Alberobello, Italia, y el encanto de los trullos
ecorrer Italia y disfrutar de las particularidades y tradiciones de cada una de las 20 regiones que la conforman se convierte, para muchos, en una experiencia por demás singular que incluso invita a la reflexión.
Tener el privilegio de ver mucho de este mundo y quedarse con Italia como país predilecto es haber sucumbido a la seducción de la triada por este país: alma, mente y cuerpo.
Parece un salto de percepción exagerado, aunque así lo indican las cifras del turismo europeo que lo colocan en primer lugar como destino de viaje; también lo confirman muchos trotadores internacionales.
La tierra del genio Leonardo Da Vinci, cuya Mona Lisa o Gioconda se ha convertido tal vez en el cuadro más famoso del mundo, que se encuentra en el Museo Louvre en París y sólo se le aprecia a una considerable distancia, como medida de seguridad.
De Dante Alighieri y La divina comedia, esa gran obra de la literatura italiana que se sabe implantó la lengua actual en sustitución del latín. La cuna de la pasta y la pizza como incomparables íconos de la gastronomía, o el café espresso o capuccino.
En el sur del país, en la parte que representa el tacón de la bota, por su conformación geográfica, está la región de Apulia. Si hay un pueblo aquí que rebasa cualquier expectativa del visitante es Alberobello.
Esta pequeña población de más de 10 mil habitantes a lo lejos parecería un inmenso paisaje de sombreros cuneiformes. Su encanto son las antiguas construcciones de carácter rural en color blanco con techos en forma cónica.
El Trullo o trulli, en su pluralización italiana, es el nombre de estas singulares edificaciones que desde 1996 se encuentran inscritas como Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Alberobello ha sucumbido a la masa turística que sobre todo en verano invade los callejones empedrados de sus vías de acceso.
La inclinación de la calle principal del pueblo obliga al turista a recorrerla de manera pausada ante la inmensa oferta de locales con productos de la región, artesanías, puestos de artistas de los alrededores y, por supuesto, la oferta gastronómica en donde también resalta la amabilidad de los vendedores, todos haciendo esfuerzos por comunicarse en inglés.
Al ser posible visitar el interior de los trullos se encuentra una construcción redonda de una sencillez cautivadora y que en los cálidos meses de verano ofrece un fresco respiro sin necesidad de aire acondicionado. La idea inicial para erigirlas obedece a una antigua ley de la región de Nápoles, que en el siglo XIV estaba constituida como un reino que exigía un alto pago de impuestos por cada nueva población que se estableciera.
Como estrategia para evitar ese impuesto, los pobladores de la región idearon este tipo de construcción, cuya precariedad daba la impresión de poder ser demolida en cualquier momento, si era necesario.
Alia Lira Hartmann, corresponsal.