n México, la formación de profesionistas y científicos está cada vez más vinculada a la pertenencia a una clase social, sobre todo en medicina. Pero es así porque en 2000, los rectores (en la Anuies) abrazaron la política oficial, neoliberal y restrictiva, y dos décadas después ya es claro que cometieron un grave error. Se alentó que la matrícula de las autónomas continuara en caída libre y ésta hoy ya ha dejado de ser la más importante del país. En los años 90 tenía cerca de la mitad de la matrícula de educación superior de toda la nación, pero en 2020 sólo una tercera parte. Y ahora está a punto de ser superada por el crecimiento de la educación privada (que pasó de 12 a 30 por ciento). Se aceptó también que el examen estandarizado de opción múltiple se convirtiera en un criterio de calidad de los aspirantes. Y lo cobijaron los titulares de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Instituto Politécnico Nacional (IPN) y otras, a sabiendas de que ese dispositivo tenía un importante sesgo estructural: en esos exámenes la tendencia es que los aspirantes que vienen de hogares de madre y padre con educación superior y con buenos ingresos sean los que obtienen los más altos puntajes. Este fenómeno, detectado por estudiantes y profesores críticos, fue reconocido por la mismo Ceneval: “en términos generales, a mayor ingreso familiar se obtiene un mayor porcentaje de aciertos…” (Ceneval, 1995, Informe de Resultados 1994: 29). Y, después “quisiéramos destacar el peso que tienen en el desempeño de los estudiantes dos variables: a) el nivel de ingreso familiar y b) el nivel de escolaridad de los padres. Pues, agrega el Ceneval, se encuentra una relación directamente proporcional: a mayor ingreso familiar, así como a mayor nivel de estudios de los padres, mejor desempeño en el examen
(Ceneval, 1997, Informe de Resultados 1996-1997:18). Y lo mismo se encontró en 2000. Queda claro entonces que más allá del esfuerzo y la preparación de los aspirantes, éstos se topan con la tendencia del examen a dar preferencia al ya descrito tipo de aspirante. Como toda tendencia, con excepciones. Y esto no ha cambiado con el tiempo ni con la institución. En la UAM, en 2021, el examen que diagnostica la capacidad del estudiante usualmente declara aptos a 42 por ciento de los de educación privada, pero sólo a 12 por ciento de la pública, como ColBach (que conforma la mayoría de aspirantes). Y hay otro problema: año tras año se aumenta el nivel mínimo de aciertos necesario para ingresar. Así, en Medicina de la UNAM-CU, en 2004 el mínimo eran 80 aciertos (de 120 preguntas), pero en 2021 ya son 111 aciertos y aunque se duplica la demanda no cambia el número de lugares (apenas 176 o 206) (https://cutt.ly/JJwbbiH y https://cutt.ly/rJwbUCc).
Es una competencia que evidentemente requiere mucho estudio y esfuerzo, pero –como en el tenis– con 111 aciertos se está dentro de un círculo muy selecto. Todavía en 2004 con 80 aciertos y 3 mil 50 aspirantes la carrera estaba abierta a los estudiantes del sur del país y de la periferia de la Ciudad de México, y era más fácil superar la desventaja de clase social. Hoy es más difícil con 111 aciertos como requisito, 12 mil 399 aspirantes y sólo 176 lugares disponibles. Y es una tendencia generalizada: ingresar a la prepa 1 de la UNAM en 2002 requería 74 aciertos (de 128 preguntas), pero en 2021 es de 102 aciertos.
Queda claro que una vez que se aceptó calladamente la restricción en las autónomas el examen es sumamente útil para la tranquilidad de rectores que no desean un movimiento masivo a sus puertas, pero también, para acentuar el carácter crecientemente elitista de la educación superior autónoma. Y es paradójico que en un momento de declinación de la educación autónoma, en la UNAM, UAM, IPN y otras se insista, como los músicos del Titanic, en seguir aplicando la solución elitista y de excelencia, como mejorar en indicadores irrelevantes frente a la crisis: acreditar carreras, aumentar el número de académicos del SNI, de publicaciones y convenios con la industria. Y se explica por qué entre los jóvenes médicos –que viven a una distancia galáctica de las pequeñas ciudades y comunidades y rancherías– ha aparecido resistencia. No es su culpa, fueron escogidos por ser quienes eran. La responsabilidad es de quienes mantienen dispositivos clasistas y arman así esta frontera excluyente. Un dispositivo distinto, que logre que las universidades sirvan a todos, pero que den preferencia a las y los jóvenes del otro México, es perfectamente posible porque hoy, sin problema alguno, se convoca a todos, pero se da clara preferencia a las clases medias altas. Hay que discutir cómo cambiar y cómo contribuir a que dejen de ser conservadoras y de derecha, como las reconoce el Presidente. Él tiene facultades para escuchar y proponer modificaciones y normas que hagan que la autonomía signifique la apertura a todo México.
* UAM-X