The Green New Deal de Jeremy Rifkin muestra que el mercado ya asumió la transición tecnológica al posfosilismo
e la COP26 en Glasgow llegan noticias contradictorias, como el rechazo de China, India y Rusia a firmar el acuerdo para la disminución de las emisiones de metano, mientras EU se ha convertido en líder de varios acuerdos, cambio radical desde la salida de EU, con Trump, del Acuerdo de París. Hace muy poco me enteré que Jeremy Rifkin (JR) escribió The Green New Deal (2019, hay edición en español) y lo he estado leyendo a marchas forzadas, con placer y asombro. He citado aquí muchas veces a JR, empezando con su impactante libro El fin del trabajo, que sistematiza la creciente automatización que preconiza un mundo en el cual el trabajo pagado ya no será la regla para la mayoría, y que yo he interpretado, yendo más allá, como signo de la llegada al límite objetivo del capitalismo, ligándolo con un pasaje de los Grundrisse de Marx. Después escribió La Tercera Revolución Industrial y La sociedad de coste marginal cero. Estos cuatro libros están íntimamente relacionados. JR es no sólo un pensador, sino también un hacedor. Es asesor de la Unión Europea, de China y de algunas ciudades de EU en materia de transición posfosilista. The Green New Deal está escrito desde adentro, como hacedor y desde fuera como observador en contraste con los textos (que he relatado en recientes entregas) de Naomi Klein y de Foster-Clark, que son sólo de observadores externos. De ahí mi asombro, puesto que JR se refiere a lo que empresas y gobiernos están pensando y haciendo, lo que a otros autores les resulta lejano. De ahí también el título de esta entrega. Las empresas se están desvinculando, narra JR, de la quema de combustibles fósiles, incluso algunas de la industria eléctrica. Lo mismo están haciendo algunos bancos y, más significativo políticamente, muchos fondos de pensiones controlados por el sector público. Las empresas eléctricas de Alemania, y de otras partes de la UE, señala JR, se están transformando en empresas gestoras de redes inteligentes de distribución de electricidad, que el autor llama Internet Digital de Energía Renovable, generada por miles de medianos y pequeños generadores. También China avanza rápido en la misma dirección, y EU está muy rezagado.
En México, la imagen que tenemos de las nuevas fuentes de energía es la de grandes parques de molinos de viento o de celdas voltaicas, instaladas y administradas por trasnacionales con las que el gobierno federal actual ha entrado en un conflicto cuya salida aún no se define. Leyendo a Rifkin se obtiene otra imagen de las nuevas fuentes: una importante participación de edificios, fábricas, casas, granjas, con pequeños generadores eólicos o solares cuyos excedentes venden a redes regionales (interconectadas) inteligentes administradas por una empresa pública o privada. Rifkin deja claro que esto no es posible con las redes actuales (no inteligentes) que tienen que modernizarse radicalmente. Esto hace entender la usual queja de la CFE que las nuevas energías desestabilizan el sistema de distribución por su carácter intermitente. De ahí el requerimiento de la inteligencia de la red de distribución que va midiendo en tiempo real lo que hace cada consumidor y cada generador y, mediante algoritmos decide cuánta energía generar de los grandes y medianos productores y cuánta almacenar. Esto no se puede hacer con la red no inteligente de la CFE. Una vez que la humanidad transite a cero vehículos de combustión interna, la electricidad será casi la única forma de energía. De ahí su creciente importancia. El autor narra también el auge del gas natural como fuente flexible (y con menos emisiones de CO₂ que otros combustibles) de generación eléctrica asociada a la intermitencia de las nuevas fuentes y a la demanda desigual de electricidad por estaciones y horas del día. Explica que el argumento de algunas empresas eléctricas que las plantas de gas natural son necesarias para enfrentar las fluctuaciones de la oferta de las nuevas fuentes, se viene abajo no sólo porque el gas contribuye al cambio climático, sino por el abaratamiento de las baterías y de las celdas de combustible (hidrógeno) para almacenar energía. “No se va a rebasar la línea roja del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, señala JR, porque se hayan establecido metas obligatorias de reducción de emisiones de CO₂, porque no ha sido así, sino porque el mercado ya ha determinado el resultado del proceso, con las tecnologías solar y eólica bajando su costo en una curva empinada y el costo decreciente del almacenamiento en baterías”. Según JR ya son competitivas e incluso más baratas las energías solar y eólica que las fósiles. Ello fue favorecido, relata, por las decisiones de la UE que “estimularon la mayor eficiencia del desempeño de las energías limpias al fijar metas obligatorias legales hace una década y al subsidiar las tarifas a los vendedores de electricidad limpia a la red, que estimularon su adopción temprana. Después siguió China, cuyas empresas introdujeron innovaciones adicionales que bajaron aún más los costos. China eclipsó pronto a la UE, convirtiéndose en el líder mundial de uso y exportación de tecnología solar y eólica barata. (p. 119).
Rifkin escribió en 1978 con Randy Barber The North Will Rise Again: Pensions, Politics, and Power in the 1980’s, libro en el cual plantearon que los trabajadores deberían controlar directamente sus propios fondos de pensiones y no seguir permitiendo que fueran usados contra ellos mismos. Esto se relaciona con el hecho que el capital acumulado en fondos de pensiones era ya, en 1978, de medio billón de dólares, que los autores consideran era el conjunto de capital privado más grande del mundo. En EU poseían 20-25 por ciento del capital accionario de las corporaciones y 40 por ciento de los bonos. Quién controla este gigantesco fondo (que en 2020 sólo en los países de la OCDE, es de 34.2 billones, equivalentes a 63.5 por ciento del PIB de dichos países) es una pregunta fundamental. ¿Cómo se están usando en relación con el cambio climático es igualmente importante? JR cuenta que los fondos públicos de pensiones de ciudades, estados y naciones están tomando el liderazgo para controlar y dirigir sus enormes inversiones en la descarbonización de sus economías. Un movimiento global ha echado raíces: gobiernos y sindicatos de empleados públicos han empezado a desvincular sus fondos de pensiones públicas de los combustibles fósiles e industrias relacionadas y reinvertir esos fondos en energías renovables, tecnologías verdes e iniciativas de eficiencia energética
. Hoy, señalan, 150 ciudades y regiones en todos los continentes han dado pasos para desvincular sus fondos de pensiones de los combustibles fósiles y reinvertir en las energías renovables, los vehículos eléctricos y modernizaciones de edificios que constituyen la infraestructura de la Tercera Revolución Industrial”. En 2018, el alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, señaló que su ciudad, defendiendo a las futuras generaciones está llevando la batalla contra el cambio climático directamente a las corporaciones de combustibles fósiles que conocían sus efectos e intencionalmente desorientaron al público para proteger sus ganancias
. (pp. 154-55). Algo similar se ha hecho en el Reino Unido con las pensiones públicas. ¿Y en México?