lgo inusitado, una junta de gobierno de reconstrucción nacional toma las riendas para restablecer la paz y dar inicio a una nueva etapa de recuperación. Nicaragua fue un país profundamente lastimado por una familia millonaria y de rancio linaje, también millonario y, además, criminal. Al triunfar la revolución, la etapa oscura de saqueos, despojos y crímenes había llegado a su fin.
Estábamos a la expectativa de lo que pasaba en el país hermano. A través de La Jornada recibíamos información permanente de los enfrentamientos armados entre la guardia nacional somocista y el ejército sandinista. Prácticamente eran partes de guerra recibidos desde los mismos sitios donde se llevaban a cabo los operativos.
También leíamos reportajes que detallaban los pasos de la población civil, ya fuera con el fin de integrarse a la guerrilla o de cómo se organizaban para la resistencia en las ciudades, pues el temor de una contrarrevolución era una realidad.
La esperanza y el anhelo consistían en que esa nueva posibilidad para el pueblo nicaragüense nos alcanzara también a los países de la región. Sentimientos que fueron alimentando la decisión de apoyar a esa heroica revolución. Un proceso creativo que no tenía marcha atrás.
Eso deseábamos y, por esa razón, seguimos haciendo votos para que no muera el espíritu de Augusto César Sandino, de Carlos Fonseca Amador y de tantas mujeres, hombres, niños y niñas combatientes que se unieron a la lucha. Demasiados crímenes, demasiada pobreza, hambre y enfermedades obligaron a la población tan dañada a dar el paso definitivo. ¿Qué otras razones pueden existir para no tomar las armas y defenderse?
Un estacionamiento y un baldío en pocas horas se convirtieron en la actual Plaza de la Revolución por sugerencia del militante sandinista Miguel Blandino Nerio, quien coordinó al grupo de militantes y de civiles a fin de acondicionar este espacio necesario para proclamar el triunfo de la revolución sandinista.
La celebración fue multitudinaria. El pueblo nicaragüense, junto con el ejército sandinista, tenía derecho a celebrar la derrota sobre las tres generaciones de dictadores. La familia de Anastasio Somoza Debayle, última en ocupar la presidencia de Nicaragua, iniciaba su peregrinación buscando un país que le diera asilo. Llegó a Paraguay, país sometido por otro dictador, Alfredo Stroessner Matiauda, pero la justicia lo alcanzó gracias a la Operación Reptil
. Somoza fue ultimado con ráfagas de fusiles de asalto M-16 cuando viajaba en su limusina Mercedes Benz Clase S, el tiro de gracia fue con un certero disparo de lanzacohetes antitanques RPG-2 de fabricación soviética.
La consigna del ejército revolucionario del pueblo, solidarios con la revolución sandinista, fue: “No podemos tolerar la existencia de playboys millonarios mientras miles de latinoamericanos mueren de hambre. Estamos perfectamente dispuestos a dar nuestras vidas por esta causa”.
No son pocos los países en América, en esta segunda década del siglo XXI, que han logrado su liberación y continúan en la batalla democrática hacia la consolidación de sus proyectos revolucionarios y progresistas. El triunfo del FMLN sigue inspirando a la lucha.
En 2018 en México, con el triunfo de la coalición Juntos Hacemos Historia , millones sentimos ese especial ambiente de triunfo sobre los horrores de las mafias neoliberales. Sin embargo, también es importante tener presente la historia, pues el recuerdo de aquellas nefastas y fascistoides dictaduras militares, aunque van quedando atrás, de alguna forma siguen en la memoria de nuestros pueblos.
Próximamente recordaremos con alegría, pero también con preocupación, aquel 19 de julio de 1979. Han pasado 44 años y las esperanzas de una Nicaragua revolucionaria, socialista y defensora de los mejores principios sigue enriqueciéndonos.
Las luchas internas de cada partido político siempre están presentes. Lo importante es conservar ese espíritu combativo del cual hemos hablado. Junto con otros movimientos de liberación en nuestro continente, queremos hacer votos para que las diferencias y las decisiones extremas no ocupen el lugar de los principios revolucionarios.
Los momentos de solidaridad fueron cuantiosos y por parte de muchos países. En cuanto al Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear, nos queda la satisfacción de haber apoyado a profesionales sandinistas con la ayuda en varias áreas.
Los viajes a Nicaragua fueron gratificantes para nuestro sindicato porque la industria eléctrica de ese país no fue abandonada y se resolvieron múltiples problemas técnicos. El grupo que participamos en esas tareas solidarias aún recordamos con gran afecto esa etapa histórica como sindicalistas.
La revolución sandinista ha sido el ejemplo de que cuando un país dice ¡basta! logra el triunfo, no obstante las adversidades.
En la actualidad, deseamos que la razón sobresalga, que no existan presos políticos ni militantes expulsados ni desterrados. El espíritu revolucionario debe continuar.
Twitter: @AntonioGershens