Eso hace la diferencia, señala Jorge Cantú
Ni tecnología ni sabermetría miden el corazón y la pasión del beisbolista
Martes 31 de mayo de 2022, p. a12
El beisbol es un deporte de fracasos. Parece una sentencia terrible, pero cuando la explica el veterano pelotero, Jorge Cantú, cobra todo sentido. Un profesional al bateo golpeará la pelota en una proporción ínfima comparada con los intentos fallidos. Las probabilidades de fracasar en cada salida al plato son enormes.
El beisbol es un deporte de fracaso porque, hablando sólo de bateo, uno conecta tres imparables en diez turnos, y ese en el caso de un buen jugador
, explica Cantú.
Al hablar de lanzadores, tan sólo el fin de semana pasado en Diablos Rojos, los abridores sufrieron jonrones y carreras en la primera entrada que pusieron en duda el trabajo en el montículo. Tal como dice, es un deporte que administra el riesgo al fracaso.
Jorge Cantú habla con la experiencia de más de dos décadas como profesional. Es un infielder de 40 años templado en los turnos al bateo. Hace un año se convirtió en el primer mexicano en conseguir cien jonrones tanto en Grandes Ligas como en Liga Mexicana. El tamaulipeco pasó por cinco equipos de la Gran Carpa y jugó una Serie Mundial con los Rangers de Texas.
Ahora con la franela de los Diablos Rojos del México, Cantú juega la última temporada de su carrera. Decidió retirarse en plenitud. Ante sus ojos ha transcurrido la evolución del juego, la importancia cada vez mayor de la tecnología en este deporte, una aportación que El Bronco, como le apodan, considera ha mejorado el espectáculo.
“Hoy tenemos análisis de mucha información (scouting), reporte de todos los lanzadores y de bateadores rivales. Además, en México, han llegado muchos peloteros de otros países que mejoran el nivel y hacen el beisbol más atractivo, me encanta ser testigo de esta evolución”, expone.
Algunos viejos peloteros critican el uso excesivo de la tecnología en detrimento de los instintos y la memoria de los jugadores. Condiciones que eran insobornables para un beisbolista de antaño.
“Entiendo esa posición. En mi caso, por ejemplo, cuando juego veo la información, el scouteo de los pítchers rivales, las tendencias y porcentajes, miro la pantalla y toda la sabermetría disponible. Todo eso me sirve, pero, obviamente, hay algo que no se cuenta y esa es la pasión y el corazón del jugador, eso hace la diferencia”.
Lo inconmensurable en un pelotero lo sabe interpretar un mánager. Ahí es donde se impone la experiencia de quien toma decisiones, quien elige al mejor disponible para el momento clave. Y eso, afirma, no hay sabermetría que lo detecte.
En estos días, cada que se levanta para ir a un partido, Cantú siente nostalgia. A veces, incluso, dice, mucha melancolía: Sé que pronto no haré más esto y que estoy cerca del final de una carrera muy bonita. No va a haber más juego
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