a propuesta del gobierno de Estados Unidos para abordar el fenómeno migratorio es que recibirán cada mes hasta 30 mil migrantes procedentes de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela. Los requisitos son que tengan un patrocinador sin antecedentes negativos, llegar vía aérea, con documentos –evidentemente–, temporalidad por un periodo de dos años y con autorización para trabajar ( La Jornada, 6/1). Por otro lado, acogerá hasta 20 mil refugiados de países de América Latina y el Caribe durante 2023 y 2024 y México aceptará cada mes hasta 30 mil migrantes expulsados de esas nacionalidades que sean rechazados. Se reforzarán las fronteras, de duras y nuevas consecuencias
para quien se atreva a cruzar sin documentos.
Esta es la forma en que el gobierno de Estados Unidos persigue establecer un supuesto sistema ordenado, humanitario y funcional
cumpliendo así, se señala, con una de las promesas de campaña del actual presidente Joe Biden.
Lo primero que habría que señalar es que se trata de una propuesta injerencista, porque afecta la política doméstica de México y trastoca la propuesta inicial de Andrés Manuel López Obrador de no securitización de las fronteras, visas humanitarias y de trabajo, y lo más importante: ir a las causas del fenómeno que obligan a esos desplazamientos forzados.
¿Por qué México tendría que recibir a migrantes devueltos de Estados Unidos, cuando se trata de un problema que debe ser resuelto en ese país y no darles una falsa y perversa salida a sus necesidades?
Habría que recordar que las amenazas del republicano Donald Trump obligaron al gobierno de AMLO a retroceder en su propuesta de política migratoria y convertirla en lo que hay ahora. Y si bien es comprensible que hubo que cambiar porque las consecuencias podían haber sido terribles para una administración que empezaba con grandes retos al frente, ahora estamos en otro escenario, AMLO se ha fortalecido internamente y en la región latinoamericana, y no debe aceptar. Despresurizar la frontera moviendo a las personas al otro lado del río no soluciona nada, porque las causas siguen intactas.
Llama la atención que la propuesta de Biden se dirija a los migrantes de algunos países sobre los cuáles penden embargos, sanciones unilaterales, comerciales, injerencias indebidas con políticas desestabilizadoras para los gobiernos que se alejan de los intereses de Washington. Como he señalado en otras colaboraciones, esas son causas que generan movimientos de poblaciones cuyas urgencias de sobrevivencia los obliga a salir de sus países y Estados Unidos es el causante directo de esos conflictos y, por tanto, responsable de sus soluciones, es decir, levantar sanciones. Se entiende que proponer eliminar todos esos obstáculos es tocar la fibra más sensible del gobierno del país vecino en la medida en que son una clara expresión de la geopolítica estadunidense, cuya estrategia sigue siendo dominar la región y de refilón sus recursos naturales.
Estados Unidos, como la mayoría de los países desarrollados, vive graves conflictos demográficos ante la disminución de la tasa de natalidad. Hay que añadir los retiros por jubilación desde el inicio de la pandemia, un millón y medio de muertos por coronavirus, insuficiente migración debido a la política restrictiva de la administración de Trump y el cierre de fronteras por año y medio a causa del covid ( La Jornada, 7/1). Las consecuencias, de acuerdo con el presidente de la Fed, Jerome Powell, es que hay una escasez estructural de 4 millones de trabajadores que hacen falta
y que en diciembre se crearon 233 mil puestos de trabajo más de los esperados por el mercado alcanzando la tasa de desempleo un nivel mínimo histórico de 3.5 por ciento.
¿Cómo explicar esa política migratoria que parecería totalmente absurda cuando desde hace dos años la mano de obra no alcanza para la economía estadunidense?
Mi hipótesis es que, por un lado, se pretende generar una visión apocalíptica de caos migratorio provocado por los cierres fronterizos; se vincula a los traficantes de personas cuyas redes diseminadas por el mundo les generan expectativas que no se cumplen y son abandonadas en los cruces fronterizos. Todo lo cual vulnera a esa fuerza de trabajo y pone en marcha la funcionalidad de la migración que se refleja en diferencias en el costo unitario laboral. Pero no hay que olvidar que todo ello se presenta en el marco de una región latinoamericana que está poniendo en marcha modelos progresistas que enfrentan, al mismo tiempo, el avance de grupos golpistas de derecha y ultraderecha que convocan, con bastante claridad, a la injerencia de Estados Unidos.