ompartir situaciones en momentos especiales de la vida con alguien plenamente identificado en lo político, con los principios de libertad y de justicia social, crea vínculos difíciles de olvidar. La noticia del fallecimiento de Adolfo Gilly nos puso al tanto del tiempo transcurrido desde aquellos días inciertos en Lecumberri, pero, definitiva y sorprendentemente, productivos.
Nuevamente, la idea de despedirse de un personaje como Adolfo deja secuelas de nostalgia por las emociones compartidas, entre éstas, la certeza de que a través del entonces nuevo periódico La Jornada íbamos a continuar nuestra lucha. Ambos fuimos miembros fundadores de este diario y compartimos espacios laborales comunes.
Continuaremos, hasta el último momento posible, en esta búsqueda por la soberanía total de México, país que, como a cualquiera de los nacidos aquí, también te cobijó.
El trabajo político que hemos hecho a lo largo de casi siete décadas, aunque desde líneas de fuego diferentes, ha trascendido de alguna manera. Próximamente, el trabajo de rescate que está avanzado en el presente gobierno será fruto del esfuerzo de millones de personas que decidieron dar los verdaderos primeros pasos para la recuperación del país.
Por lo menos contamos con seis refinerías rehabilitadas, con una de reciente adquisición de la cual el monto de la compra ya está cubierto. Además, está funcionando la Olmeca, ubicada en Dos Bocas, municipio Paraíso, Veracruz. Sobre el futuro del petróleo hablamos muchas horas, pláticas que nunca concluíamos.
Con los resultados tangibles actuales, los esfuerzos de años bien han valido la pena. Las ideas de lo que son los derechos, la dignidad y la soberanía van filtrando las falsas concepciones de modernidad y de sociedad avanzada sólo por el hecho de someterse a las exigencias del neoliberalismo.
La turbia economía del mercado libre y las presiones de la oligarquía sobre los gobiernos sexenales en el poder eran el tema durante dos horas, sin interrupciones, cuando coincidíamos (casi siempre) en tareas comunes.
Tuvimos constantes intercambios en lo ideológico y las lecturas fueron nuestros mejores instrumentos para el debate. También los tiempos para beber mate en las típicas cuias con sus bombillas añadieron a nuestra injusta reclusión una especie de premio al final de nuestras obligadas guardias nocturnas para que nuestra crujía N
no fuera allanada.
La oportunidad de compartir experiencias con personajes como Víctor Rico Galán, destacado periodista y escritor, significó un enriquecimiento en nuestra identidad como presos políticos. Prácticamente, Víctor era el jefe del grupo, y tanto los compañeros trotskistas, como Gilly, algunos maoístas, marxistas y hasta marxistas-leninistas nos adecuábamos a las circunstancias adversas, con la orientación del compañero Rico.
Por lo que enfocamos nuestra atención en el estudio y a la organización de nuestras actividades de sobrevivencia en la comuna organizada entre todos.
Cada quien con su carácter y estado de ánimo nos concentrábamos en el estudio y las tareas para no desconectarnos de la realidad. La mayoría de los días de reclusión, aun sin comunicarlo a los demás, nos fortalecían y también nos preparaban para cualquier eventualidad. Esta fortaleza nos sirvió de alguna forma para esperar con optimismo la integración a la vida laboral una vez recobrada la libertad. De hecho, nunca dejamos de ser libres.
Bajo la consideración y el liderazgo del compañero Rico Galán, organizamos desde principio a fin de nuestro secuestro las investigaciones que hicimos a través de los libros y documentos que lográbamos conseguir a través de nuestros contactos del exterior.
Acerca de nuestras actividades de estudio, comparábamos traducciones, interpretación de las lecturas y, sobre todo, revisábamos nuestras propias ideas.
Fue una preparación de gran utilidad en nuestros posteriores trabajos.
Todos contribuimos a la Cárcel fecunda, como lo explica el comandante Fidel Castro en su libro del mismo nombre. Los logros que en la actualidad se registran en el asunto de la industria energética, los rescates que parecían imposibles, pero que van avanzando, parte de esas decisiones fueron sembradas en aquellos días compartidos con Gilly.
Hacemos hincapié en que la vida productiva de Adolfo nos permitió acercarnos más a los temas filosóficos, históricos, sindicales y económicos. De igual forma, podemos decir que nos contagió de su profunda necesidad de trascender.
Hasta siempre, compañero Gilly.