Jueves 31 de agosto de 2023, p. 30
Heliodoro Castillo, Gro., Después de varias semanas de temor e incertidumbre por los ataques que La familia michoacana ha realizado contra su pueblo, con bombas caseras arrojadas desde drones, habitantes de la comunidad Nuevo Caracol, municipio de Heliodoro Castillo, en la Sierra Madre del Sur, celebraron la llegada de la caravana humanitaria encabezada por el Centro de Derechos Humanos Minerva Bello: ¡Gracias a Dios que vino, padrecito (Filiberto Velázquez Florencio)! Ya lo estábamos esperando
.
La camioneta con ayuda llegó hasta el sitio donde, como medida de seguridad, los pobladores mantienen una barricada con grandes rocas; unos 200 lugareños –de los más de 600 que había antes de las agresiones, las cuales dejaron un muerto, así como casas y escuelas dañadas– se acercaron a recibirla.
En otra camioneta comenzaron a cargar aceite, leche, harina, ropa y cobijas para trasladarlas a las puertas de la iglesia con la finalidad de repartirla. “Los soldados que están en la presa (El Caracol) no quieren defendernos de los ataques, padre –se quejaban los vecinos, sobre todo mujeres–. Los fuimos a ver y no nos hicieron caso”.
El comisario Aurelio Catalán Alcocer señalaba el cerro desde donde les disparan los criminales: “Lo conocemos como El Naranjo; de ahí nos tiran, no sólo bombas con los drones, sino balazos de calibre R-15, cuernos de chivo (AK-47) y de rifles calibre .50; ha habido ataques desde junio”.
Mientras, un anciano con su escopeta terciada al hombro vigilaba el traslado de los víveres a la camioneta y de ahí a la parroquia.
En el trayecto el comisario mostró un cable de alta tensión dañado por las bombas transportadas por drones; más adelante, en la cancha del pueblo, mostró los agujeros causados por los artefactos explosivos y la sangre de una persona que murió al ser alcanzada por las esquirlas.
A unos metros, en la capilla, una señora indicó: Son los balazos que tiraron el sábado desde el cerro; las balas se oían como aguacero. Hace quince días también hubo tiroteo y pegaron adentro (de la capilla)
. Otro ciudadano mostró hoyos en el techo de lámina de su casa.
Al llegar a la iglesia, el padre Filiberto inició una oración, pero fue interrumpida por los testimonios de los feligreses: No podemos ir a lavar, ni nuestros esposos a pescar al río (Balsas), porque nos han tirado de balazos; no tenemos qué comer, no hay agua, no hay clases para nuestros hijos, no hay médicos; no podemos ir a comprar víveres a (el municipio de) Apaxtla ni a Teloloapan. La última vez que fuimos para allá fue en diciembre, y esa vez golpearon al chofer de una camioneta y a los pasajeros, además de que nos quitaron las cosas
.
Se escucharon varios testimonios, algunos desgarradores. Una señora, llorando con su hija, denunció la desaparición de sus hijos. A uno de ellos, de 16 años, que se llama Marcos Espinosa Martínez, se lo llevaron el 16 de junio (del poblado San Marcos, municipio de Apaxtla de Castrejón) y apenas hace dos semanas se llevaron a otro. Adrián Espinosa Carmona, de 13 años, es mi nieto. A él se lo llevaron desde Cacalotepec; se metieron por la fuerza a las casas y no sabemos de ellos. Le pedimos al presidente Andrés Manuel López Obrador que nos ayude a encontrarlos
.
La caravana, que recorrió desde Chilpancingo unos 200 kilómetros (cinco horas en vehículo) hasta llegar al poblado Nuevo Caracol, ubicado a unos 200 metros de la presa El Caracol –una de las 10 más importantes del país– estuvo encabezada por Filiberto Velázquez;,Fernando Vázquez y Wblester Montaño Buitrón, miembros de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Guerrero, resguardados por policías estatales.