e acuerdo con la información más reciente dada a conocer por las autoridades sanitarias, la semana epidemiológica 46, la más reciente, cerró con un incremento de 10 por ciento en el número de enfermos de Covid-19 en comparación con la semana anterior, cuando presentaba aún una tendencia a la baja, si bien el porcentaje de ocupación de camas de cuidados intensivos y con ventilador prácticamente no experimentó cambios. Puede ser que se trate de un repunte aislado y poco significativo, pero también es posible que sea el inicio de una cuarta ola de la epidemia en nuestro país, un fenómeno que, a juzgar por lo ocurrido en otras naciones, será prácticamente inevitable.
Como se recordará, la intensificación de los contagios tuvo un primer pico en el verano del año pasado, un segundo en enero del presente año y una tercera cresta hace cuatro meses. Actualmente la condición inmunológica colectiva ha cambiado sustancialmente con respecto al que se tenía al inicio de la pandemia, tanto por el efecto de la campaña nacional de vacunación –que ronda 90 por ciento de la población adulta y 60 por ciento de la población en general– como por los más de 3 millones de personas recuperadas. Por lo demás, esta semana arrancará la aplicación de una tercera dosis a adultos mayores y se avanza en la inoculación de menores entre 12 y 17 años.
En este panorama, hay dos variables que dificultan la proyección del comportamiento de la pandemia en México: por una parte, la llegada de la nueva variante del coronavirus, ómicron, que se expande rápidamente en Europa y África, una mutación de la que se sabe poco y que aún debe ser plenamente estudiada; por la otra, la incertidumbre sobre el lapso de efectividad de las vacunas aplicadas, las cuales podrían perder paulatinamente su capacidad de protección. El desarrollo de certezas científicas sobre estos dos nuevos factores tomará tiempo y sería tan desaconsejable descartarlos en tanto que son factores adicionales de peligro, como pasar de la incertidumbre al alarmismo.
A la luz de lo ocurrido en otras latitudes, lo que parece más probable es que una nueva intensificación de los contagios habrá de centrarse en las personas no vacunadas, y con mayor intensidad, en los adultos que no han recibido ninguna de las fórmulas existentes. Y por más que se trate de una minoría poblacional, con ella bastaría para generar un riesgo de saturación del sistema hospitalario.
En tales circunstancias, es necesario que la población se mantenga informada y observe la máxima disciplina posible en la aplicación de las medidas sanitarias recomendadas desde el principio de la pandemia, empezando por la sana distancia y el lavado frecuente de manos, así como el uso de cubrebocas. De esta manera será posible sortear con el menor daño social posible lo que parece difícilmente evitable, aunque no se pueda determinar el momento en que ocurrirá: una cuarta intensificación de los contagios de Covid-19.