a lectura de artículos publicados en nuestro periódico me obligó a retomar varias ideas en torno al debate histórico de las izquierdas: reforma o revolución, que se perfiló con mayor agudeza en los años 60 y 70 y pareciera que se decantó con la subversión democrática
y neoliberal de finales de los 80 en América Latina. Cualquier planteamiento serio en el campo de las ciencias políticas y sociales requiere de un rigor histórico, sea éste marxista o no. Esgrimir argumentos totalmente ahistóricos y sin considerar la realidad político-social en que sucedieron los procesos, no es más que una trampa discursiva que lleva solamente a descalificaciones.
En el marco del homenaje a Arnoldo Martínez Verdugo se escribieron varios artículos en los que se hace hincapié en la decisión, desde los 70, de Arnoldo por encauzar las luchas comunistas hacia la democracia electoral y en contra de lalucha armada: apostar por la democracia, que parecía muy lejana, no tenía muchos incentivos en grupos acostumbrados a las vanguardias y formados con la magia ilusoria de las revoluciones
; Es probable que aquellas disquisiciones mayores, o si se quiere, especulativas sobre la revolución y el socialismo hayan tenido que ofrecer al tema de la construcción democrática, como solía decir Merino, un lugar central
. Me parece que estas afirmaciones demeritan lo que podría sustentar un homenaje, ya que sólo reproducen los clichés más tramposos de aquel debate.
¿Qué sucedía en los 70?
1. En México, desde los 60 se configuraba un proceso devastador de guerra sucia sostenido por gobiernos legales
, que duró hasta los 80. Algunos ejemplos: asesinato de toda la familia de Rubén Jaramillo y de incontables campesinos; represión brutal contra todos los movimientos sociales que escaló el 2 de octubre del 68 y el 10 de junio del 71 a nivel de genocidios; toma por el Ejército de universidades y normales; llevó como respuesta al cierre del camino democrático, a la configuración de movimientos armados: desde Arturo Gámiz, Lucio Cabañas, Genaro Vázquez, luchadores campesinos, hasta la consecuente incorporación de estudiantes en diversas guerrillas.
2. En América Latina, desde la fundación en 1948 de la OEA en Colombia y el asesinato de Eliécer Gaitán, se orquestaron una sucesión imparable de golpes de estado a todo proyecto nacionalista desarrollador impulsado desde gobiernos elegidos democráticamente, emblemáticamente representados por la Guatemala de Jacobo Arbenz (1954) y el Brasil de Joao Goulart (1964) por la magia ilusoria
de una reforma agraria; Venezuela, Cuba, Paraguay, Bolivia, Haití, Dominicana, Nicaragua, Argentina, golpes de la santísima trinidad: oligarquías, ejércitos e Iglesia, coordinados por Washington. La misma que encabezó los golpes de los 60 y las guerras sucias en los 70 en Bolivia, Uruguay, Chile y Argentina, que aprovechando la expertise de Stroessner en Paraguay, conformaron la Operación Cóndor. La maquinaria de muerte contra los pueblos latinoamericanos.
3. Las guerrillas se fueron conformando desde los años 50 en respuesta a la barbarie, y junto con la lucha por los desaparecidos lograron desenmascarar a los genocidas y provocar el cambio, además de triunfos en las luchas descolonizadoras en América Latina, África y Asia.
4. Las disquisiciones especulativas sobre la revolución y el socialismo
pasaban por ignorar y denostar la revolución cubana, por supuesto. Aferrados a diferentes esquemas, tanto partidos comunistas como desarrollistas cepalinos dieron la espalda a la revolución de los campesinos y estudiantes que llamaba a mirar a nuestra América de una manera más real y concreta. Los planteamientos de las dos declaraciones de La Habana y del debate del Che en Punta del Este marcaron los problemas de fondo a discutir: la dependencia estructural de la periferia con respecto al centro, una dependencia subordinada y excluyente que marcaba (marca aún) y reproducía permanentemente la desigualdad y la pobreza. La teoría de la dependencia fue desechada por los autodenominados demócratas. El debate sobre la posibilidad de reformar legalmente al capitalismo en sus estructuras dominantes fue (y sigue siendo) determinante. Basta con ver los nuevos golpes judiciales, mediáticos, camarales y bloqueos, apoyados por la OEA, Europa y Estados Unidos contra los llamados gobiernos progresistas
.
5. Cuando se integró el PSUM en México, apareció como una esperanza de unidad en el controversial horizonte de las izquierdas. Pronto sucumbió ante el hábito de hegemonizar a cualquier costo. La compleja nominación de la candidatura a la presidencia; el discurso de Alejandro Gascón que levantó como una gran marejada popular al Zócalo rojo; la presencia radical de los núcleos campesinos (Ugocm-Roja), de estudiantes (FEG) y de pobladores organizados del PPM, se convirtieron en un reto a derrotar por el hegemonismo de larga tradición entre los burócratas de los aparatos, encabezados por los dinos (dinosaurios) del ex-PCM y los Mapaches. Constituyeron comités paralelos en Nayarit, Baja California, Jalisco y otros, con financiamiento clandestino (Raúl Jardón, Ítaca), manipularon las listas de afiliados y controlaron las asambleas. ¡Un verdadero derroche de principios democráticos! La Ola verde
agredida tuvimos que salir del PSUM y fundar el PRS.
* Investigadora de la UPN. Autora de El Inee