ntre las muchas organizaciones internacionales de nueva estirpe destaca Local Futures, un think tank de pensadores que proclaman lo local como bandera de lucha (https://www.localfutures.org/). Este organismo de la sociedad civil fue fundado en 1978 por Helena Norberg-Hodge, quien sigue como su directora, y hoy está presente en 30 países.
Como se lee en su página: “Nosotros impulsamos el poder de lo local como una estrategia clave para restaurar el bienestar ecológico, social y espiritual… como un instrumento que ayude a construir un movimiento internacional para el cambio sistémico”. La proclamación de lo local que a primera vista aparece como algo ingenuo, fútil o sofisticado cobra sentido cuando se erige como antítesis de lo global, y cuando se conecta con el tema de las batallas por los territorios, que hoy se han vuelto la principal conflictividad por todos los países del mundo. Y es que en esta era de dominio casi total de las corporaciones por todas las dimensiones de la vida humana, las cuales actúan e impulsan acciones y valores a escala global, los enfrentamientos con las comunidades locales ejemplifican un choque de visiones. El capital corporativo impulsa una economía globalizada de largos circuitos con productos industrializados que contrastan con las economías locales de circuitos cortos y con productos naturales. Esta globalización trasciende lo económico y se vuelve una fuerza que disloca culturas y relaciones sociales, desmantela paisajes y entornos naturales, desarticula memorias e identidades y destruye en lo general la condición humana. Esta globalización de naturaleza mercantil capitalista es la causa primera de la tremenda crisis ambiental y social que hoy se vive.
¿Cómo hacer que las comunidades locales resistan la globalización sin perder de vista lo que ésta ofrece de positivo? Local Futures ha declarado junio como el mes de lo local y ha organizado numerosos paneles con reflexiones colectivas en varios países. La rama mexicana, conocida como Alianza para un Futuro Local, celebró la semana pasada una mesa redonda en la que se invitó a Jorge Coloma, director del programa sobre cultura comunitaria de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uniac), como conferencista principal junto con cuatro comentaristas nacionales, incluyendo a quien esto escribe. La tesis central del pensador cubano es que lo local se fortalece por los impactos directos de los creadores culturales en las comunidades, mediante acciones de carácter participativo. Para comenzar resulta una verdadera sorpresa saber que la Uniac no es un organismo del Estado cubano, sino una instancia de la sociedad civil, autónoma en sus decisiones apoyada por el gobierno. La Uniac fue fundada en 1961 y es una creación que surgió de los acuerdos entre el político (Fidel Castro) y el intelectual (Nicolás Guillén). Y este es un aporte original de la revolución cubana al mundo. Hoy la Uniac agrupa a 9 mil creadores: músicos, artistas plásticos y escénicos, escritores y de la radio, cine y televisión que se admiten por sus logros y experiencia por comités de selección. Y estos creadores de la cultura trabajan en cientos de comunidades a lo largo y ancho de la isla. La cultura deja entonces de ser una práctica exclusiva de una minoría de minorías para convertirse en una actividad de muchos, confirmando que los pueblos del mundo rebosan de seres creativos en todas las ramas y que más que un fin la cultura es un medio para la sociedad.
En México lo anterior queda testimoniado en los cientos de resistencias locales por la presencia de la fiesta. No hay movimiento ciudadano local que no sea acompañado por festejos diversos. Cantos, bailes, lecturas de poemas o narraciones, creación de artesanías, videos y documentales, estaciones de radios comunitarias, pinturas murales. Hoy tiende a olvidarse que la política es parte de la cultura y no lo contrario. Termino esta reseña con la frase de Miguel Barnet: Luchar por la cultura es luchar por la supervivencia de la especie humana
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