Domingo 17 de abril de 2022, p. 13
Cuando el miedo a ser asesinado pudo más que la capacidad de esconderse, Fredy supo que era el momento de huir. Sin tener dinero ni para comer, decidió escapar de su natal Guatemala junto con su esposa y sus hijas, como parte de un viaje incierto que comenzó hace medio año y lo llevó a pedir refugio en México.
Aunque ahora se encuentra lejos de sus agresores, el temor lo acompaña desde hace muchos años. Ha aprendido a sonreír y fingir que no pasa nada, pero la huella del miedo sigue ahí, dice.
Fredy es uno de los usuarios del Centro de Atención Integral (CAI) que la organización humanitaria México Sin Fronteras (MSF) tiene en la Ciudad de México, el único lugar especializado en América Latina para atender a las víctimas de tortura y violencia extrema.
Llegué apenas en enero. Somos una familia de cuatro personas y salimos por el miedo a perder nuestras vidas, porque ya había amenazas de muerte y nos habían matado a mis suegros y a otras dos personas. Fue ahí cuando dijimos que ya era mucho y que teníamos que salir
, recuerda el hombre durante un recorrido de La Jornada por las instalaciones del CAI.
Ante la posibilidad de ser identificado por integrantes del cártel de Sinaloa en Guatemala, Fredy cambió varias veces de trabajo y de domicilio, además de mantener a su familia prácticamente encerrada.
El temor de la familia no era gratuito, sobre todo porque a Fredy le tocó ver cómo sus suegros y su cuñado fueron asesinados con armas de grueso calibre.
Diego Falcón, sicólogo encargado de la difusión de las actividades del CAI, explica en entrevista que las instalaciones de este centro funcionan desde julio de 2017. Aunque en su primer año operó como un albergue donde los usuarios podían dormir, en la actualidad sólo opera como una casa de día donde permanecen de las 8 a las 17 horas, aunque con supervisión constante en caso de emergencias.
Aquí atendemos a víctimas de violencia extrema y tortura que traen sintomatologías muy agudas. De repente pueden tener ataques o brotes sicóticos en los que se pueden autolesionar o intentar suicidarse
, por lo que es necesario que muchos de los salones, pasillos o cuartos del lugar estén enrejados, señala el especialista.
Aunque muchos migrantes sufren de lesiones físicas, “desde 2015 empezamos a notar un cambio en el modus operandi de la violencia contra ellos: causarles la mayor cantidad de dolor sicológico sin dejar rastros”, lo cual les deja secuelas graves de estrés postraumático y daños emocionales súper fuertes
.
En el periodo de entre tres y cinco meses que los usuarios son recibidos en el CAI, indicó Falcón, MSF los ayuda con terapias biosicosociales
, que les permiten estabilizarse y dejar de tomar medicamentos, tener la capacidad de tener un trabajo, hacer un plan de vida, llevar a sus hijos a la escuela, enamorarse o irse
.