eventó sonoramente el mercado de criptomonedas con la quiebra de FTX, una enorme empresa de intercambio criptográfico. La valuación de FTX llegó a 32 mil millones de dólares a principios de noviembre. La empresa fue fundada en 2019 por Sam Bankman-Fried y Gary Wang y se ubicó entre las tres de su tipo. Antes de la quiebra tuvo un volumen de operaciones en 24 horas de 1.45 mil millones de dólares.
En buena medida el auge de las criptomonedas en la década reciente se asocia con la política monetaria centrada en mantener muy bajas tasas de interés, proceso que se ha revertido este año. Los inversionistas, pequeños y mediano, pero sobre todo los especuladores versados en ese tipo de inversiones, buscan alternativas para el rendimiento de su dinero. Unos y otros son muy distintos pues los grandes usualmente tienen poder en el mercado.
El bitcóin fue la primera de estas monedas descentralizadas, como se les llama, puesto que quedan al margen de las decisiones de los bancos centrales y comerciales y para crear dinero. En marzo de 2022 había más de 9 mil criptomonedas y 70 de ellas tenían una capitalización de mercado (el precio de total de las acciones de una empresa) mayor a mil millones de dólares.
Grandes sumas, sin duda, de empresas e individuos buscando cómo valorizar el dinero. Sin producir nada. En el caso de FTX entre los inversionistas estaban Sequoia Capital; el plan de pensiones de los maestros de Ontario; Softbank y otros más.
Una función esencial del dinero es la especulación. Pero por cierto que hay que tener cuidado como se vio en la crisis de 2007 y 2008 en el mercado inmobiliario. Pero la tentación es enorme.
En enero de este año Bankman-Fried tenía una fortuna valuada en 97 mil millones de dólares y perdió 94 por ciento de esa riqueza en 24 horas.
Las criptomonedas pretendían retar al sistema global de provisión del dinero por parte de los gobiernos; es decir, incidir en los controles centralizados del dinero con controles descentralizados. La noción era crear una moneda o monedas que pudiera enviarse sin dejar rastro y sin que requirieran de los bancos. Para los libertarios esto suena bien, pero por otra parte abre las puertas de la cueva de Alí Babá. Muchos aprovecharon para hacer transacciones fuera de la ley; muchos otros han perdido su dinero del que esperaban ganar sin hacer nada; incluso endeudándose para entrar de modo más firme en el mercado. Tan sólo el bitcóin pasó de un precio máximo de 64 mil 400 dólares a principios de noviembre de 2021 hasta 16 mil 485 el pasado 25 de noviembre.
Los gobiernos y los bancos centrales no se inclinan por las criptomonedas. Al respecto hay ya abundante literatura, al respecto pueden verse los trabajos del BIS (Banco de Pagos Internacionales por sus siglas en inglés). También están los del FMI y otros.
Hay avance, en cambio en las monedas digitales. Estas son dinero virtual emitido y respaldado por los bancos centrales. No obstante, el proceso para producir alternativas está sobre la mesa. O estuvo hasta esta gran inestabilidad y pérdida de valor de FTX y los daños colaterales que ha provocado.
El diario especializado Financial Times ha señalado que las autoridades financieras deben resistir crear un esquema de regulación para la industria de criptomonedas. Y advierte de modo palmario que “es mejor no hacer nada y solo dejar que las cripto ardan”. Insiste en algo que debería ser obvio en este tipo de moneda y es que contribuye mínimamente a apoyar la actividad económica.
La revista The Economist se pregunta en la portada de la semana pasada si ¿es éste el final de las criptomonedas
? En todo caso es cierto que para la gran mayoría de los que pusieron ahí su dinero, endeudándose incluso, este es un mayúsculo golpe a su patrimonio y sus finanzas.
La especulación como la que caracterizó a las criptomonedas es en esencia del mismo tipo que las principales experiencias especulativas desde el siglo XVII con los tulipanes holandeses, hasta los bienes raíces en la crisis de 2007. Pero especular con un dinero creado con criterios artificiales es algo realmente especial, por la naturaleza misma del dinero.
Esto expone una diferencia entre un bien como los botones de tulipanes que esperan venderse, o bien, las casas que según les decían a los incautos compradores nunca bajan de precio. Una cosa son los bienes y otra muy distinta el dinero, aunque el segundo se esencialmente necesario para hacer las transacciones. Sigue siendo una pieza especial de la historia financiera el libro de Charles P. Kindleberger . Es, además una muy amena lectura.
Estamos ante un severo evento que apunta al final de las criptomonedas como una inversión especulativa. Otra cosa es la perspectiva de la tecnología cripto en el sector financiero