Sábado 1º de abril de 2023, p. a12
Ruda, romero, perejil, rosas, laurel. Anturios, glosíneas, siemprevivas, madreselvas, hueledenoche, ficus, bugambilia, jacaranda, lavanda, helecho pata de conejo, azalea, suculenta… Las plantas, ay, las plantas.
Todos tenemos una relación íntima con esa vida vegetal que nos brinda compañía, protección, alegría. Todos sabemos qué música les gusta, cuáles sonidos las ponen contentas, cuál el repertorio para que crezcan, florezcan, sean felices.
Así como hay Música para aeropuertos (Brian Eno), también hay música para plantas.
Después de escuchar durante muchos días la playlist que reseñé en la entrega de la semana anterior, el algoritmo de Spotify me puso la siguiente: Music For Plants. Mellow Vibrations for Green Leaves, Greent Thumbs and Green Ears.
Son ocho horas y 25 minutos de música para plantas.
Orquídeas, nardos, margaritas, palmera de salón, palo de agua, agapantos, petunias, caléndula, clavel, dalia, croto, hortensia, violetas, higuera, teléfono, gardenia, geranio, lirio...
Amar, cuidar, poner música a las plantas es una práctica espiritual. Una forma de meditación. Una de las grandes alegrías de la vida.
John Cage tenía 238 macetas en su departamento en Manhattan y todas las mañanas les contaba historias, por las noches les servía agua como cena y sólo le faltaba salir a pasear con ellas.
Hay tanta música para plantas como queramos. En mi experiencia personal sé que la música que más les gusta es la de Johann Sebastian Bach y la de Wolfgang Amadeus Mozart.
Les fascina Bill Evans, se ponen loquitas de contentas con Keith Jarrett y se mecen suavemente con la trompeta con sordina de Miles Davis: Round Midnight.
De manera que, ya lo dije, cada uno de nosotros sabe qué música les gusta a las plantas con las que vivimos. La ecuación es muy sencilla: la música que más les gusta es la que más nos gusta, juntos.
Por curiosidad escuché varias veces la playlist que me propuso Spotify y puedo recomendarla con agrado.
Es una colección muy interesante de música ambient, sampleos de trinar de aves, aventuras en sintetizadores, arpas, alientos, y en particular me gustó el mood de percusiones que propone.
Hay episodios de muy elevada calidad musical. El mejor es, no tengo duda, el corte 4: Rothko Chapel 5, composición de Morton Feldman, quien es de muchas maneras el genio continuador de la veta que abrió otro genio, su maestro y guía John Cage.
Es curioso, al igual que la reseña de la semana pasada: The Classical Takeover: Roger Eno, en esta nueva playlist, Music For Plants, nos encontramos música que ya ha sido reseñada en el Disquero y un sistema de vasos comunicantes similar: una pieza nos lleva a un álbum nos lleva a nuevos descubrimientos.
La música que escribió Morton Feldman a partir de la pintura de Mark Rothko rebasa lo sublime. Ese pasaje del listado que hoy propongo es una meditación profunda de la que emergemos con sonrisas y podemos afirmar, porque ese tipo de afirmaciones íntimas solamente existen en la convicción y conciencia de cada uno de los locos que amamos a las plantas, podemos afirmar, decía, que las plantitas en nuestro espacio íntimo también sonríen.
Enebro, mirto, rosa. Rosa rosae rosaurum rosa.
La lista pública de Spotify que hoy recomendamos es tan agradable que nos pone de buenas, nos arrulla, nos acurruca. Nos hace sentir plantita.
Entiendo por qué el algoritmo me hizo esta propuesta tan decorosa: el primer track es de la autoría de quien a su vez propuso el setlist que reseñé la semana pasada, Roger Eno; la pieza se titula Making Gardens out of Silence (No son mudos los jardines ya, sugiero, porque la frase es bella en inglés, pero si la traducimos literalmente, además del odioso gerundio, pierde su belleza natural; sigo la instrucción de mi maestro José Emilio Pacheco: en poesía no hay traducción, hay versión).
