l dolor que nos causa la muerte de nuestros hermanos jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, privados de la vida el pasado 20 de junio en el templo de Cerocahui, Chihuahua, resultado de la violencia que atraviesa México y que alcanzó a la Compañía de Jesús, debe significar un punto de quiebre y no retorno, ya que es reflejo del dolor de nuestro pueblo ante los cientos de muertes y desapariciones, no sólo en la Sierra Tarahumara, sino en muchas regiones del país.
Llamamos a las autoridades para que, mediante una investigación diligente, se haga justicia por el asesinato de los padres Javier y Joaquín, y del señor Pedro Palma, así como garantizar la seguridad en la Sierra Tarahumara dentro de un plan integral de pacificación nacional.
Las acciones de nuestros hermanos Javier y Joaquín ( Gallo y Morita, como les llamamos cariñosamente) fueron expresión de su compromiso indisoluble de fe, traducido en obras para la construcción de un país más justo y humano en esa región olvidada.
Su muerte deja una enorme ausencia en sus familias, en sus hermanos jesuitas y en particular en las comunidades donde sirvieron hasta su último respiro, en las que continuaron la tarea iniciada en 1676 por la Compañía de Jesús en la Sierra Tarahumara.
Ellos vivieron su llamado llevando la palabra de Dios, con presencia humana, activa, cercana y amorosa para con los más pobres. Al momento de su muerte, el padre Javier se desempeñaba como superior de la misión jesuita, tras 51 años al servicio de los pueblos rarámuri.
El padre Joaquín era vicario cooperador en Cerocahui, con más de 23 años acompañando a esa comunidad, lacerada por la marginalización y por la creciente violencia que ha resultado también en el desplazamiento de cientos de personas.
Ante este lamentable crimen, que ha conmovido al país y al mundo, los jesuitas en México ratificamos nuestra convicción de caminar con las comunidades indígenas, con las comunidades más desamparadas, y no dejaremos de expresarnos ante esta realidad de violencia y marginación que afecta a los más pobres de nuestro país.
Reafirmamos nuestro compromiso de continuar presentes en la Sierra Tarahumara, donde cayeron nuestros hermanos, por medio de nuestras obras sociales, pastorales y educativas, que han permitido el acompañamiento constante a las comunidades indígenas, con respeto a su cosmovisión rarámuri; para fortalecer sus narrativas, fiestas, ritos, sus formas propias de impartir la justicia y compartiendo con ellas la conciencia sobre el cuidado de la naturaleza.
Nuestra vocación se manifiesta también escuchando el dolor y dando voz a las víctimas, y por eso creemos que es siempre necesario visibilizar, no ocultar ni manipular, la cifra altísima de homicidios y desapariciones que se ha originado en esta crisis de violencia que el país enfrenta desde hace varios años.
En ese contexto y ante la tragedia que significa la pérdida de nuestros hermanos, consideramos que estamos ante una gran oportunidad para que el reclamo de justicia signifique un alto en el camino, para que nuestras autoridades evalúen la estrategia de seguridad, generen verdaderos esquemas de protección, actúen contra la indolencia e indiferencia de muchas autoridades e impulsen la búsqueda de las y los desaparecidos, cuya ausencia genera sufrimiento e incertidumbre a miles de familias.
Para que la muerte de Javier y Joaquín no sea en vano, así como la de miles de víctimas de estos últimos tiempos, los jesuitas estamos convencidos de que debemos buscar la paz tan anhelada siguiendo ese rumbo, tal como lo dijo el papa Francisco: La violencia no resuelve los problemas, sino que crece el sufrimiento inútil
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* Asistente del Sector Social del Gobierno de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.