stados Unidos, China, Rusia y hasta Corea juegan a las vencidas, o más bien al póker con sus arsenales nucleares. Mientras los habitantes de la Tierra vivimos suspendidos en el aire con el temor de desaparecer.
Ante este panorama no queda más que una nostalgia inacabable de madre. Desorganizante fusión que nunca existió, pero anuncia su final. Dolor que desorganiza ante la ausencia de futuro. Sólo ella importa. En ti coloqué recuerdos, placeres pasados, representaciones, deseos, experiencias de más.
Espontáneamente, se va perdiendo con chispas divinas, fragmentos de luz negra que no tienen concentración en el fuego del deseo. Añoranzas enloquecedoras que desgarran pero gustan, lentamente, cada vez más intensos, tanto, que busco la forma de recrear tu ausencia, de perderte. Máscara de ese deseo, origen de la pérdida primera, creando poco a poco desapegos, espacios en los que brota el deseo intenso, salvaje, máxime en esta época en que el mundo pierde su encanto y hasta la anunciada y temida guerra atómica resulta insípida pese a seguir enviando al espacio armas nucleares novedosas.
Deseo de conservar el fuego de aquella primera mañana dominical en que, desconocida, apareciste de golpe y me vestiste de lo único importante; ternura como luz que surge en medio de la noche, y aparecías y desaparecías en el fondo de oscuridad.
No sé si existías o no, si era imaginación, pero estabas bellísima. No sé si vivo una alucinación enloquecedora y terrorífica que tengo que estimular, una y otra vez, con ausencias. Ante la amenaza nuclear no sé si me amas o seguirás pareciéndome infinitamente preferible a lo que sea. Pero en este momento la escritura es huella de la huella, de la archihuella del espacio inasible, inatrapable que se va. Sólo existes en la angustia de la ausencia de un final del mundo.
Espacio en que dependo totalmente de ti, al prometer heredarme un poder alucinado, vuelto torturador y opresor de mí mismo, sin esperanza de ir más allá; creador de un vacío que cubre omnipotencia y es anhelo torturante de valores inexistentes, sólo crueldad que se remonta al origen donde no hay origen.
Desdoblamiento entre tu ausencia y la ignorancia de saber si eres real o producto de una imagen móvil diferente de la quieta, quietecita experiencia, integrada a lo perdido. Deseo insatisfecho, experiencia inmediata contra un poder lejano que lleva a redesearte en forma que no hubo elección, sólo necesidad; producto de mi memoria, precipitado de huellas que se abren paso y se diluyen con nuevas pérdidas. Paso del tiempo, cambio de circunstancias, jerarquización operada que no puede ser, reajustada con nuevas ausencias fustigadoras del deseo, nostalgia enloquecedora, paso al dolor incomunicable, melancolía que desorganiza, alma de la naturaleza humana, preferible al vacío…