a cruzada inquisitiva de Joseph McCarthy en el siglo XX es, tristemente, un legado vigente en las derechas. Ello porque el macartismo, como dijo Richard Hofstadter, más que ideología es un estilo político paranoico; donde el objetivo –no democrático– no es confrontar adversarios con ideas, sino anularlos. La sombra de McCarthy, como expone en una gran investigación reciente Larry Tye, persiste en demagogos como Trump, que mediante bullying político exacerban amenazas imaginarias.
Grosso modo, el macartismo resalta por dos elementos: una teoría de la infiltración para interpretar la realidad, donde los rivales políticos obedecen, como agentes infiltrados, a alguna amenaza externa expansiva, y una estrategia de asociación forzada para tratar de revelar tal infiltración. El acoso de McCarthy no fue original (se parecía a movimientos antimasónicos religiosos del siglo XIX), pero sí implicó un repunte, en el albor de la guerra fría, en la estrategia paranoica contra la amenaza comunista rusa
.
Ese estilo sería uno de los articuladores ideológicos de muchas derechas en América Latina. Paradoja histórica: mientras en 1954 en Estados Unidos McCarthy caía de la gracia del presidente Eisenhower por inventar que había comunistas en el Ejército
, su gobierno usó ese año una falsa alerta de comunismo para inaugurar la peor etapa golpista en Latinoamérica, al justificar con ella el derrocamiento de Árbenz en Guatemala.
Poco después, la revolución cubana en 1959 sería un parteaguas: la reacción conservadora de élites locales del subcontinente y la política exterior de Estados Unidos –operadora o acompañante– ahondaron el golpismo; impulsaron la Doctrina de la Seguridad Nacional –consistente en el empleo del ejército en la búsqueda anticomunista de enemigos internos coludidos con externos
– y la implantación de una contrainsurgencia inédita en la región. Los resultados resaltan: en realidad, el enemigo comunista
en Latinoamérica fue marginal, pero exagerar su amenaza justificó la exclusión de varias izquierdas locales, a las que se asociaba, como haría McCarthy, a la URSS o Cuba. Tras la monstruosa experiencia de las dictaduras militares, sobre todo la de Pinochet, el anticomunismo perdió fuerza como insumo ideológico. Pero el estilo macartista nunca se fue de las derechas.
En México, en marzo de 2006 el diputado panista Rodrigo Cortés pidió investigar vínculos del castro-chavismo-comunismo con AMLO, basado en especulaciones y hechos fortuitos. La anécdota, sin embargo, fue insumo para la campaña más cara de propaganda sucia en una contienda presidencial hasta entonces. Pese a que la investigación reveló la inexistencia de ese vínculo, hoy ese mito persiste en las derechas, no sólo marginales como Frena, sino otras dentro del PAN. En 2018 se acusó que Putin intervendría en favor de AMLO en la elección. El argumento era macartismo puro e iba más o menos así: AMLO propuso para su gabinete a la doctora Irma Sandoval; Sandoval es compañera de John Ackerman; Ackerman es colaborador de Russia Today; Russia Today es parte del aparato de información de Putin; ergo, Putin está detrás de AMLO (!). En cierta derecha mexicana esas irracionalidades y hechos inconexos derivan en pruebas
de grandes amenazas internacionales… que no se cumplen.
Algo así pasa con la llegada de 500 médicos especialistas cubanos a México, a quienes se les vierten acusaciones o de suplantación ilegal o de agentes ideológicos. Su presencia no implica amenaza alguna; ni laboral (pues su número representa una presencia de 0.00000417 médicos cubanos por cada ciudadano mexicano) ni ideológica (si suponemos que cada uno de esos 500 debería adoctrinar
a 240 mil mexicanos para cubrir el país). Pero el argumento central es otro: desde hace medio siglo las misiones de médicos cubanos han tenido presencia en 59 países en el mundo. Apenas en pandemia, colaboraron en 15 países. ¿Se sabe de alguno donde haya triunfado una revuelta comunista instada por ellos, o que hayan desplazado para siempre a médicos locales?
En México hay médicos generales con pocas alternativas y carencias añejas en instalaciones e insumos sanitarios. Pero también es cierto que los médicos especialistas se concentran en zonas urbanas y que los 500 galenos cubanos irán a otras regiones. La demanda de subsanar las carencias históricas en hospitales y abrir oportunidad a médicos mexicanos es legítima, pero no es excluyente con aceptar una acción valiosa, como la colaboración temporal de profesionales de un país preeminente en el área.
Quien se oponga a ello debe considerar lo siguiente: creer que 500 médicos extranjeros quitan trabajo a mexicanos
, es reproducir un guion similar al de Trump. Si, peor aún, la queja es que vienen a sembrar ideologías
, ello reproduce prejuicios destructivos del macartismo y ratifica una tesis: la idea de que las creencias conspirativas
son el motor de las mentes reaccionarias.
*Académico de la Universidad de Hradec Králové, República Checa. Autor del libro Las raíces del Movimiento Regeneración Nacional