a actividad del día –y uno de los platos fuertes del festival– ha sido el estreno en proyección especial de Strange Way of Life (Extraña forma de vida), western dirigido por el cineasta manchego Pedro Almodóvar. Podría sonar improbable, pero no lo es. Todo buen cinéfilo de antaño –y Almodóvar lo es– guarda abierta admiración por un género que algunos ya consideran muerto, aunque sigue dando señales de vida sana.
Considerada por el propio cineasta como enmienda a la película Secreto en la montaña, de Ang Lee (2005), Strange Way of Life es un cortometraje sobre el rencuentro amoroso entre el sheriff Jake (Ethan Hawke) y el vaquero Silva (Pedro Pascal, el actor chileno de moda). Si bien los dos llevan 25 años sin verse, la pasión subyacente les permite tener una noche (sugerida) de intenso amor carnal. Sin embargo, el sheriff sospecha un motivo ulterior en el regreso de Silva: el hijo de éste es sospechoso de haber matado a la cuñada del primero.
Filmado de modo clásico, el corto es elocuente en demostrar que el amor viril, bastante común en las amistades entre cowboys, podría estar sustentado en un deseo que no se atreve a decir su nombre.
Lo que se llamó Una cita con Pedro Almodóvar fue la ocasión para que el propio director presentara su último opus al lado de Hawke ante un público enloquecido, que esperó largo rato bajo la lluvia para entrar y atiborró la sala Debussy. Luego de sucintos 31 minutos de proyección, ambos sostuvieron una plática en la cual Almodóvar, de buen humor, confirmó ser uno de los autores actuales que tiene más claras sus intenciones cinematográficas y la manera de llevarlas a cabo. Una verdadera clase magistral, vaya, dictada en spanglish.
Por otra parte, la competencia fue formalmente inaugurada por Kaibutsu (Monstruo), del japonés Hirokazu Kore-eda, realizador a estas alturas infalible, por lo general asociado con temas familiares. En esta ocasión ha narrado un relato desde tres perspectivas diferentes (llámenlo el Rashomon del nuevo milenio): primero una madre viuda (Sakura Ando) se queja ante las autoridades escolares del maltrato que su hijo (Soya Kurokawa) ha sufrido a manos de un maestro (Eita Nagayama); luego, veremos la versión de este último y finalmente se enfoca al niño y su mejor amigo, una víctima de bullying que desata el malentendido.
En su primera película japonesa desde Un asunto de familia, ganadora de la Palma de Oro en 2018, Kore-eda intenta una nueva estrategia narrativa permeada de ambigüedad. Algunos hechos no son inmediatamente claros y hay intencionales huecos en las primeras dos revelaciones. Sin embargo, en la tercera todas las piezas caen en su lugar, con una fuerza emotiva muy conmovedora. (Por cierto, la película está dedicada al recién fallecido Ryuichi Sakamoto, autor de la eficaz banda sonora).
La otra concursante fue Le retour (El regreso), de Catherine Corsini, la primera francesa ( Jeanne du Barry, de Maïwenn, no cuenta porque se exhibió fuera de competencia). En ese melodrama familiar se describen los avatares sentimentales de una madre de origen africano y sus dos hijas adolescentes cuando regresan a Córcega. Una de ellas es estudiosa y la otra es un desmadre; a final de cuentas la primera se involucra en una apasionada relación lésbica y sufre una sobredosis en una fiesta, mientras la otra es quien se comporta de manera más sensata. La película se dejaría ver si estuviera en una plataforma digital, no en el festival más importante del mundo.
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