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Visión expandida, retrospectiva de 20 años de Damián Ortega en la Fundación Botín

Ninguna de las piezas, ni en solitario ni en conjunto, se ha expuesto en México

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▲ Una de los primeras enseñanzas de Damián Ortega fue a través de la caricatura política. Tras participar en un taller que impartía El Fisgón, monero de La Jornada, aprendió una lección vital: que el estilo no delimite las ideas.Foto Belén de Benito
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de noviembre de 2022, p. 6

Santander. El arte de Damián Ortega invita a mirar más allá, a descubrir que a través del espacio y los objetos se puede cuestionar la realidad, deconstruirla, transformarla como si estuviéramos ante un fogonazo creativo de la teoría del big bang. En el Centro Botín, en la ciudad de Santander, se inauguró una especie de compendio o antología de Ortega que abarca las últimas dos décadas, donde por primera vez se muestran juntas sus esculturas suspendidas en el aire, ejemplo de su permanente pugna entre el equilibrio y la devastación, lo efímero y lo permanente, la belleza y la muerte, el ruido y el silencio.

Damián Ortega nació en la Ciudad de México en 1967 y desde muy joven se interesó por el arte y la política. Una de sus primeras enseñanzas fue a través de la caricatura política, después de participar en un taller que impartía El Fisgón, monero de La Jornada, y de quien aprendió una lección vital: que el estilo no delimite a las ideas, que no se convierta en una cárcel. Con esa máxima, Damián Ortega ha incursionado en numerosos géneros y lenguajes hasta convertirse en uno de los artistas contemporáneos de México más admirados y expuestos en numerosos rincones del mundo; desde Japón hasta Milán o Venecia, Boston, Filadelfia, Londres, Berlín, París.

Visión expandida es la exposición más ambiciosa y completa de la obra de Damián Ortega en su ya dilatada historia como artista. Y lo más paradójico es que ninguna de las piezas se ha expuesto jamás en México, a pesar de que en numerosos países se han convertido en obras icónicas.

La exposición de Ortega se muestra además en la sede central de la Fundación Botín, una obra del arquitecto italiano Renzo Piano. En entrevista con La Jornada, el artista comentó que es un privilegio exponer en este fantástico edificio, que es realmente alucinante la percepción, la ligereza, la elegancia y el diálogo que tiene con el espacio. Es de mis arquitectos favoritos porque siempre llega a soluciones nada estereotipadas, nada convencionales y que tiene un diálogo muy intenso con los lugares. Pensar que mi trabajo tiene que ver con esa lógica es un elogio.

El primer espacio, en un inmenso salón que mira de frente a la ciudad de Santander con tres inmensos ventanales, contiene una de sus obras más importantes, Cosmic Thing, que realizó en 2002 y que catapultó su carrera en los principales circuitos del arte contemporáneo. Es un coche, un vochito, con la piezas desmontadas y suspendidas en el aire. Es una pieza que cobró vida sola, por sí misma, para moverse y circular. Es como pasa con algunos escritores, que una obra suya se vuelve más conocida que ellos mismos y que de alguna forma también se vuelve una tirana. Es una obra fragmentada que no nació ahí, sino cuando hice una linterna y empecé a entender las imágenes tridimensionales. Luego llegó el Volkswagen, en el que suspendía las partes con la idea de entender un objeto industrial, fragmentarlo e irlo agudizando para pensar que un objeto sólido también está hecho de átomos, de moléculas, y que también se podía perforar, penetrarlo y dividirlo. Además, es una forma de analizar y reconocer la autonomía de cada parte dentro de un todo y entender que las cosas son muchas veces sistemas de comunicación entre el diálogo de una pieza con otra, explicó.

Después está una de sus piezas más íntimas y personales, Harvest (2013), en la que a través de unas esculturas de acero colgadas, iluminadas por una lámpara de techo, se recrean sombras que son a su vez el alfabeto copiado con la caligrafía de su madre. Es una pieza a la que le tengo mucho cariño porque es una manera de acercarme a la lengua materna. El lenguaje es una forma de entender el mundo, de clasificarlo, y de esa fluidez histórica que recibes de una lengua materna. Es convertir un objeto rígido, consistente, real y tácito en una sombra, en una proyección de dos dimensiones que provoca un cambio en la percepción. Es una aproximación a la memoria y a cuestionar cuál es la realidad: si la física o la representativa, o la memoria que se queda grabada.

