enélope Salazar era un nombre familiar, siempre presente en la televisión. En el árido paisaje de Durango, cinco años después del cambio de milenio, esta figura pública se movía entre los titulares, era un rostro conocido por todos. Madre de dos, ambiciosa y con una robusta constitución, su voz resonaba donde se paraba, en marcado contraste con su timidez en la intimidad.
Sin embargo, una mañana, Penélope despertó con una percepción paralizante: su cuerpo ya no encajaba con la definición pública de atractivo
. Las presiones la asediaban: amigas que sugerían que debería estar más delgada
, médicos que ofrecían curas contra la celulitis, cámaras que dictaban que su piel debía ser más blanca
, y voces que clamaban por un vientre plano.
Estos mensajes sutiles pero insidiosos se acumulaban hasta que un día, Penélope se rindió a la idea de que su cuerpo no era el que deseaba.
Seducida por el susurro neoliberal, Penélope escuchaba el rugido de la maquinaria publicitaria, esa que sembraba deseos vacíos para vender felicidad ficticia a través de productos engañosos que corregirían sus defectos
. Si bien los medios ensombrecen nuestra imagen en el espejo con dudas, sus consecuencias en el imaginario colectivo son tangibles en la sociedad: propagan violencia, discriminación y una cultura hipersexualizada y objetivadora.
Atrapada en el implacable ojo público, nuestra celebridad buscó la solución más fácil: cambiar sin modificar su rutina ni dieta. Un médico le recetó medicamentos para adelgazar, proyectiles que prometían resultados instantáneos. Tras ocho semanas de tratamiento
, Penélope experimentó ansiedad, diarrea, insomnio, taquicardia y episodios depresivos que la acosarían durante años.
Esto nos trae a la mente Redotex y Redotex NF, dos fármacos
que entraron en el mercado mexicano hace más de dos décadas gracias a la colusión de antiguos funcionarios corruptos y charlatanes sin escrúpulos que lucraron con la enfermedad y las aspiraciones de miles por tener un cuerpo sano
, o sea, el cuerpo que el mercado impone.
Luego de una batalla silenciosa, en la cual el personal de Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) se enfrentó a intentos de soborno, chantaje, amenazas y presiones mediáticas con el fin de perpetuar el permiso para estos productos altamente perjudiciales, finalmente se logró revocar el registro sanitario de ambos, marcando un hito en la lucha contra la venta de productos engañosos y dañinos.
En consecuencia, su fabricación, distribución y venta son ahora considerados delitos en nuestro país.
Penélope compartió su experiencia como usuaria de esas pastillas y, en su papel de figura pública, inspiró a otros a hablar sobre medicamentos que prometían un cuerpo ideal
. Miles de mujeres, atrapadas por estándares de belleza inalcanzables, luchan con dietas y productos fraudulentos, impuestos por un mercado que dicta una única noción de estética corporal: piel blanca, delgadez con curvas, cutis impecable, por mencionar algunos ejemplos.
Para erradicar la discriminación y la violencia hacia nuestros cuerpos, se necesitan esfuerzos conjuntos del gobierno, el sector privado, la sociedad civil y la academia. Debemos mejorar los contenidos de comunicación, promover la diversidad en campañas publicitarias y desafiar los estereotipos de género que destruyen la salud mental y física. En México, cada año se documentan cerca de 20 mil casos de anorexia y bulimia, y las jóvenes son las más afectadas.
Esta acción llevada a cabo por la Cofepris es una invitación a romper con los patrones dañinos y a abrazar una relación más sana y respetuosa con nuestros cuerpos.
Refleja una de las transformaciones más esenciales que debemos emprender: un cambio en la manera en que nos miramos y nos tratamos, una transformación de conciencia.
*Titular de la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgo Sanitarios
**Presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres