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Ver día anteriorLunes 18 de septiembre de 2023Ver día siguienteEdiciones anteriores
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BRICS, comunicación y cultura
S

i la idea de desdolarizar las economías es fuerza clave del BRICS, entonces es tarea urgente desideologizar. Todos saben que el imperialismo es también una invasión cultural y mediática, que sus intereses y dominios son mucho más que económicos y que sería imposible su existencia sin una base de adoraciones implantadas y cimentadas largamente. Eso es, también, un territorio de lucha. No será el miedo a la obviedad lo que silencie las aclaraciones de combate. Si el BRICS es una alternativa habrá de probarlo con una política de comunicación y de cultura emancipadas y emancipadoras.

Es crucial quebrar el dominio imperial de EU para que eso que llamamos hoy multipolaridad no se convierta en multiplicación de imperios. Que todo cambie para que nada cambie. La multipolaridad de la que algunos hablan, sin adjetivos rigurosos, corre el peligro de ser sólo un maquillaje de ocasión para un sistema macabro que se sustenta en la hegemonía de la industria militar yanqui, en su crimen organizado y en sus máquinas de guerra ideológica. Y se sustenta, claro, con el servilismo y la complicidad de no pocas jaurías que han secuestrado gobiernos en todo el planeta.

Un mundo multipolar en paz, sin explotados, sin hambre… con respeto las diversidades, sólo puede ser conquistado por quienes luchan para defendernos de un colonialismo nuevo. Hay que romper sus paradigmas ideológico-culturales que son vertederos de lógica imperial y arrogancia burguesa. Desactivar las formas del engaño por más ilusionista, generoso, progresista que se disfrace, porque se trata de inoculaciones de falsa conciencia dirigidas contra los pueblos, en todo el mundo y contra las iniciativas soberanas emergentes del Sur, que deben asumir sin engaños el rol emancipador por exigencia de los pueblos.

Esa idea de lo multipolar a escala planetaria no se consigue sólo con bancos nuevos; no se arregla entre convenios de cooperación ni con abrazos efusivos o apretones de manos diplomáticas. Está en medio el debate capital-trabajo y, de cómo se lo asuma y desde dónde. Revisemos la eficacia y la eficiencia de todas las buenas intenciones que hoy se mueven con las banderas de lo multi o de lo pluri. Está la historia horrenda y dolorosa a que ha sido sometida la humanidad por la barbarie y el despilfarro de las clases dominantes ahora multiplicadas, exponencialmente, por el capitalismo. Si la multipoaridad modelo BRICS resulta ser un tapete nuevo debajo del cual se escondan todos los muertos del capitalismo; si opera como un silenciador térmico esa multipolariad corre también el peligro de ser un gran laboratorio de palabrerío anestésico especializado en fabricar dosis de reconciliación de clase y desmemoria macabra, sólo que con fachadas multi o pluri. ¿Habrá que recordar que quien se olvida de la historia es candidato a repetirla como comedia patética?

Ya con la retórica de la globalización nos tundieron sin clemencia y no seremos tan irresponsables de no exigir hoy explicaciones semánticas y políticas suficientes para que la multipolaridad del BRICS no sea un espejismo de género nuevo, ideado por los think tanks de moda en el top ten del saqueo y la explotación revival. Importa muy poco qué pasaporte posea el capitalismo, qué banderas flamee o qué himnos cante. Lo mismo da que sea yanqui, ruso, chino o brasileño. El capitalismo, en su fase imperial, tampoco está muy interesado en parafernalias nacionalistas (aunque lo parezca) y mucho menos en detalles, como las necesidades objetivas ni las identidades o las tradiciones épicas de los pueblos en lucha. En las guerras inter-burguesas no existen buenos y malos, todos son feligreses de la propiedad privada y de la acumulación del capital. Y la clase trabajadora aparece condenada siempre a pagar esa pachanga. Incluso victimada con emboscadas ideológicas. No vamos a engañarnos.

Pero el peligro de la duda (hasta no tener claro el rumbo del BRICS) no anula la necesidad de quebrar el dominio del imperio yanqui. Tampoco implica cancelar –o satanizar– cualquier iniciativa, así sea parcial, que permita dar pasos hacia la soberanía concreta mandatada por los pueblos. Sólo hay que asegurarnos de que tales pasos se dirijan hacia donde los pueblos mandan y no aparezcan los piratas reformistas que siempre tuercen caminos y veredas hacia sus reinos burocráticos plagados con gerentes serviles. La gracia radica en no caer en las trampas semánticas de las burguesías. La gracia está en no ilusionarse con falacias ni hacerse esclavo de ellas. Ese error nos ha costado mucho.

Mejor que la multipolaridad, a secas, es la multipolaridad de pueblos libres, la que permita mirarnos solidariamente como iguales y abrazar un internacionalismo humanista que sólo lo es si es de los pueblos, desde abajo y democrático. Mejor la multipolaridad de la integración que no esclaviza, la que se hace rigurosa en el combate al hambre, a la explotación y al saqueo, la multipolaridad que no depreda al planeta ni a los seres humanos. Es mejor la multipolaridad que exhibe las heridas que el capitalismo le ha infligido y demuestra cómo se lucha contra los males endógenos y exógenos, con un plan emancipador, desde lo económico hasta lo intelectual. Es mejor la multipolaridad anticapitalista y antimperialista que no esconde la explotación de los obreros ni en China, ni en Rusia ni donde exista. Por esa multipolaridad de los pueblos emancipados es que se lucha desde hace mucho tiempo, es la que anhelan quienes luchan por la unidad internacionalista y es la multipolaridad, producto de una revolución de la conciencia, en la que nada tenemos que perder. Saquemos cuentas.

*Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride. Universidad Nacional de Lanús