uién es aquel que en su rocín cabalga, la lanza en ristre y fiero el continente, de altivo porte y condición hidalga? ¿Quién es ese que va siendo burla de la gente por su grotesco yelmo y su figura de andante caballero y por el trote de su pobre y ruin cabalgadura? Dejémoslo avanzar por la llanura, al ingenioso hidalgo, Don Quijote, y que a su paso brote la divina lección de locura.
¿Quién es ese mexicano que por las calles patalea, agitando los brazos como mariposas, mentando madres y gesticulando furias, de porte danzarín, siendo burla de algunas gentes y del gobierno en sus marchas y sus festines, por su grotesca indumentaria, su figura enmascarada y el trote de su pobre y ruin caminar? Dejémoslo avanzar este 15 de septiembre hasta el Zócalo y calles aledañas a festejar la Independencia.... ¿Cuál? ¿De quién? ¿De verdad somos independientes?
Dejémoslo caminar hacia el Zócalo mientras contemplaremos que a su paso vaya brotando la divina lección de la locura, ensueño de la mente, imaginación ardiente, creadora segundo a segundo de nuevos mundos inasibles. Dejémoslo, como a un Quijote, mentar madres y enamorarse de su Aldonza-Dulcinea que nada sabe de él, y su peregrino amor ignora, y a la que quiere hacer la reinita de su imaginación.
Dejemos caminar a este mexicano, intrépido y glorioso, detrás de su Aldonza-Dulcinea, la que nació en la tierra maternal donde el sol, por entre los maizales juega, y le dio esa vocación para la libertad de imágenes donde todo desaparece y el hambre se anestesia, escapando con su mente a llanuras inmensas, sin límite, sin horizonte y en silencioso éxtasis suspende el pensamiento sin que nadie lo detenga, la policía lo torture o el hombre le gane. Nunca ve el fin del camino.
Dejémoslo a él mismo con sus nubes y sus sombras, sus serpentinas, espantasuegras y confetis... Mas el mexicano que logra salir de los encantamientos de la imaginación y el adormecimiento, vislumbra con terror cómo el México donde vive pierde, día a día, los estrechos límites que lo definen.
Al perder los límites y la independencia ante el país vecino, los mexicanos sin tiempo y sin espacio externo fijo, nos comunicamos vía la imaginación, mientras nuestros vecinos del norte y el resto del mundo se ahogan en la vorágine de cifras, datos y pronósticos en torno al derrumbe de la economía mundial.
Naufragamos en el mundo globalizado sin ver la nuestra. Miseria que se acumula a más miseria, mientras millones de mexicanos se mecen en la hamaca de la imaginación y el letargo, otros tantos millones se asfixian en la desesperación y la pobreza. Conocida de todos es la siguiente frase: si a Estados Unidos le da catarro, a nosotros nos da pulmonía; ahora que los vecinos tienen pulmonía, ¿qué nos dará?
Tal parece que lejos de independizarnos hace 200 años lo que hicimos fue tan sólo cambiar de dependencia.
A este paso creo que en las fiestas patrias en lugar del clásico ¡Viva México! gritaremos ¡Pobre México! y que la Virgencita de Guadalupe ayude e ilumine (pero mucho) a nuestros gobernantes.