Acaso ofrenda
scribo, como de costumbre, en lunes (es decir, anteayer), aun sin asimilar las muertes (demasiadas) de algunos colegas, periodistas culturales y del ámbito de las letras. Limitándonos a éste, de las de Víctor Chi y Gerardo de la Torre ya se ha ocupado nuestra sección. Edna Aponte (hallo muy apreciable esta apreciación suya, de Escritura invisible: Un poema te traza un código emocional en instantes, y esa sensación crea una acción que generosa se despliega en la realidad
) partió el sábado y dos días después Eduardo Cerecedo, de los mencionados o aludidos el único a quien –poquísimo– traté y del cual hoy nos ocupamos.
Ha dicho Armando Oviedo que en Trópicos (2015), antología del veracruzano, hay palabras de construcción, redención y destrucción; festejos y dejos de un poeta que nombra la ruina, pero también el amor; revelación de lo que se destruye y redención de lo que se construye, y vida en la naturaleza y naturaleza como religión.
Antes observa: “Como quien nace, como quien vuelve de un largo viaje, como quien amariza a solas, Cerecedo viene del mar, de un mar profundo como la noche y el verso corto, sentencioso, camina detrás de una voz, se coloca delante de un ‘eco de agua’. Después de este viaje se hace necesario retozar y reposar en la ciénaga, sobre el río, entre los naranjales, frente al alba [...], descansando los ojos llenos de mar en una higuera...”
Un paseíto casi telegráfico por su lirismo:
Los voladores : los cuatro puntos / cardinales | sangran. / los voladores de Tenixtepec // anuncian su vuelo. De El mar: el mar ha bramado desde la madrugada / y mi madre despierta, en vela quema / palma bendita frente a la imagen de los santos / donde la veladora como una torre nos protege / del mal tiempo. Un verso que es una totalidad: lleva el río buscando la orilla lo que vacía de nuevo el relámpago. Líneas primeras de Entra el verdor: la luna nace entre las hierbas, / mojada va saliendo / por las copas de mangle... La imagen central de Luz de mar: tirado en la infancia / busco las iguanas verdes / para apedrearlas en los árboles de mango criollo. En La oveja (despidámonos) dice el de Tecolutla que ... la oveja lleva en sus patas / un desfiladero. / Que cada que vuelve la cabeza / hacia atrás / la pone en jaque. /... el vértigo despliega / su interior, / se sabe ofrenda / que ha de nutrir el fuego.