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Apuntes postsoviéticos

¿En serio?

L

a pregunta del título de esta entrega es obligada ante el despropósito de la propuesta que hizo para poder alcanzar los objetivos de desmilitarizar y desnazificar Ucrania y, sobre todo, quien la formula, precedido de amplias credenciales como académico, director de la facultad de economía mundial y política internacional de una de las más prestigiadas universidades de Moscú y fundador del consejo de política exterior y de defensa que asesora al Kremlin y lo convierte en una de las voces más escuchadas en la élite gobernante de Rusia.

El personaje se llama Serguei Karaganov y esta semana sorprendió a todos al ir un paso por delante del jefe adjunto del consejo de seguridad de Rusia, Dimitri Medvediev, quien suele amenazar con el uso del arsenal atómico ruso en estricto apego a lo que establece la doctrina nuclear del país, por ejemplo en caso de una agresión que ponga en entredicho la existencia misma del Estado ruso.

Como eminencia gris que aspira a pasar a la historia, Karaganov llegó a la conclusión de que no se podrá ganar la guerra, que comenzó con la invasión el 24 de febrero del año pasado, aun quedándose con el territorio que ahora ocupa Rusia: el conflicto podría durar decenios. Por eso, tras argumentar que las armas nucleares tienen un sentido divino y Dios las creó para dar lecciones a los seres humanos, afirma que Rusia tiene que usarlas para salvar a la humanidad de su desaparición, asegura.

Está convencido de que Rusia podrá doblegar la resistencia ucrania sólo si Occidente deja de ayudar a Kiev y, para ello, debe asestar un golpe preventivo contra, menciona como ejemplo, Polonia. Pone las manos en el fuego de que Estados Unidos no va a cambiar un hipotético Boston por un hipotético Poznan, por lo cual Moscú debe subir el tono de la escalada nuclear para que lo respeten todos.

No importa que la iniciativa de Karaganov sea una aberración tipificada como delito por el código penal ruso. Dice que nadie juzga a los vencedores.

Con ese tipo de propuestas, aun en el supuesto de que sólo pretendan sembrar miedo y hacer dudar a Washington y otras capitales para que cesen la ayuda a Ucrania, se inicia un juego temerario, al ofrecer al Kremlin la solución para una victoria fácil y pronta, que podría generar el efecto contrario: un final catastrófico para todos.