n sus más de 10 mil kilómetros de litorales y 1.2 millones de hectáreas de cuerpos acuáticos costeros, nuestro país tiene incalculables recursos de importancia internacional. Baste citar los principales ecosistemas allí presentes: bosques de manglar, pantanos, estuarios, zonas inundables, playas, ensenadas, bahías, arrecifes coralinos, bancos de pastos marinos, lagunas costeras. Todos situados principalmente en latitudes de clima subtropical y tropical. Mas para los ecosistemas mencionados se carece de información adecuada y suficiente para comprender su comportamiento ecológico, hidrológico y su potencial productivo. Sólo en las últimas décadas la generación de conocimientos sobre ellos ha sido importante y decisiva.
Por ejemplo, en 1988 el Centro de Ecodesarrollo (Cecodes) publicó el primer Atlas sobre el Caribe y el Golfo de México. Fue un paso inicial en la tarea de lograr un criterio uniforme sobre la ubicación de áreas críticas en esa región. Para ello reunió la información básica a fin de establecer el grado de vulnerabilidad de ciertos ecosistemas ante la contaminación y pérdida de la riqueza biótica. Igualmente describió los recursos disponibles para enfrentar un problema de tal índole en el futuro.
En la integración de los materiales de ese atlas colaboraron quienes llevaban años estudiando los problemas más sobresalientes que afectan al Golfo y al Caribe de México. Como los doctores Mónica Herzig y Alfonso Vázquez Botello, los maestros Francisco Contreras, Susana Villanueva y Lorenzo Manuel Bozadas. De ellos el Centro de Ecodesarrollo publicó importantes trabajos sobre los recursos naturales, la contaminación y la utilización racional de las áreas costeras. El más sobresaliente fue el del doctor Alejandro Toledo Ocampo, sobre el corredor industrial Coatzacoalcos-Minatitlán-Cosoleacaque-Cangrejera. En 1988 era la región más contaminada del país. Hoy lo sigue siendo y por eso no pierden vigencia los principales planteamientos y datos reunidos en él. Fueron una llamada de alerta para hacer las cosas distintas en esa parte del país. No la escucharon las instancias oficiales.
A más de 30 años de ese aporte científico, otro grupo de investigadores elaboró un atlas muchísimo más completo y actualizado exclusivamente sobre el Golfo de México. Es fruto de la colaboración de reconocidas instituciones científicas y el apoyo financiero de varias del Estado. Desconocía la existencia del nuevo atlas. El doctor Horacio de la Cueva, del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (Cicese), me describió su importancia y me envió los 11 tomos que lo integran.
Luego de leerlos, no tuve duda de la necesidad de publicar algunos de los trabajos incluidos en él y que pueden consultarse en https://ecologica.jornada.com.mx/. También para que los lectores supieran que los documentos reunidos en los 11 tomos del atlas pueden disfrutarlos gratuitamente en https://atlascigom.cicese.mx/, especialmente los funcionarios, que suelen tomar medidas absurdas que atentan contra la riqueza del mar y los ecosistemas costeros.
No exagero cuando afirmo lo anterior, pues en México prácticamente no existe una política dirigida al uso y manejo de dichos recursos. La gravedad de este hecho sobresale todavía más si se sabe que una nación que dispone de litorales, aumenta sus posibilidades y alternativas para su desarrollo. En el mundo existen suficientes y aleccionadores ejemplos que muestran cómo la falta de planeación correcta, la sobrexplotación de recursos, la carencia de información, el crecer a toda costa y en función del corto plazo, causaron el deterioro y la pérdida de importantes bienes naturales que, de haberse utilizado correctamente, serían hoy fuente de alimentos y empleo en beneficio de amplios sectores de la sociedad y de las generaciones futuras.
Suele criticarse el quehacer de las universidades y centros de investigación públicos, que padecen hoy problemas financieros. Es verdad, ha habido y hay grupos de poder, salarios privilegiados para directivos, corrupción, como la estafa maestra. Pero son la excepción. Trabajos como el atlas referido, y muchas otras investigaciones, muestran la urgencia de apoyar decidamente la ciencia y la tecnología. Para lograr, junto con la independencia en alimentos y energía, la soberanía nacional.