar el reflejo del don y el compromiso entre el mayor número posible como un espacio de reflexión, de encuentros e intercambios.

Esta primera incubadora y laboratorio de filantropía en el mundo contribuirá al desarrollo de proyectos sin fines lucrativos. Vivero de la generosidad, virtud que beneficia también al donador que se engrandece, está abierto a todo el público. Desde el café de la terraza superior, puede admirarse Notre Dame y ver, ya solidificada la estructura, avanzar los trabajos de reconstrucción de sus techos, labor iniciada al fin el día de hoy.