Un repaso del chahuistle en la Nueva España // Invocación a El Ángel de la Dependencia // El nuevo apelativo dentro del Frente Amplio
n nuestra conversa del lunes pasado nos referimos a cómo los dioses, procurando huir del tedio divino (y por lo mismo, eterno) que los embargaba, crearon a su imagen y semejanza a la raza humana. Después de varios intentos fallidos a causa de los materiales usados, la Gracia (para quien todos los caminos son posibles) los inspiró y optaron por desgranar mazorcas de maíz (no transgénico, por supuesto) hasta dejar el olote pelón y luego amasar con tierra y agua hasta conseguir una mezcla moldeable como ellos querían y así, según esta versión, nació la raza humana. O séase nosotros, los hijos del maíz. En un principio todo era felicidad y contento, pero luego, ya lo dijimos, los dioses comenzaron a morir de envidia (expresión totalmente errónea, pues bien sabemos que los dioses son inmortales) por dos razones, primero por la deliciosa instrucción que ellos mismos habían dictado a nuestros ancestros: ¡Vayan a poblar la Tierra!
Y que briosos y alborozados salen éstos a cumplir tan sabrosa consigna, y sin temor a ser acusados de violencia sexual, como el noble caballero español don Luis Rubiales por tratar de adelantarse a una delantera, pues ellos sólo cumplían instrucciones precisas. Segundo, porque gozaban de un don al que ninguno de ellos tenía acceso: el libre albedrío. Pues que los dioses se encabritan y para recordar a los humanos quién era quién y qué rol le tocaba jugar a cada uno, deciden crear un poderoso antídoto que obligue a los humanos a reconsiderar su sacrílega pretensión de querer ser como dioses
(vaya similitud con lo acontecido en el Paraíso Terrenal). El hongo blanco creado por los dioses se convirtió en el azote del maíz y el trigo, elementos básicos para la subsistencia (antes como ahora) de millones de seres humanos. A ese hongo se llamó chahuistle y de su fatídica acción tenemos hechos contundentes: desde 1692 hay noticias que éste no sólo devastó todas las cosechas de maíz y de trigo y ocasionó una terrible hambruna, sino que provocó un motín de indígenas y mestizos que sumó más de 10 mil participantes con graves daños al Palacio Nacional. Pero hablemos de nuestros días: situémonos en el 8 de mayo de 1950, mitad del siglo pasado. En el norteño estado de Tamaulipas ve la luz primera un niño al que durante muchos años conoceremos como José Ángel Gurría Treviño, aunque pronto muchos mexicanos le hicieron una ligera actualización a su nombre de pila, y le adjudicaron el apelativo de El Ángel de la Dependencia (apelativo: nombre que se da a una persona en lugar del propio en razón de alguna característica que lo distingue). Como que el apelativo en esta ocasión resultó propio del movimiento literario y artístico que afloró en la Francia del siglo XlX y del que fueron exponentes distinguidos Balzac y Stendhal, así como Courbet y Millet, y que pretendió representar con rigor fidedigno la realidad de ese momento. Ustedes juzguen si las acciones de gobierno de ese entonces, en los que el ángel al que nos referimos tuvo singular preponderancia, no son las páginas o las telas que nos muestran su vocación enfermiza por uncir los destinos patrios a los intereses del imperio. Por eso nuestra gente, ducha en el divertido arte de propinar apelativos ahora, al primero ya le puso apellido: chahuistle. La nominación surgió de manera muy espontánea y natural. Cuando se conoció la inconcebible noticia de que el ángel de marras se consideraba con los méritos suficientes (y reconocimiento nacional de los mismos) para ser presidente de los mexicanos, una voz campirana anónima, que luego se multiplicó y se hizo mentada, exclamó recordando viejos y malos tiempos: ¡Ya nos cayó el chahuistle!
Y a propósito de maíz y chahuistle, ¿de cuál lado se va a formar el ex candidato presidencial en el broncón con el que canadienses y gringos nos quieren obligar a consumir (más bien dicho, a comprar, pues lo de consumir es parte de nuestra soberanía que ellos respetan cabalmente)? Se aceptan apuestas sobre el comportamiento del coordinador del proyecto de nación del Frente Amplio.