os aspirantes a la candidatura presidencial de la oposición política han discurrido acerca de la estructura energética del país. Aprovechando el foro que les brindó el empresariado regio, hicieron precisiones al vuelo. Todas bordan, sin reconocer, sobre sus pasadas fechorías partidarias cuando fueron gobierno. Están proponiendo, a tientas, sus formulaciones de campaña. Alegan que reformarán y auditarán el estado que guardan las dos grandes empresas públicas del país: Petróleos Mexicanos (Pemex) –a la que hasta le cambiarían de nombre– y la Comisión Federal de Electricidad.
Por lo demás, recalan en la difundida plataforma de las ubicuas energías limpias. Implicando por ello sólo a las eólicas y voltaicas. Ambas, en realidad, generadoras intermitentes de electricidad. Pero ese aspecto lo soslayan de manera tramposa o, simplemente, por ignorar el efecto disruptivo que causan en la estabilidad en el sistema, intrínseco a su naturaleza. Lo mismo hacen al decir que sustituirían el uso de los recursos fósiles sin explorar y explicar el uso que éstos, todavía abundantes energéticos, tienen ahora y en el futuro.
Las posturas adelantadas por los tres proponentes de ideas son por demás trilladas y, en mucho, completamente falseadas; en nada se distinguen de aquellas del viejo modelo concentrador e injusto. Es decir, regresan, hasta con chistoretes de fingida alegría y gracia, a ese pasado privatizador que ya desapareció del horizonte nacional. Pero sus improvisaciones no registran paso alguno del tiempo. Menos aún de las transformaciones en proceso que han incidido sobre la conciencia ciudadana. En un muy corto tiempo –tan sólo cuatro años– se ha dado un cambio profundo en esa realidad. Las empresas, ahora vistas como del Estado, se enfilan, con sólidos trancos, a convertirse en pivotes de la soberanía energética de México. Les falta un buen tramo que recorrer a ambos organismos. Pero los que han dado son de una solidez envidiable. No habrá ruta en reversa, muy a pesar de las numerosas trabas que se les arrojan desde la oposición, el aparato legal y los intereses externos.
No es ocioso repetir al conjunto del PRIAN que fueron ellos los que martirizaron a estas valiosas empresas. Ellos pusieron su conducción en manos de deshonestos personajes. Ellos las encaminaron, hasta con sevicia, a la extinción. Ellos también las endeudaron hasta lo inconcebible. Con reconocible intención y mucha falta de previsión hasta empresarial, lograron situar al sector energético como una entidad con serias vulnerabilidades. Ahora arguyen, repitiendo tonteras, que Pemex está quebrada y requiere una revisión integral. Ni por un momento aceptan su enorme contribución en el sostenimiento de la hacienda pública. Muy a pesar de la irracional explotación de los enormes depósitos de crudo y gas que se hizo. Y, con ello, por desgracia, las fuerzan a ser subrogadas de la plutocracia interna para quienes trabajan con ahínco envidiable. Estos negociantes, también evasores fiscales, fueron consistentemente perdonados sin penas, rondaban, obsequiosos, por todos los pasillos del poder, traficando influencias. Movían los resortes al amparo de la abundancia petrolera. Abundancia que, por otro lado, pretendían finiquitar después o entregarla al extranjero. Siempre se confiaba en los, al parecer, inagotables ingresos de la exportación de crudos y el precio subsidiado de la electricidad, para rellenar los huecos en los recursos públicos y ensanchar privadas talegas oprobiosas.
Eso hace ahora la oposición y parlotean sus abanderados. Alegan que ven el futuro, que son modernos, que arreglarán lo descompuesto. No se dan cuenta de que sus partidos fueron y son, precisa y exactamente, parte de la estructura que todo lo contaminó. De los grotescos dispendios en que incurrieron junto con su entreguismo epidérmico, congénito y hasta visceral. Es preciso que se rexamine lo que están queriendo configurar como motivos de campaña. No se puede dejar pasar semejante distorsión y cinismo. En verdad, no tienen otra propuesta en mente. Recalan en lo que aprendieron y de lo que, muchos de ellos, vivieron. Lo que el señor Gurría les acercará con su plan, no será diferente de lo que está contenido en la reforma de 2014 que tantas fanfarrias les acarreó.
Es por ello que los dirigentes de Morena emprendieron la tarea de perfeccionar sus visiones con la mirada puesta en lo que hará su próximo gobierno. Se quiere rexaminar lo hecho y comprometerse en su continuidad para consolidar lo que llaman soberanía energética. En el entendido de que, sin rellenar esta premisa, la autodeterminación decisoria de la nación quedaría en entredicho.