on días de dolor sin fin e indignación ardiente. El pasado martes amanecí con la noticia de la muerte de un gigante llamado Pablo Milanés, uno de los hermanos que me regaló Cuba, mi segunda patria. Y al anochecer, el mismo martes me sacudió de indignación un nuevo intento golpista de Jair Bolsonaro, el peor y más abyecto presidente de la historia de mi destrozado país.
Conocí a Pablito en 1979, cuando estuve en Cuba por segunda vez. Desde entonces no nos despegamos nunca más. Cuando él estaba en Río venía a mi casa, nuestra casa, y a cada viaje mío a La Habana comíamos juntos, muchas veces en casa de él. Pablito, a propósito, era un cocinero estupendo.
A veces pasábamos largo rato sin comunicarnos, pero cuando retomábamos el contacto, siempre fraterno, era como si nos hubiéramos juntado el miércoles anterior. El nuestro ha sido un tiempo permanente.
Llevaré conmigo en lo más hondo del alma la sonrisa solar de mi hermano Pablito, su generosidad, su infinita capacidad de poesía, de interpretar no sólo a su país, sino a toda nuestra América y enseñarnos al mundo.
Tengo un Everest de los más cálidos recuerdos de Pablito, un océano de afecto en permanente marea llena. Una sonrisa que alumbraba al mundo y a la vida. En el pecho cargo un vacío oscuro y lleno de dolor.
Todavía tambaleaba con la noticia de esa pérdida irreparable cuando supe que el Partido Liberal de Jair Bolsonaro –vaya ironía: de liberal no tiene más que el nombre, es un amontonado de esperpentos y ladronzuelos– había entrado en el Tribunal Superior Electoral con un pedido de anulación del resultado de la segunda vuelta de la votación que eligió a Lula da Silva.
El pedido, sin pies ni cabeza, fue denegado, y el Partido Liberal recibió una multa de unos 4 millones de dólares por haber clarísimamente intentado tumultuar aún más el ya muy conturbado escenario político de la transición entre el actual y moribundo gobierno y el que empezará con Lula en el primer día de 2023.
Si era obvio que la solicitud, impuesta por Bolsonaro a su partido, sería rechazada por absurda, ¿cuál era el objetivo de divulgarla?
Dar más munición a los enloquecidos grupos de extremistas que cierran carreteras en el país, que se concentran frente a cuarteles e instalaciones militares pidiendo la intervención para impedir que Lula asuma la presidencia. Elevar más y más la tensión que no encuentra eco entre partidos políticos y no va más allá de grupitos extremadamente radicales.
Bolsonaro tendría una opción: prepararse para asumir la cabeza de una oposición durísima al gobierno que vendrá.
Optó por prepararse para tumultuar aún más el país, y con eso agregó otro crimen más a la ya extensa lista que podrá llevarlo a los tribunales.
Mi indignación quizá se suavice cuando ese tiempo haya pasado.
Mi alma en pedazos volverá a recomponerse, pero con una diferencia irreparable: habrá siempre el hueco, otro hueco más, esta vez por el viaje sin vuelta de Pablo Milanés, mi hermano Pablito.