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La música como alquimia
T

om Service (1976) es un escritor, periodista y presentador de radio y televisión inglés especializado en música, materia que estudió formalmente. A lo largo de su trayectoria como divulgador, Service ha puesto ojos y oídos con especial énfasis en el fascinante fenómeno de la música orquestal, explorando de manera particular los elusivos elementos que perfilan la relación de cada director con su respectiva orquesta. En el año 2012, el escritor británico dio forma a sus especulaciones sobre el tema publicando en la editorial Faber & Faber un interesante libro titulado Music as Alchemy (La música como alquimia).

Después de una declaración de principios en la que reconoce haber sido tocado, enganchado, fulminado, por sus primeras experiencias como melómano (¿a cuántos no nos ha sucedido?), el autor procede a explorar seis binomios director-orquesta con quienes tuvo la oportunidad de convivir de cerca y con intensidad. El resultado es un libro atractivo y ameno que inicia explorando, a manera de pregunta retórica, qué es, qué hace, qué logra (o no) un director al frente de una orquesta, y si el trabajo de la dirección orquestal es una labor que está al servicio de la música o del ego del director en turno. Y luego, la pregunta medular: ¿es la dirección orquestal un mero asunto de teoría y técnica, o hay en ello algo de magia y alquimia?

Lo esencial de La música como alquimia está dedicado a una selección eurocéntrica de directores y orquestas: Valery Gergiev y la Sinfónica de Londres, Simon Rattle y la Filarmónica de Berlín, Mariss Jansons y la Orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam, Claudio Abbado y la Orquesta Festival de Lucerna, Jonathan Nott y la Sinfónica de Bamberg, Iván Fischer y la Orquesta Festival de Budapest. Las reflexiones y puntos de vista del autor están enriquecidos notablemente con testimonios de primera mano de los directores, de los músicos de esas orquestas y de otros personajes periféricos, pero no menos importantes en el trabajo musical cotidiano.

Quien lea el libro de Service notará de inmediato que el énfasis primordial del texto está en los ensayos, las técnicas de ensayo, los estilos de ensayo, la utilidad diversa de los ensayos; este enfoque parte de una analogía en la que, para el autor, el ensayo es el proceso de cocinar el pastel, y el concierto es la presentación del pastel terminado. A través de las páginas, el lector melómano tiene la oportunidad de acercarse a esa diversidad de estilos de ensayar y dirigir, así como a las percepciones del autor sobre los resultados de esos pasteles sonoros a los que se refiere. Uno de los atractivos esenciales de La música como alquimia es el hecho de que Tom Service se preocupa y se ocupa de describir los entornos, las ciudades, las salas de ensayo y de concierto, en los que ocurren las labores musicales que reseña. Lo central del asunto, sin embargo, es lo que cada director aporta con sus testimonios y su trabajo musical cotidiano, Así, la insistencia de Jonathan Nott en dirigir la música de memoria; así, la vocación de Simon Rattle por las programaciones innovadoras, que inició desde su primer concierto con la filarmónica berlinesa; así, los contrastes que existen entre las orquestas estables y las orquestas estacionales, como las que dirigen Fischer y Abbado; así, el intenso y comprometido trabajo de Abbado con orquestas juveniles de todo el mundo. Y si bien el centro de atención es la música misma, Tom Service alude también a asuntos administrativos, logísticos y de gestión (o autogestión) de las orquestas mencionadas.

La lectura atenta de La música como alquimia llevará a descubrir que, si bien los ensayos y conciertos aquí aludidos son variados y de amplio espectro en su repertorio, el autor muestra una especial predilección por la música de Gustav Mahler, que aparece como un sutil leitmotiv a lo largo del texto. De ahí, su potente narración del final de una Novena de Mahler dirigida por Claudio Abbado, que se convierte en un intenso, casi sagrado, acto poético, sobre todo por el valor supremo que el gran director italiano daba al silencio. ¿Aprenderemos nosotros, algún día, a valorarlo también?