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Marcela Lagarde y las claves feministas para la autoestima
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onocí a Marcela Lagarde en la segunda mitad de los años 60 del siglo pasado; la colega Beatriz Bueno la llamaba Elvira Ríos, al rememorar a una famosa cantante de boleros que tenía una voz grave y susurrante. En aquel tiempo en la Escuela Nacional de Antropología e Historia estábamos picados de una avispa marxista que nos hacía ver el futuro como algo no solamente deseable, sino muy próximo. Estábamos en los albores de un potente movimiento estudiantil.

Lo que llamaba la atención en Marcela no sólo era su inteligencia, sino también una sensibilidad muy desarrollada ante los problemas que padecían los trabajadores de México, en particular los pueblos originarios. Todavía como estudiante empezó a escribir textos en los que despuntaba una mentalidad exploradora de posibles soluciones a padecimientos de las poblaciones explotadas y oprimidas en nuestro país. Ya como profesionista se empeñó en generar controversias y en ellas no dejó de criticar a viejos indigenistas como el propio doctor Aguirre, Ricardo Pozas y varios más.

Pero había algo que inquietaba primordialmente a Marcela, y en esto tuvo importancia sustancial el movimiento estudiantil de 1968, en donde descubrió la protuberante presencia de conjuntos de mujeres activistas y luchadoras sociales; se percató de que no había que esperar el gran día en el que se impusiera la democracia auténtica o el socialismo radiante donde los problemas de cada uno de los grupos de Los Condenados de la Tierra podían solucionarse de inmediato. Pero en 1968 se dio cuenta del aquí y el ahora, del renacimiento de las mujeres como agentes de sus propias potencialidades: ¿Quién dice que en el interior de una simple ama de casa no existe una Juana de Arco en potencia?

El 20 de octubre de 2021 presentamos bajo el patrocinio de la Dirección de Etnología y Antropología Social del Instituto de Nacional de Antropología Social el más reciente libro de Marcela: Claves feministas para la autoestima de las mujeres, publicado por Siglo XXI Editores. Lo que llama la atención en el texto es que los secretos a los que se refiere distan mucho de emparentarse con los que recetan los libros de la llamada autoayuda que pululan en centros comerciales; el lamentablemente fenecido Carlos Monsiváis me informó que esos ejemplares se vendían prolijamente para ser consultados por personas en diferentes grados de desesperación y sólo ayudaban a adaptarse a un sistema social de forma adecuada e idónea. Pero esta marceliana antropóloga lo primero que proclama es que las mujeres son seres que han vivido para los otros y no para ellas mismas. Las mujeres tienen que realizar autodescubrimientos que potencien lo que no se les ha permitido desarrollar por la plaga milenaria del patriarcalismo. En contraposición a las tesis del estructuralismo, sostiene que lo personal es político, que la autoestima es un reconocimiento pleno de lo que se puede ser y debe ser, de transitar por los caminos de una trascendencia que ha sido negada.

Marcela sabe bien que los movimientos feministas son plurales, heterogéneos y diversos, pero eso no exime de comprender, ante todo, que las mujeres tienen una conformación como género y que existe un sustrato común cuya concientización hace brotar la sororidad; las mujeres pueden ser de distintas clases sociales, de grupos variopintos, de diferentes escalas generacionales y hasta de humores contrastantes, pero deben destacar su presencia como género y mostrar su creatividad y las manifestaciones decisivas de su presencia en el mundo. Recuerdo que Sofía Loren protagonizó una película llamada La dicha de ser mujer, pero en ella se exhibía lo que Marcela llama la incisión vital en estos tiempos tan vertiginosos y de cambio, donde lo tradicional se topa con lo moderno y su conjugación resulta contradictoria; hay un nuevo patriarcalismo que se pretende tolerante y respetuoso, pero cuya capacidad de autocrítica es todavía elemental, por lo cual no puede borrar todavía su identidad bochornosa. Resulta paradójico a veces que muchas mujeres contemporáneas todavía asuman parcialmente sus papeles de abnegadas y sumisas y a la vez rompan sus cadenas con no pocas dificultades.

Después de un desarrollo teórico notable, expone la creación y desarrollo de talleres para realizar la autoestima. Se puede discrepar o abrazar las tesis de esta colega, pero su lectura es indispensable para las mujeres de todos los órdenes existenciales. Sobre los papeles que tengamos los hombres en este proceso, el libro nos puede sugerir muchas ideas.

* Investigador de la Dirección de Etnología y Antropología Social