l presidente Biden llamó a una reflexión sobre los peligros y retos de la democracia en el mundo, para lo cual organizó una cumbre con la participación de más de 100 naciones.
De entrada, la cumbre fue criticada desde diferentes flancos, para la revista The Economist, la cumbre para la democracia no es democrática del todo
, mientras Politico señaló que la cumbre es una idea equivocada; The Washington Post alega que en la cumbre participan países a los que es difícil considerar como democracias; CNN da cuenta de los ataques de Rusia y China a la “supuesta democracia de Estados Unidos, etcétera, etcétera. Pero tal vez uno de los comentarios más frecuentes y agudos dentro y fuera de Estados Unidos es la situación del país que organiza la cumbre cuando su propia democracia pasa por una coyuntura cuyo desenlace es difícil de pronosticar, pero que podría derivar en un fuerte golpe para su sistema democrático.
El comentario acierta cuando da cuenta de la ola de eventos que, de entrada, ponen en duda el desenlace de las próximas elecciones y con ello el futuro de la democracia. Uno de los más alarmantes vaticinios se presenta en la revista The Atlantic, donde el escritor Barton Gellman advierte que los sucesos del 6 de enero, cuando una turba invadió el Congreso para subvertir los resultados de la elección pasada, podría repetirse en 2024. Con ese fin, Trump actúa en coordinación con sus más fervientes seguidores dentro y fuera del Partido Republicano, incluidos congresistas y funcionarios de diversos niveles en los estados que gobierna ese partido. Pone como ejemplo la puesta en marcha de los mecanismos para destituir a los funcionarios electorales que se negaron a seguir las instrucciones de Trump y cumplieron con su deber al certificar la elección en favor de Biden. La subversión se concretaría en aquellos estados en los que, de ganar un candidato opositor a Trump, sería declarado perdedor por los funcionarios electorales afines al candidato republicano, que supuestamente sería Trump. Los congresos de mayoría republicana contarán solamente a los electores favorables al candidato republicano. ¿Cómo hacerlo? Arbitrariamente lo decidirían las legislaturas estatales, donde los republicanos son mayoría. El artículo de Gellman da cuenta de lo que el autor intitula como El siguiente golpe de Trump ya se inició
y pone en blanco y negro algo que muchos ya sospechaban en torno a la peligrosa insidia e irresponsabilidad de Trump y el séquito de ultranacionalistas y racistas que lo apoya.
Si la elección de 2024 marca la defunción de la democracia estadunidense, o no, se inscribe en la posibilidad de coartar las intenciones de los republicanos, con Trump al frente, en una reacción de los propios dirigentes del partido para detener esa ignominiosa estrategia. Lo que se ve muy difícil, según advierten diversos observadores, debido a que en el Partido Republicano hasta ahora no hay una figura con la suficiente visibilidad que esté en posibilidad de cerrarle el paso. Otra posibilidad de evitar el desaguisado es que los demócratas dejen atrás sus desacuerdos y presionen para que se apruebe la propuesta de la reforma política encaminada a defender el derecho del voto. En dicha propuesta de ley, se establecen los mecanismos para asegurar un proceso limpio en las elecciones. Lo menos deseable, a lo que también aluden algunos observadores políticos, es una revuelta civil.
Tal vez uno de los resultados de la Cumbre por la Democracia es que ya se han empezado a ventilar los graves problemas que enfrenta el país, que alguna vez se autopostuló como ejemplo de lo que deben ser los procesos democráticos. Los principios que los sustentan se perdieron en el camino, no sólo en Estados Unidos, sino también en otras naciones, debido al evidente descuido en la atención a las causas de la mayoría de la población que ha privilegiado a sus élites, cualquiera que éstas sean.