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Nosotros ya no somos los mismos

El trilema de la columneta y su decisión salomónica

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▲ Cada día hay más mujeres con un empleo, pero se trata de trabajadoras domésticas, es decir, sin contrato ni seguridad social y con ingresos mínimos, quienes representan 10 por ciento de la fuerza laboral.Foto Roberto García Ortiz
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ice el lexicón que un dilema es la situación que enfrenta una persona y en la cual tiene que decidir entre dos proposiciones contrarias y disyuntivas. Los múltiples sinónimos (alternativa, opción, encrucijada, exclusión, albur) nos dejan muy claro el significado de este vocablo que, además, de sólo un golpe nos hace imaginar hasta el estado de ánimo del individuo que atraviesa por un momento de esta naturaleza. Las reacciones ante un dilema son tantas como caracteres y temperamentos existen, o ideologías, creencias, militancias. Instituciones hay que en sus ordenamientos internos no conciben la posibilidad de que en la mente de un afiliado brote la más mínima duda (dilema), entre lo que debe de hacer o no: las fuerzas armadas de todas las naciones, la Cosa Nostra, el Ku klux klan, la Iglesia católica (que aunque predica el libre albedrío, piadosamente te señala: tú eres libre de pensar y actuar como quieras, pero si lo haces en contra de lo estipulado por nosotros, tendrás que domiciliar todos tus créditos en el círculo del averno que te corresponda, según lo establecido en el Código Penal Diabólico (Tabla de los 10 Mandamientos, más leyes secundarias y reglamentos aplicables), de acuerdo con tu nómina pecaminosa y su penalidad establecida. Sobre este punto conviene aclarar. En estos cadalsos o mazmorras no procede el recurso de amparo ni existe la prisión preventiva. La sentencia y la pena merecida están cantadas: es culpable y la duración de su castigo será de unos minutos más que la eternidad.

Todas estas innecesarias disquisiciones son para decirles lo que le pasa en estos momentos a la columneta: ella es totalmente reacia a la toma unilateral de decisiones. Siente que optar implica, inevitablemente, discriminar (concepción, por supuesto, equívoca). Fanática de los consensos, ahora se encuentra no ante un dilema sino, quién lo creyera, frente a un trilema: la multitud estuvo conforme en que, dentro de su semanal contenido, se incluyera una sección que basara su información en cifras, en datos numéricos no sólo ciertos sino comprobables y, por supuesto, entendibles para todo el que les eche un ojo. Así se hizo en las tres últimas entregas, sólo que el tema fue siempre el mismo: la desigualdad, la explotación y el mal trato cotidiano en todos los órdenes y niveles al sexo femenino: salarios, oportunidades de empleo o de educación superior, violencia extrema en los medios de transporte y en casi todo lugar público e indefectiblemente la revictimización a las agraviadas. No hubo varón (menos fémina) que no estuviera de acuerdo en la exposición, protesta, denuncia de lo señalado, pero sí hubo quienes también hicieron ver que había otras causas dignas de ser exhibidas. La discriminación en razón de sexo, género, etnia, posición económica, nivel educativo o discapacidad alguna debe quedar a salvo de la perversión anímica que conlleva el comportamiento que caracteriza a las poderosas minorías detentadoras del planeta que a todos pertenece. ¡Quién lo creyera a estas alturas! La discriminación es como un harakiri que una vergonzante minoría de la humanidad aún practica sin entender que se trata de una afección que elimina, inevitablemente, a quien la ejerce.

La decisión de la columneta, de nueva cuenta, es salomónica (¿de veras Salomón habrá sido tan racional y justiciero?) y por eso aclara: 1) seguirá y perfeccionará la sección de numeralia, cuyo objetivo es procurar una más eficaz sintonía entre lo que se tramite y lo que se recibe, interpreta y coincide con el mensaje enviado/recibido; 2) se expresarán opiniones y comentarios sobre los acontecimientos del momento, mismos que serán responsabilidad exclusiva del escribidor, y 3) abusando de su edad provecta, relatará aconteceres de otro mundo, es decir, del siglo pasado, del que cada día hay menos sobrevivientes que la puedan desmentir. Ahora, en las pocas líneas faltantes, algunas referencias sobre la situación de la mayoría nacional: 1) se nos informa que cada día hay más mujeres con un empleo, pero no se nos completa la información: se trata de trabajadoras domésticas, es decir, sin contrato ni seguridad social y con ingresos mínimos. Así lo reporta la acuciosa reportera Carolina Gómez Mena: ellas representan 10 por ciento de la fuerza laboral, pero…, lo sabremos en una semana, además de otros datos que ni imaginan, pero que nos harán ver que la vida real tiene una audacia capaz de enfrentar no sólo nuestra precaria realidad, sino hasta la propia GPT.

@ortiztejeda