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América: intersecciones y desencuentros
E

l Fórum de las Américas –tendencias globales y locales– permitió acercarse, a través de voces diversas, a las realidades políticas y culturales del continente. Desarrollado por la Universidad Autónoma de Nuevo León, a través del Centro de Estudios Parlamentarios y bajo el auspicio de su Secretaría Académica, convocó a expositores de 15 países: de Argentina a Canadá, en unas jornadas que se llevaron a cabo entre el 31 de octubre y el 10 de noviembre. En este artículo comento lo que me pareció más significativo de ese encuentro.

Si todo se ha globalizado –el trabajo, el capital, la producción, las finanzas, el comercio y el futbol–, cuando el sistema de producción capitalista entra en crisis, el fenómeno afecta, en mayor o menor medida, a todos los países cuyas sociedades se hallan regidas por sus relaciones económicas, sus instituciones y cultura.

En nuestros días padecemos los efectos potenciados de la cuarta crisis estructural del capitalismo, que se inicia en 2008. Antes fueron las de 1870-1890, la de 1929 y la de 1970, que desemboca en la globalización, el proyecto neoliberal, los tratados de libre comercio, la aceleración del capital financiero, su cresta especuladora y una monstruosa concentración de la riqueza.

Su epicentro, según William Robinson, es Estados Unidos. Tras el boom de la economía anterior a 2008, el espectro de la sobreproducción y la sobreacumulación de capital ha cobrado cuerpo. Y su dimensión se expresa en una crisis múltiple: político-militar, social y cultural en el marco de una nueva guerra fría, de riesgos crecientes por la alteración de la biósfera y de descomposición del tejido social. A todo ello se agrega su participación en la guerra de Ucrania.

Desigualdad, desempleo y pobreza han provocado que los mercados se hayan encogido a causa de un menor poder adquisitivo de la mayoría, y no hay espacio que pueda absorber el enorme exceso de capital disponible para ser invertido.

En Estados Unidos se está al borde de una violenta ruptura donde el Partido Republicano alienta una tendencia neofascista impulsada por la extrema derecha y líderes como Donald Trump.

En ese contexto se leen los peores y más destructivos ánimos supremacistas, racistas, exclusionistas, cuyo resultado es una mayor injusticia social, discriminación, apartheids y hasta genocidio en las sociedades menos sospechadas de barbarie. Por ejemplo, Uruguay, donde conviven los niveles más altos de desarrollo humano en América Latina con prácticas genocidas sobre la etnia charrúa, a las que se ha llegado a ver como algo natural, según apunta Andrea Añón.

El modelo de capitalismo (neoliberal) impuesto por un golpe de Estado en Chile es una referencia inevitable de la que parte Darío Salinas para hablar sobre su patria. Ese modelo no se ha podido erradicar, ni con gobiernos centristas ni con aquellos identificados con la izquierda. El pueblo chileno dio muestras colosales de movilización social en 2019 lo cual hizo posible que Gabriel Boric, de la coalición Convergencia Social, llegara a la Presidencia de la República.

Con ese antecedente se pensó que la constitución pinochetista sería cambiada por otra que habría de recoger demandas y derechos nuevos o sepultados por la dictadura. No fue así, y Boric, que hablaba hasta antes del plebiscito de justicia e igualdad, habla hoy de seguridad e inflación. El Mercurio de 2022 es el mismo que promovió el golpe militar de 1973.

Esa prensa hace pasar por las horcas caudinas cualquier error o falencia del kirch­nerismo. Pero omite las causas que ella misma apoya, como la sujeción al FMI o la reprimarización de la economía orientada hacia el exterior.

La incapacidad del gobierno argentino para modificar los efectos de las políticas neoliberales que han generado pobreza, desempleo y desigualdad puede conducir a una derrota al Frente de Todos, de acuerdo con Gabriela Roffinelli.

Con sus especificidades, el panorama no es muy diferente en otros países donde gobiernan partidos de izquierda o progresistas, salvo en Bolivia, Venezuela y México. Queda por ver cómo lidian los gobiernos de Lula y Petro a esa derecha que se torna cada vez más estruendosa, péptica y tanatógena (el atentado a Cristina Kirchner es una ominosa prueba de ello).