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La marcha de la economía estadunidense: la décima
¿P

or qué los gobiernos en todo el mundo incurren en déficit presupuestal? Una vez más, nuestro amigo Perogrullo nos ayuda a aclararlo. A todo déficit precede la decisión de registrar un volumen de egresos superior –a veces muy superior– al monto de ingresos. Esos egresos suplementarios se orientan –aseguran los gobiernos– a resolver problemas urgentes. Pero –siempre un pero– los problemas que resuelve un gasto deficitario nunca evitan el problema central: financiar el déficit. Incluso un gran déficit, cuyo monto –en el caso de Estados Unidos, por ejemplo– ha tenido máximos históricos de 14 por ciento de su producto (su GDP, por sus siglas en inglés).

Aconteció por primera vez en los últimos 100 años en 1945. Pero también en 2020. ¿Justificación? Guerra y pandemia por covid-19. Y, sin embargo, aparentemente con menor gravedad por ser un porcentaje menor respecto al GDP, también representó un severo problema. ¿Qué años? De 2009 a 2012, en plena crisis financiera. ¡Cuatro años seguidos de déficit! Participaciones de 8.6, 8.8, 7.9 y 6.6 por ciento del GDP. Incluso superior al millón de millones de dólares (constantes del año 2022). Y, evidentemente, también en 2020 y 2021, con impresionantes montos de 3.3 y 3.0 millones de millones de dólares (también de 2022).

Por eso –lo hemos comentado reiteradamente– nuestros vecinos acumulan una deuda pública del orden de 32.3 millones de millones de dólares. Poco más de la tercera parte de una deuda total de 96 millones de millones de dólares. La máxima participación de la deuda pública en su historia reciente.

Terrible. Con tremendo déficit. Sólo justificado –aseguran gobierno y congresistas– por la gravedad de los problemas. Aunque continuamente debaten las causas de fondo del creciente déficit. Y –más todavía– sobre las alternativas para cubrirlo y resolver lo que ya hoy es un problema secular. ¿Qué alternativas? Los especialistas indican tres fundamentales: 1) incremento de impuestos; 2) disminución de egresos; 3) incremento del endeudamiento, público por lo demás. Pero con diversas consecuencias.

En un artículo ya tradicional, el especialista Stephen J. Turnovsky, de la Universidad de Washington, indica que existen diversos impactos de un aumento en el gasto público, tanto en la trayectoria temporal de la utilidad instantánea como en el bienestar general, bajo formas alternativas de financiamiento fiscal (Alternative Modes of Deficit Financing and Endogenous Monetary and Fiscal Policy 1923-1982, SSRN https:// ssrn.com/abstract=270360). Y respecto a las consecuencias del déficit indica tres sobre las que –sin duda– debiéramos reflexionar: 1) efecto de desplazamiento directo, que refleja el diferencial de utilidad entre el gasto gubernamental que se realiza y el consumo privado que se desplaza; 2) equilibrio Inter temporal entre el efecto sobre la tasa de acumulación de capital a corto plazo y el cambio resultante en el stock de capital a largo plazo; 3) distorsión derivada de la prexistencia de un impuesto a los ingresos sobre la renta (ISR).

Otros especialistas indican que las deudas públicas tienen una larga historia (Barry Eichengreen, Asmaa El-Ganainy, Rui Pedro Esteves, Kris James Mitchner, Public Debt through the Ages, september 2018, prepared for the IMF Conference on sovereign debt, september 13-14, 2018). Y que siempre los gobiernos han pedido prestado. Y aseguran que paulatinamente se registró una transición sustantiva. De apoyos para defensa y guerras a apoyos para infraestructura, carreteras, ferrocarriles y puertos. Incluso para fortalecer la educación. Y más recientemente, para atender no sólo demandas de la sociedad, sino para resolver crisis y, sobre todo, crisis financieras. ¿Qué sucede en México hoy? Deberemos reflexionarlo. De veras.