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López Obrador inauguró ayer el complejo

El Presidente, primer húesped del centro turístico instalado en las Islas Marías

El proyecto se coloca al nivel de otras antiguas prisiones en el mundo, como las que albergaron a Mandela, Al Capone y Papillon

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▲ La Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe formó parte de la vida cotidiana de los presos en la centenaria prisión.Foto Pablo Ramos
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Periódico La Jornada
Sábado 17 de diciembre de 2022, p. 5

Islas Marías, Nay., La historia del archipiélago de Islas Marías va más allá de la cruenta prisión que por más de un siglo (1905-2019) retuvo entre sus muros de agua a miles de presos.

Este terreno natural, que ha sido desde escondite y cuartel de bucaneros hasta bastión para la explotación de maderas finas, ayer inició un nuevo capítulo: su apertura como centro turístico, donde se impulsarán la cultura, la conexión con la naturaleza, la protección de la biosfera y el turismo responsable. Los campamentos que otrora resguardaban a los detenidos se han trasmutado en dormitorios que recibirán a partir del 21 de diciembre a los visitantes.

Anoche se inició esta nueva etapa con un primer huésped, el presidente Andrés Manuel López Obrador, que estuvo acompañado por su esposa, Beatriz Gutiérrez, y algunos integrantes de su equipo de trabajo.

El mandatario inauguró el complejo llamado Muros de Agua José Revueltas, en honor al luchador social comunista y a quien el oficialismo apresó en dos ocasiones (entre 1932 y 1935) en la antigua prisión, uno de los lugares más temidos en el imaginario de los mexicanos.

Cuatro horas navegaron López Obrador y sus acompañantes por un Pacífico picado para recorrer los 133 kilómetros que separan los puertos de San Blas y Balleto –la entrada de la llamada Isla María Madre– donde por décadas desembarcaron los miles de presos y que hoy recibirá los ferris con decenas de visitantes.

Estamos muy contentos de estar aquí, aquí vamos a descansar. Imagínense la dicha enorme de descansar, dormir y amanecer en este paraíso que antes llegó a ser como un infierno, pero ahora de nuevo es la gloria, señaló el jefe del Ejecutivo al cerrar su discurso de inauguración.

Y en efecto, la prisión en la isla atrapaba una gran paradoja: la mayoría de los presos estaban en entera libertad: podían ver el sol, el cielo y la naturaleza, pero sobre todo contemplar el horizonte, lo que sin duda representaba el castigo más cruel.

La Semar, encargada

El proyecto está a cargo de la Secretaría de Marina y se espera recibir corridas semanales con una estancia de tres días y dos noches con precios que van de 5 mil a 8 mil pesos por persona. Además de San Blas, los visitantes podrán embarcarse de Mazatlán, a 170 kilómetros de distancia, y a partir de noviembre de 2023 de Boca Chila, a 144 kilómetros.

El cerco de agua se ha convertido en espacio para la recreación y el contacto con la naturaleza, pues hay 26 especies, algunas de ellas endémicas del archipiélago. Para conocer parte de la historia del lugar se cuenta con un museo de sitio, casa de información para los visitantes y diversos recorridos por lugares que eran parte del entorno de los colonos (prisioneros), como la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, el cementerio –cuya tumba más antigua data de 1810 y donde descansan muchos presos– y el Cristo Rey, de 18 metros de altura, que se erige sobre la cima de uno de los cerros de la ínsula.

Este nuevo producto turístico se ubica al nivel de otras islas, como Robben en Sudáfrica, donde Nelson Mandela estuvo confinado en represalia a su lucha por la libertad, igualdad y la paz. También de Alcatraz, prisión de máxima seguridad en San Francisco, California, que mantuvo recluidos a criminales de la talla de Al Capone, y la del Diablo en la Guyana francesa, donde se encontraba encarcelado Henri Charrière, alias Papillon, que actualmente recibe visitas guiadas, refirió el secretario de Turismo, Miguel Torruco, que acompañó al mandatario en la inauguración, en la que también estuvieron el titular de Marina, José Rafael Ojeda, y los gobernadores de Sinaloa, Rubén Rocha, y de Nayarit, Miguel Ángel Navarro.

Ubicadas a kilómetros de las costas de Nayarit y Sinaloa, en el Pacífico mexicano, los primeros reportes de estas islas datan del inicio de la Colonia. En marzo de 1532, con una expedición de Pedro de Guzmán, estos territorios se incorporaron a los dominios españoles. El archipiélago está integrado por tres islas: María Madre, María Magdalena y María Cleofas, así como por un islote llamado San Juanito.

La primera noción para convertir la isla en cárcel se dio en 1857, luego de que el gobierno de Benito Juárez las entregó al general José López Uraga, por su participación en la Guerra de Reforma. El proyecto no se concretó debido a que el militar decidió apoyar a Maximiliano. Al ser derrotado el segundo imperio, se le confiscó la propiedad, pero Uraga consiguió que se la devolvieran al acogerse a una amnistía de Juárez. Años después, vendió las islas por 45 mil pesos al empresario nayarita Manuel Carpena, que fundó la explotación de maderas preciosas y la cría de ganado. Al morir éste, su viuda las ofreció al gobierno de Porfirio Díaz, que pagó 150 mil pesos.

En 1905, el dictador convirtió la isla en la temida y tortuosa prisión. Desde esa fecha y hasta su cierre, en marzo de 2019, la cárcel albergó a alrededor de 45 mil presos.

No hay reportes oficiales de fugados, pues quienes se aventuraban al mar eran tragados vivos por tiburones, mientras quienes se internaban en la selva sufrían hambre y sed que los obligaba a regresar al paradójico encierro, al que Revueltas definió con precisión como muros de agua.