En la tercera sala se muestran cuatro esculturas suspendidas con algunos aspectos similares, y en todas está la fragilidad del equilibrio, como una premonición de la irrupción del big bang. Por ejemplo, Viaje al centro de la Tierra: penetrable (2014) está hecha de piezas encontradas, a veces son botellas de cervezas rotas color café, o algunas otras transparentes, también hay tezontles, pero sobre todo objetos encontrados en la basura, en las calles, en las banquetas, o desechos del taller. Algo parecido ocurre en Controller of the Universe (2007), formada por herramientas con las que se puede intervenir la materia para ver a través de un filtro destructivo o constructivo, creativo, pero que acaba siendo una forma de traducir el mundo. De destruirlo o transformarlo, en lo positivo o en lo negativo, de convertir las cosas en palabras o en objetos útiles. Finalmente, las herramientas son una extensión de las virtudes humanas y es una forma de sublimarlas, de extender tu brazo con la capacidad para crear o para destruir, o para putear. Es un cuestionamiento de la voluntad.

En la cuarta sala está una de sus piezas más recientes, Warp Cloud (2018), que refleja la estructura química de una gota de agua teniendo como referencia a la tradición textil oaxaqueña. La última escultura suspendida es Hollow/Stuffed: Market Law (2012), inspirada en la noticia de los submarinos fabricados por los narcotraficantes para transportar cocaína a Estados Unidos. Es una pieza complicada en la narrativa, porque es una mezcla de asociaciones un tanto caprichosas, más políticas y específicas. Y que busca señalar esta idea colonialista de la extracción de la materia prima, el saqueo de materiales y que no importa la repercusión que pueda tener hacia el país de origen, sino que simplemente es un bien especulativo, absurdo y estúpido de poder dentro de otra cultura. Es esa idea de retacarse, de hincharse, de rellenarse y al mismo tiempo tener un vacío eterno. Es esa imagen del submarino desangrándose o drenándose, tirando el contenido que lo satura durante todo el tiempo de la exposición.

Trabajo editorial

También hay una sala específica en la que Damián Ortega muestra su trabajo como editor de Alias, que ya ha publicado más de 40 títulos, la mayoría textos desconocidos o traducciones de obras en desuso. Es con la idea de que el libro también es una escultura, no es una escultura heroica, estática, sino más bien una obra viral, fragmentaria, que se distribuye en la ciudad y los espacios públicos, pero de manera más personal.

Ortega expresó que le inquieta el mundo actual y su sometimiento a las nuevas tecnologías sin apenas cuestionarlo. “La política se ha vuelto más complicada y más difícil de seguir, de ser cómplice, porque la información o la desinformación ya juega un papel tan importante que se ha perdido el humanismo. Ahora cualquier opinión se puede convertir en un centro de ataque y cada vez son más los ataques de bots anónimos o de figuras tecnológicas en las que no hay ninguna persona detrás. Me interesa mucho eso de que la gente viva sometida al teléfono en todo momento. De alguna forma ese mundo tecnológico ve a la gente como una especie de panóptico, con un grado de politización mucho más contemporáneo y global a través de una experiencia íntima, como es el hecho de que una persona esté en soledad con su teléfono en la mano. Es un momento complejo y sí, es inspirador, pero no festivo, más bien inquietante”.

En cuanto a que su obra no haya sido expuesta nunca en México, al menos estas esculturas suspendidas, pero sí en muchas otras partes del mundo, Ortega admitió estar un tanto afligido: Me parece que la burocracia cultural en México ha tratado de ser más importante que los propios artistas. El control que han ejercido es una apropiación a modo de los movimientos naturales. Un cultivo de sí mismos para hacer carrera y generar programas a conveniencia. Y esa responsabilidad no recae solamente en la administración actual, es una constante que viene desde hace tiempo.