Opinión
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Incertidumbres de la política monetaria
L

a confesión de los dos banqueros centrales más importantes del mundo es extraordinaria. Jerome Powell, presidente de la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal (Fed), y Christine Lagarde, del Banco Central Europeo, reconocieron que el impacto de las decisiones de política monetaria que han tomado desde principios de 2022 les resulta incierto. Powell dijo: navegamos guiándonos por las estrellas, pero el cielo está nublado. Lagarde se preguntó: en este tiempo de cambios y rupturas, si no sabemos si estamos retornando al viejo mundo o entrando a uno nuevo ¿cómo podemos asegurar que la política monetaria permanezca robusta? Esta incertidumbre no es sobre un asunto teórico. Afecta la vida de las personas. Nos afecta a todos en el mundo. Nos afecta a los mexicanos. Sus incertidumbres son válidas para lo que ha hecho el Banco de México (BdeM) en los dos últimos años.

Desde que empezó el ciclo de crecimiento de precios, luego de la pandemia, ha habido una intensa discusión sobre las decisiones de política monetaria. Los grandes bancos centrales entendieron, primero, que se trataba de un fenómeno pasajero y no cambiaron su política monetaria de bajas tasas de interés. Luego se convencieron de que la inflación persistiría y acudieron al manual de lucha contra la inflación e iniciaron un ciclo alcista de las tasas de interés. Pese a este cambio la inflación persistió y, consecuentemente, aceleraron el ciclo alcista.

En el curso de los meses en los que los bancos centrales cambiaron de opinión, la discusión estuvo centrada en un asunto fundamental: si el crecimiento de precios se debía a problemas de oferta o de demanda, es decir, si con la pandemia se habían creado cuellos de botella en puntos decisivos de las cadenas de abastecimiento o si se trataba del clásico problema de una demanda excesiva. Cada explicación implicaba decisiones monetarias distintas: si el problema era de oferta había que trabajar para resolverlos invirtiendo, pero si era de demanda había que frenarla elevando las tasas de interés, que es la manera en la que los banqueros centrales han actuado siempre.

Estos banqueros centrales del mundo, incluyendo a los nuestros, incluso los que son parte de la 4T, resolvieron que la inflación era un fenómeno provocado por la demanda y actuaron siguiendo el manual. Han pasado casi 20 meses de que han aplicado esta política. La inflación ha cedido en todo el mundo, pero se mantiene aún lejos de una meta que los propios banqueros centrales fijaron, 2 o 3 por ciento según el país. De manera que han seguido aplicando la misma receta: mantener altas tasas de interés alertando, además, que están listos a incrementarlas si los precios no se acercan a su meta.

Pero ahora resulta que han confesado que no saben si están actuando adecuadamente, porque desconocen qué está pasando en las economías del mundo. No saben si hemos cambiado de escenario o estamos en el mismo que antes de la pandemia. Los parámetros con los que miden lo que sucede no están suficientemente claros. No conocen realmente las consecuencias de sus decisiones hasta que han ocurrido. No obstante, señalan con increíble seguridad que persistirán en sus decisiones hasta que logren su meta de 2 por ciento, en el caso de Estados Unidos y la Unión Europea.

Si no saben las consecuencias de lo que hacen, ¿por qué persisten? Es revelador que, por lo menos, estén examinando sus decisiones. La reunión de Jackson Hole se ocupa de discutir los cambios estructurales en la economía global y reúne a académicos con banqueros centrales que, justamente, se preguntan sobre el impacto de las decisiones de política monetaria en diversos aspectos en un mundo cambiante: en el mercado de bonos, en las decisiones de inversión en innovaciones y otros temas.

Vivimos en un mundo en el que no sabemos si los cambios ocurridos son permanente o pasajeros. Un mundo en el que desconocemos hasta dónde estos cambios impiden que las viejas políticas funcionen porque se basan en regularidades que ya no existen. Bueno, pues en este mundo Powell dice: Es tarea de la Fed llevar la inflación a la meta de 2 por ciento y lo haremos. Lagarde, por su lado, afirma: Debemos, y lo haremos, mantener la inflación en 2 por ciento a mediano plazo. De modo que no saben las consecuencias de sus decisiones, pero sí saben que seguirán haciéndolo hasta que lleguen al famoso 2 por ciento.

Mientras esos banqueros centrales han aceptado que desconocen las consecuencias de sus decisiones, nuestros banqueros centrales, nombrados por la 4T, se mantienen en una ortodoxia que ni siquiera se discute. Para ellos, hay que seguir en la misma línea de política monetaria hasta que traigan la inflación a 3 por ciento. Actúan con una seguridad sólo concebible en ortodoxos duros. Su seguridad revela poca disposición a discutir la pertinencia de sus decisiones. Debieran reconocer, como lo han hecho Lagarde y Powell, que desconocen el impacto de sus decisiones y que, por ello, quizá debieran reconsiderarlas. Pero eso lamentablemente no ocurrirá.