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Bracho de apellido

E

sto anoté hace tiempo, porque sí, nada más porque sí; mas luego fue leído en un encuentro de Poetas del Mundo Latino dedicado al argentino Jorge Boccanera y a la mexicana recientemente designada Premio FIL 2023:

Con una bic escribe en su cuaderno, quién la viera, la Coral.Quién la viera tan sin sentirse observada, contenta, nada más, haciendo lo que hace.”Ahí va el camión con ella y todo el grupo y ella nomás mirando, como el chino, y escribiendo.”No todo el tiempo escribiendo, pero tampoco tan de vez en cuando. Atenta, no concentrada, atenta a lo que pasa.”Y lo que va pasando ahora es el paisaje, y lo que va pasando en este ya otro ahora es su mirada sobre su escritura, que es también (imagino, no me atrevo a mirar) otro paisaje.”¿Es poeta? No. Es persona.”O sí, poeta, pero asentada, secretamente quieta, siempre.”El ruido de la poesía, de los poetas, no le afecta, le llega como un rumor, como un rumor de nube, de montañas que pasan, de cielo azul y dulzor que no sabe saber a dulzor, que apenas, y eso quizá, está aprendiendo a saber.”Ella sabe mirar ese rumor.”Y el paisaje, el cuaderno y los poetas, que aunque no hacen silencio procuran su silencio, su hablar desde el silencio, bien lo saben.”

Mi memoria, por déficit, es más imaginativa que memoria. ¿Íbamos rumbo a la llamada Zona del Silencio (Coahuila), de un arenoso blanco que uno vive impoluto, sensación casi hiriente, donde escucharíamos aquella noche extensa, respirable, a Los Cardencheros de Sapioriz? En fin.

Se dice que uno nunca debe comenzar una nota indicando “Conocí a…”. Por eso empiezo in media res a decir que conocí a Coral de una manera un tanto rara en la Casa del Lago. Había leído Peces de piel fugaz y quería comunicarle algunas de mis observaciones (el libro lo conserva, seguro rayoneado, Ana Franco, cuya tesis versó sobre la poeta nacida en 1951). Nada, que se me aparece (fue una aparición) y que me digo (me lo dije): Pero es Alicia en el País de las Maravillas, ¿qué puedo decirle? Nada, nada de lo que pensaba decir, dije. Acaso, sí, dejé ver el gusto y la mucha sorpresa que me daban conocerla. Y nada más.

O, bueno. Una noche en Xalapa, reunión tras de lectura de poesía, en rueda todos sentados en el piso, dijo algo como: –Los zapatos que miro me hacen pensar que todos somos buenas personas.

Desde entonces me fijo en los zapatos (ahora mayoritariamente tenis) en el Metro.