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Love in Exile, la poesía de la gacela
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▲ Portada de Love in Exile, de Arooj Aftab, Vijay Iver y Shahzad Ismaily.
 
Periódico La Jornada
Sábado 15 de julio de 2023, p. a12

He aquí que la divinidad se posó sobre las almas de tres músicos ensimismados y nació un disco de belleza inenarrable: Love in Exile, metáfora inmediata de lo inalcanzable.

Los tres músicos: la cantante de música preñada de poesía y de ritual, Arooj Aftab, neoyorquina nacida en Pakistán; el pianista Vijay Iyer, de ancestros acentuados en India; el multinstrumentista Shahzad Ismaily, semidiós también de padres asentados otrora en Pakistán y ahora ciudadano de Manhattan.

Estamos frente a uno de esos discos donde donosura y donaire redondean. Es una pieza de orfebrería de pastores ancestrales, una serie de encantamientos de ritual, música de tálamo, en el sentido erótico de lecho amoroso por igual que anatómico, por esa zona del encéfalo que interviene y regula la actividad de los sentidos. Música, entonces, sexual y sensual. Es como El Cantar de los Cantares sufí.

La belleza de esta música es un arroyo cristalino en el campo cuya trayectoria es una trenza formada por la voz de otro mundo que nace del pecho de la pakistaní Arooj Aftab, rebota en el piano de susurros del indio Vijay Iyer y va a parar, para elevarse, en el contrabajo acústico y el sintetizador Moog del pakistaní Shahzad Ismaily, los tres con ojos cerrados, en clara actitud meditativa.

La sensación del escucha es de ensoñación, gozo, traslado a otras eras, otros ámbitos.

El canto de Arooj Aftab es una combinación afortunada de eras y geografías: fundamentalmente, la música de su natal Pakistán, el canto qawwali, que popularizó hace un par de décadas Nusrath Fateh Ali Khan gracias al trabajo de difusión que emprendió Peter Gabriel con su proyecto Womad.

La concentración del canto de Arooj Aftab pertenece a la estirpe ghazal, que es la poesía amorosa cultivada durante milenios en las literaturas árabe, persa, turca y urdu.

Una gacela (ghazal) puede ser visualizada como una expresión poética del dolor de la pérdida o la separación y la belleza del amor a pesar de ese dolor.

Arooj Aftab nació en Pakistán y emigró a Nueva York. Su primer álbum, Bird Under Water, es la gacela transmutada en ave bajo el agua, es poesía amorosa, velos acuáticos, vuelos rasantes, paraíso sufí.

Su segundo disco, Siren Islands, continúa esos surcos de agua y se transfigura en la Metamorfosis, de Ovidio. Su nuevo disco, con sus paisanos Vijay Iyer y Shahzad Ismaily, es la apoteosis de lo sutil, lo íntimo, el amor y sus potencias metafísicas susurradas al oído.

En el álbum Love in Exile todo acontece en murmullos, voz baja, de ella como de los instrumentos, notas sutiles, apenas insinuadas, parsimonia, calma, lentitud de arroyo calmo.

El pianista Vijay Iyer es una de las grandes personalidades del ámbito jazz, pero en realidad su obra abarca partituras de vario linaje y, por tanto, pertenece al reino sagrado de lo inclasificable y muy adentro del territorio de la música espiritual.

Además de compositor, es científico dedicado a las maneras como escuchamos música los humanos y todos los seres vivos. Lo suyo es la neurociencia de la música. El New York Times lo definió en su momento así: Conciencia social, colaborador multimedia, constructor de sistemas, rapsodista, pensador histórico y puente de entrada multicultural.

Hijo de inmigrados de India, Vijay Iyer nació en Albania y se crio en un suburbio de Nueva York. Es pianista autodidacta, aunque estudió violín desde los tres años de edad y durante tres lustros. Tiene doctorados en matemáticas y en física por la Universidad de Berkeley. Una de sus tesis de doctorado está dedicada al estudio de la música africana y afroestadunidense, y otro de esos documentos de especialización de posgrado se titula Music Cognition, estudio científico del proceso de escucha.

Activista social, ciudadano ejemplar, sigue a pie juntillas la consigna de Rita Dove: ante el sufrimiento, la belleza nos salva.

En el disco Love in Exile, Vijay Iyer traza curvas de la trenza tripartita que comparte con Arooj Aftab y Shahzad Ismaily. Siempre los ojos cerrados, sus falanges alternan botones de un dispositivo de sonidos electrónicos con el teclado de su piano vertical. Podemos ver en Internet un Tiny Desk Concert, donde los tres meditan mientras musitan murmuran mullidas masas mínimas y, por eso, monumentales de sonido. Ellos dos sentados, ojos bien cerrados, ella de pie frente al micrófono, mientras sus manos danzan en el aire y su rostro se transfigura en una diosa sufí.

Shahzad Ismaily es hijo de inmigrantes de Pakistán. Tiene maestría en bioquímica por la Universidad de Arizona y también es músico autodidacta. Su aspecto físico es el de un dios antiguo, muy antiguo, capaz de atravesar a placer portales dimensionales y transitar por los planetas todos.

Ismaily es un maestro en muchos instrumentos: bajo acústico y eléctrico, guitarra, banjo, acordeón, flauta, batería, percusiones, sintetizadores análogos, y su magia puede degustarse en los mejores discos de Laurie Anderson, Lou Reed y Tom Waits.

De hecho, este Disquero de hoy se lo debemos a Ismaily, pues estudiando el nuevo disco de Bob Dylan, Shadow Kingdom, nos encontramos varias minas de oro que excavaremos luego y por lo pronto recordaremos solamente que él, Ismaily, es autor de buena parte de la magia de ese disco flamante de Bob Dylan porque toca el acordeón como una exhalación de volcán en cámara lenta, en telurismo musitado, como la corriente de un arroyo que se solaza en los interludios de ese disco.

En el álbum que hoy nos ocupa, Love in Exile, Ismaily toca el bajo acústico de manera celestial y activa sonidos de otros mundos desde un sintetizador Moog, tan antiguo como mágico. Su estampa hierática es su reflejo en sonido: venido de otro mundo, ida y vuelta, vuelta y día y noche y día, como un personaje de cuento de hadas narrado en poesía por Edgar Allan Poe (Quot the Raven Nevermore), como un médium, un espíritu guía.

La voz de Arooj Aftab nos conduce a lo místico, lo cósmico, lo infinito, lo profundo, el sentido del tiempo, el sentir del tiempo, su latido. Canta Arooj himnos de tálamo y de ébano y ramos de laurel. Su voz nos colma el alma de quietud. La plétora de la felicidad.

Canta Arooj el amor ensimismado, el amor que quedó flotando como una hoja de laurel que levita apenas movida, conmovida, por el viento. Canta Arooj los vestigios del amor, los saltos de la gacela, los cantares del cantar, los cántaros de miel y leche, los cánticos solemnes de nuestro más profundo ser, que flota en el viento mientras Ismaily musita cantinelas, campanas a lo lejos, latidos en las cuerdas de su contrabajo, mientras Vijay Iyer también se ensimisma en notas repetidas, como se repite un verso que nace de nuestros labios mientras dormimos, porque vivimos, mientras escuchamos este disco, en el rapto hipnótico, el intersticio del sueño, el encantamiento.

El amor está exiliado y es una gacela que salta y vuela y flota, como una mota de polvo, como una brizna dorada, como los versos de Rumi: pon tus pensamientos a dormir, no dejes que arrojen una sombra sobre la luna de tu corazón. La cicatriz es el lugar donde te entra la luz y la belleza del corazón es la belleza duradera.

Duerme, amor, en el exilio.

Twitter: @PabloEspinosaB

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