écnicamente la economía de Estados Unidos estaría en recesión. La actividad económica ha caído durante dos trimestres consecutivos (a una tasa anual de -1.6 por ciento en el primer trimestre del año y de -0.9 en el segundo). Este criterio es la base para decretar que hay una recesión de acuerdo a los parámetros que sigue el National Bureau of Economic Research. Un comité de esta organización privada y no lucrativa de investigación creada en 1920 está encargado de fechar los puntos de inflexión del ciclo económico en ese país.
Un evento recesivo exhibe una situación económica asociada con una caída de la producción y el empleo, una consiguiente reducción del gasto en inversión y consumo. La recesión tiene entonces una repercusión política, trabajadores y empresarios confrontan al gobierno y sus políticas.
En este caso la cuestión ocurre en un entorno global, definido por el escenario de alta inflación y un cuestionamiento de las políticas fiscales y monetarias instrumentadas por los gobiernos y los bancos centrales, en el marco de la pandemia iniciada el primer trimestre de 2020.
Pero la caracterización convencional de una recesión técnica no se ajusta a lo que se observa hoy en los indicadores económicos asociados con una fase recesiva del ciclo económico en Estados Unidos.
En primer lugar, la política monetaria confronta usualmente una recesión bajando las tasas de interés. Eso no sucede en el marco de una alta tasa de inflación como la que se registra ahora y que ha llevado a la Fed a subir la tasa de los fondos federales. La tasa efectiva es 2.33 por ciento, comparada con 1.58 de la anteriormente vigente y con 0.10 por ciento de hace un año. El costo del crédito se ha elevado como medida de contención de la inflación, pero iría en contra de un intento de contener la recesión.
En cuanto a la existencia de un extendido entorno de debilitamiento de la economía con elementos como: pérdida de empleos, despidos masivos, cierre de negocios y menor actividad del sector privado, eso no se advierte hoy en la economía estadunidense. Se han creado alrededor de 380 mil empleos en promedio por mes en los tres meses recientes. La tasa de desempleo está en 3.6 por ciento; cifra incompatible con una recesión y cercana a la medida antes de la pandemia. Se han recuperado empleos y no necesariamente en los mismos trabajos.
El consumo personal en bienes y servicios creció 1.8 por ciento en el primer trimestre del año y uno por ciento en el segundo. Este indicador da cuenta de alrededor de dos terceras partes del consumo final de los hogares y es el motor que impulsa el crecimiento.
En cuanto a los mercados de capitales –acciones y bonos– el comportamiento se ha ido ajustando a los niveles de las tasas de interés y a la necesidad de sostener el valor de los activos. Al respecto habrá que ver qué pasa en el sector inmobiliario.
En el proceso que ya está en curso es la política monetaria de alza de tasas y disminución de la hoja de balance de la Fed, lo que tiende a inducir la caída de la tasa del crecimiento del PIB y cambiar el escenario convulso que ahora prevalece. En ese caso podría ser que la Fed haga que se asuma eventualmente la recesión y los ajustes que se provocarán en la economía: en el empleo, el cierre de negocios, la reducción del gasto agregado, etcétera.
Políticamente esto se expresa en las declaraciones del presidente Biden, la secretaria del Tesoro Yellen y el mismo Powell presidente de la Fed acerca de que no ven que la economía esté en recesión. Sí, el asunto de una recesión técnica esta politizada. Pretender que se puede sostener la situación es arriesgado pues acentuaría los desequilibrios y el consiguiente ajuste. El ruido está superando a las señales y esa es una condición que genera mucha incertidumbre y sesga la asignación de los recursos humanos, materiales y financieros de un modo que es difícil prever.
Hay, pues, una disociación significativa entre la medida del PIB y las condiciones en que se desenvuelve la economía. Esto crea una disyuntiva que tendrá que afrontar el comité del NBER para fechar esta situación de recesión técnica o no declararla. El comité se enfrenta a una compleja circunstancia que entraña el cuestionamiento de un criterio técnicamente establecido y, así, considerar el escenario económico en su conjunto y ofrecer un dictamen especial.
Nada de esto es ajeno a lo que está ocurriendo en la economía mexicana. Aunque aquí no se registra una recesión, técnicamente esta es una economía que desde 2019 crece muy lenta e insuficientemente, se ha achicado su tamaño y no se incentiva la inversión productiva.
Al respecto es relevante la información reciente publicada en el Financial Times por Michael Stott (29/07/2022), donde señala que Aeroméxico, que sale de una quiebra restructurada busca capital para renovar su flota en la bolsa de Estados Unidos y se retira de la bolsa mexicana. Lo mismo han hecho Grupo Lala y Banco Santander.
La capitalización de las empresas domésticas en la bolsa mexicana está en último lugar de una lista de 24 países, arriba están Chile, Brasil y Colombia. Las demás economías de la región no aparecen. Hay que cuestionar en qué condiciones está y cómo quedará esta economía, asunto que se entrelaza con otro de gran relevancia que es el T-MEC.