os comunidades indígenas de la sierra de Chihuahua: El Manzano y Monterde, municipios de Uruachi y Guazapares, respectivamente, obtuvieron un primer e importante triunfo el 12 y 19 de agosto. Después de que 23 familias, desplazadas por las acciones criminales de la banda de El Chueco, tuvieron que dejar sus tierras, padecer asesinatos y sufrir toda forma de violencia, lograron por fin que la justicia federal les otorgue sendos amparos para que se les reparen los daños causados a raíz de la falta de seguridad en sus lugares de origen.
El trascendente fallo obliga a la Fiscalía General de la República, a la Fiscalía General del estado y a la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del estado, a brindarles servicios de alimentación, vivienda, educación, salud y empleo, mientras no se garantice su regreso seguro y su vida en paz en sus lugares de origen.
Las familias han sido acompañadas en su lucha por dos organizaciones de la sociedad civil, siempre las organizaciones civiles: Contec, Asesoría Técnica Comunitaria y Centro de los Derechos Humanos de las Mujeres (Cedehm). Desde 2015, cuando se inició la persecución de ambas comunidades, por su rechazo a dejarles sus tierras a los criminales para la siembra de drogas y a que sus jóvenes fueran reclutados por ellos, los sicarios han asesinado a tres personas, entre ellas a Cruz Soto Caraveo, hijo de uno de los dirigentes. Esto, a pesar de gozar de medidas cautelares decretadas por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (https://bit.ly/3AMzuBx).
La estrategia de estas familias y comunidades, primero, fue tratar de hacerse invisibles para no atraer la atención de las bandas criminales, pero no lo lograron. Luego tuvieron que hacerse visibles para que las autoridades vean y actúen ante sus pesares y sus caminares.
Pero el problema es mucho mayor que el de estas comunidades: en el informe recién emitido por cuatro organizaciones civiles norteñas, Contec, Cedehm, Asmac y Dhia, para la relatora de la ONU sobre Derechos Humanos de las Personas Desplazadas, afirman que cuentan con la información de al menos 61 desplazamientos, ocurridos entre 2012 y el 15 de agosto de 2022 y uno ocurrido en 1996. Estiman que existen al menos mil 703 víctimas, de las cuales, 648 son mujeres, 508, hombres y 524, niñas en Chihuahua. La gran mayoría procede de 11 municipios serranos, sobre todo de Guadalupe y Calvo. Además, hay personas desaparecidas de otras 11 entidades de la República.
Dentro de las acciones de violencia sufridas, este informe ubica al menos 11 modalidades: asesinatos, secuestros, desapariciones, violencia de género en todas sus formas, agresiones físicas, incendio de propiedades, intentos de reclutamiento forzado de los jóvenes, tala de los bosques comunitarios, robo o matanza del ganado, impedir acceso a la comunidad y corte de los servicios básicos.
El informe señala las principales causas de los desplazamientos forzados en la sierra: la mayoría reside en la violencia ejercida por integrantes o grupos del narcotráfico, ya sea para el desarrollo de actividades propias de la producción y tráfico de drogas, así como para diversificar fuentes de ingreso, o bien como mero mecanismo de control del territorio. También la violencia de género, donde los agresores estaban vinculados con la delincuencia, la violencia para el aprovechamiento de las concesiones mineras, o la búsqueda de oportunidades laborales, luego de la inseguridad en las comunidades.
Merece especial énfasis la falta de respuesta estatal adecuada, suficiente y oportuna para evitar el desplazamiento forzado y sancionar los hechos que genera
. Aunque hay denuncias de la mayoría de los hechos de desplazamiento, no cubren la mayoría de los hechos violentos, no hay presencia estatal en las comunidades, inacción de autoridades agrarias y ambientales, desconfianza en todas ellas.
Con precisión y sensibilidad, el informe describe la situación que viven las personas desplazadas: es la precariedad total en el disfrute de sus derechos mínimos, la incertidumbre en su futuro, el desarraigamiento de su cultura y sus lazos comunitarios.
Por ello es importante el precedente del amparo ganado por el El Manzano y Monterde. Debe motivar a todas las comunidades y personas desplazadas a que hagan lo mismo: que busquen el amparo de la justicia federal para que se les hagan efectivos sus derechos y les garanticen el retorno seguro a sus comunidades previamente pacificadas, y hagan efectivo su derecho a una vida libre de violencia. Esto va a implicar muchísimos recursos por parte de los tres órdenes de gobierno y la sociedad. Será el costo que se pague por no proteger adecuadamente a los gobernados de la violencia y la inseguridad.
Por eso, es mucho mejor elaborar una estrategia desde abajo, con apoyo de todas las autoridades para cuidar personas, familias, comunidades y territorio. No sólo protegerlas, sino comprometerse con su desarrollo en paz, como ellas lo conciban. Vale mucho más cuidar que reparar… y hasta sale más barato.