Pieza bella la de Roger Eno, que inaugura más de ocho horas en que escuchamos música acompañados de nuestras plantas.
Los títulos de las obras sugieren, evocan, cantilan, ponen frente a nuestros ojos, en nuestra imaginación, jardines edénicos al mismo tiempo que vemos la realidad real: nuestras plantitas en casa, en la oficina, que son tan verdaderas que parecen un sueño.
El segundo track, entonces, se titula Music for Growing Flowers y es de la autoría del escocés Erlan Cooper, quien por cierto es un explorador del interesantísimo concepto de pysychogeography, que conecta identidad, memoria y lugar mediante la música. Su Música para el cultivo de flores es una bellísima pieza de voz y electrónica.
Trasplantar, podar, abonar, sembrar el piecito, el codito, el hijito, regar, mover de lugar, ponerlas un ratito al sol. El cuidado de las plantas produce pensamientos bellos, genera empatía, abona buenos sentimientos. El tiempo que pasamos con las plantas es tiempo de convivencia plena.
Este listado de ocho horas es simpático, agradable, sorprendente, fascinante, deslumbrante, asombroso. Abundan los sampleos con cantos de aves, las voces etéreas, las melodías agradables. El concepto ambient en todo su esplendor.
A diferencia de la playlist que recomendé la semana pasada, donde decía que no puedo escuchar ese tipo de música y, por ejemplo, leer, porque ambas actividades me requieren conciencia plena, esta serie de Música para plantas puede estar ahí, junto a nosotros y las plantas, y podemos ocuparnos de otras cosas.
Es una consecuencia de lo que inventó el genial Erik Satie con su Musique d’Ameublement: una música mobiliario, dicho sea con sonriente ironía, aunque el sentido de humildad de Satie resulta en un efecto de magnificación de la belleza de esa música y de la importancia del mobiliario, pues nos brinda aposento, reposo, apapacho. Lo dicho: nos hace sentir plantita.
Hay piezas notables, como la numerada 10: Dragonfly, de Ozoyo, en su álbum Plantarium.
El track 16 es sumamente bello: Peace Piece, del grupo Green House, con su trinar de aves y su piano que evoca una de las Gimnopedias de Satie, al mismo tiempo que nos lleva a la que considero la obra cumbre de Bill Evans y que así se titula, Peace Piece, y que nos otorga, efectivamente, paz interior, tanto el original de Bill Evans como la paráfrasis que nos brinda Green House. Bella música que nos conduce a paz interior.
El track 21, Lithe, es un tour de force a cargo de Popp, percusionista alemán experto en convertir baquetas en colibríes, platillos de batería en mariposas, tambores en campánulas vegetales.
El corte 29 también es edénico. Lenz Pianoday 2022: voces de niños jugando, sonidos de ensoñación a cargo de Jan Sturm.
El siguiente capítulo es un clásico de clásicos: Cutting Branches For a Temporary Shelter, de la Penguin Café Orchestra. Ya nos vi: lluvia, ramas a manera de paraguas. Refugio del alma.
Y ya que hablamos de clásicos, ahí está el corte 34, a cargo de Moby: Live Ambient 1, y después el 39: Spirales, a cargo de Deuter, el mago alemán; o vayamos más adelante: Fog Rolls Out Rabun Gap, con más trinar de aves y cantar de grillos; o el 76: Chysis, otra vez Green House que en esta vez parafrasea a Vangelis; o el 95, cuyo título dice todo: The Geranium Room, a cargo de Imaginary Soft Woods; o el notabilísimo track 96: Dissolving Clouds, a cargo de Biosphere.
En fin, pura coherencia vegetal, música que nos mezcla hemoglobina con savia, raíz con vientre, pétalos con labios, hojas con sonrisas. Suena la música y ellas, las plantas, nos recuerdan que están ahí para escucharnos, acompañarnos, para chupar alguna mala vibra y convertirla en vibraciones diferentes, positivas. Suena la música y ellas, las plantitas, nos recuerdan que están ahí para curarnos, para cuidar nuestro sueño, nuestros sueños. Están ahí para abrazarnos.
Las plantas, ay, las plantas.