amigo
partir del momento inmediato posterior a la euforia por el triunfo de Morena en 2018, actores, dirigentes, militantes y simpatizantes de la Cuarta Transformación sabían que para 2024 la oposición estaría en el interior de su movimiento y que vendría con fuego amigo; lumbre que hoy, cinco años después, de amiga no tiene nada y de incendiaria lo tiene todo. Lo vieron venir y tenían razón: la pugna para suceder a Andrés Manuel López Obrador está, a pesar del insistente llamado a la unidad, en sus propias filas.
Iniciaron los recorridos de los aspirantes a la coordinación de la defensa de transformación, es decir, de quienes aspiran a la candidatura por Morena a la Presidencia de la República. Los discursos giran alrededor de la propia causa, se habla de unidad e ideales comunes, de respeto y continuidad al proyecto, pero la conducta, en varios casos, se aleja de ahí y acude a lugares pasados por los que la mayoría de los electores votaron, en 2018, para erradicar.
Dentro del cambio y transformación, y a pesar del discurso de no somos iguales
, parecen vigentes conductas propias de aquella cargada posrevolucionaria de hace 100 años. Cada vez se dan más desde tribuna y a lo largo de recorridos proselitistas eventos que nos remiten a aquellos años cuando subgrupos de poder dentro de una supuesta causa en común intentaron decidir, a través de guerra sucia y difamaciones, el futuro político del país y con ello la sucesión presidencial.
Vimos el intento de portazo que Yeidckol Polevnsky quiso dar en el registro de aspirantes a la coordinación de la defensa de la transformación a pesar de que ya no cabía, de acuerdo con las reglas de su partido y al acuerdo de sus consejeros nacionales. Casualmente –aunque en política no hay casualidades– y sin invitación, llegó al mismo tiempo que Claudia Sheinbaum, diciendo que le habría hablado el Presidente al oído –como una vez un pajarito a Nicolás Maduro– para registrarse, y que su razón para pretender ser presidenta es que es mujer y fundadora de Morena, y nada más.
Otro caso que recuerda a Los relámpagos de agosto, de Jorge Ibargüengoitia, es que a pesar de que se prohibió el que durante el Consejo Nacional de Morena se utilizaran cámaras y celulares, se filtró un video en el que Claudia Sheinbaum reclama a Alfonso Durazo el que no haya impedido que se violaran acuerdos durante el Consejo Nacional y con ello las porras de Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard –prohibidas– la increparan a su llegada. ¿Quién grabó el video? ¿A quién convenía filtrar el reclamo?
Hace un par de días Marcelo Ebrard dijo que crearía una nueva secretaría de Estado y que para encabezarla proponía a un hijo del presidente López Obrador, a Andrés Manuel López Beltrán, quien a las pocas horas le respondió con una misiva, que más bien parece misil, su rechazo a la invitación para, justamente, procurar la unidad y el piso parejo que un día, y otro también, vulneran aspirantes a suceder a su padre en la transformación del país.
Después del movimiento revolucionario en México los ideales por los que se luchó fueron traicionados por la sed de poder de quienes con las palabras condenaron a la pobreza, pero con la conducta la institucionalizaron al percatarse de que la necesitaban para ganar elecciones. Cayeron en lo mismo que sus antagónicos a quienes superaron hasta casi vender la patria, dejando en ella a millones de pobres endeudados para pagar los excesos de unos cuantos privilegiados, como sucedió con el Fobaproa.
Esa capacidad camaleónica de mimetismo inverso con el que el más fuerte se disfraza de débil para su beneficio no parece haber quedado en el pasado ni ser ajena a la Cuarta Transformación. No es de extrañar, pues –como ya he dicho en este espacio y sigo afirmando–, que el PRI ni se crea ni se destruye, sólo se transforma y que su capacidad de adaptación es tan precisa que da a sus microorganismos la capacidad de separase para volverse a juntar y continuar con su actividad parásita.
Escritas en la historia de México están las atrocidades cometidas por quienes se dijeron continuadores de la lucha revolucionaria, pero institucionalizaron el fraude electoral y la robadera. Son los mismos que abandonaron al campo y abusaron de los obreros, son quienes vendieron los bienes de la nación y se enriquecieron a costa de los más pobres. Oportunistas siempre habrá, de esos que en el intento por satisfacer sus ambiciones personales que se convencen a sí mismos de la falsa existencia de sus espejismos.
Hablando de espejismos y espejitos, se ha preguntado usted, estimado lector, ¿quién de la y los aspirantes a continuar con la transformación del país no militó en las filas del partido de la mafia del poder?