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Cambio climático, urgencia mundial: Acapulco, ejemplo
 
Periódico La Jornada
Lunes 30 de octubre de 2023, p. 18

La inusitada virulencia del huracán Otis, y sobre todo el vertiginoso tránsito de tormenta tropical a huracán categoría 5 en menos de 12 horas, además de múltiples eventos naturales extremos en otros puntos cardinales los últimos años, es un severo llamado de atención a la humanidad entera sobre los efectos devastadores del cambio climático, pese a la negación o subestimación de ese fenómeno por parte de la ultraderecha mundial, como lo ha hecho en campaña el candidato Javier Milei en Argentina y lo ha sostenido el nuevo presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos.

Ni los expertos en la materia previeron la fuerza y violencia con que Otis golpearía el puerto de Acapulco y varios municipios más de la Costa de Guerrero la madrugada del 25 de octubre. Hay que lamentar y, en primer lugar, atender a todos sin excepción, hacer un balance de la dolorosa pérdida de vidas humanas y luego del daño a las viviendas y economías familiares, más el costo oneroso que tendrá la reconstrucción de la infraestructura pública y privada dañada por el meteoro.

Un huracán de estas proporciones es un fenómeno natural, pero no estrictamente. Tiene mucho de artificial. En la magnitud y virulencia de estos casos está la mano del hombre, concretamente la emisión de gases originados por combustibles fósiles y efecto invernadero, cuyo ritmo no cesa de crecer desde los tiempos de la revolución industrial, que comenzó en la segunda mitad del siglo XVIII. Primero fue Inglaterra con el uso intensivo del carbón y más tarde del petróleo, después la mayor parte de Europa y, ya en el siglo XX, los cinco continentes. Hoy todos contaminamos.

Por supuesto que la industrialización ha tenido muchos efectos benignos en términos de generación de satisfactores materiales, incremento del producto interno bruto nacional y global, elevación de la esperanza de vida promedio de las personas, de menos de 35 años a más de 73, y mayor comunicación regional, nacional y mundial. Pero también generó desigualdad social y contaminación, una que ya afectó la salud del planeta.

Esta reflexión es sobre este último aspecto, el cambio climático, en su modalidad de calentamiento global, que ya hemos tratado en este mismo espacio de análisis. Los datos sobre la evolución de la temperatura del planeta y su repercusión en la ruptura de los equilibrios naturales así lo revelan. No es un debate ideológico, es un simple monitoreo del pulso de nuestra casa común, la Tierra.

En primer lugar, el verano pasado fue uno de los más caluroso del planeta desde que comenzaron los registros globales en 1880, según científicos de la Administración Nacional de Aeronáutica y Espacio (NASA, por sus siglas en inglés).

Según un informe de esa agencia del gobierno de Estados Unidos, junio, julio y agosto combinados fueron 0.23 grados Celsius más cálidos que cualquier otro verano registrado por la NASA, y 1.2 grados más calurosos que el verano promedio entre 1951 y 1980. Este nuevo récord se produce cuando un calor excepcional azotó gran parte del mundo, exacerbando incendios forestales mortales en Canadá y Hawái, así como olas de calor abrasadoras en América del Sur, Japón, Europa y Estados Unidos, al tiempo que probablemente contribuyó a lluvias intensas en Italia, Grecia y Europa Central.

En este mismo verano, enfrentamos olas de calor en la mayor parte de México, con temperaturas por arriba de 40 grados en más de 20 entidades y de 45 grados en más de 10.

En el otro extremo del mundo, el aumento de las temperaturas está colapsando una de las grandes reservas del frío, Siberia, que contiene la más extensa capa planetaria de permafrost, es decir, de tierra permanentemente congelada, además con una vegetación única en el orbe, compuesta por los bosques boreales de la taiga, en su parte sur, con los musgos y arbustos de la tundra, en la parte alta. Esa válvula de hielo, como han dado cuenta distintos estudios, comienza a derretirse.

Otros datos refuerzan este diagnóstico de desequilibrio de los indicadores naturales, caldo de cultivo de los fenómenos extremos. Los glaciares han intensificado el ritmo de su deshielo y por tanto se está incrementando el nivel de los océanos, amenazando la viabilidad de la vida en las costas, incluidas varias metrópolis. La temperatura de los propios océanos se ha elevado en un promedio de 0.2 grados cada 10 años.

Para Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial de la ONU, la ciencia del clima es cada vez más capaz de demostrar que muchos de los fenómenos meteorológicos extremos que estamos viviendo se han vuelto más intensos por el cambio climático inducido por el hombre.

En suma, es imperativo que todos los países de la comunidad internacional cumplan, para empezar, las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, como mínimo en 55 por ciento de aquí a 2030, como lo estableció primero el Protocolo de Kioto el 11 de diciembre de 1997 y luego el Acuerdo de París el 12 de diciembre de 2015. Hasta ahora, como lo estamos viendo con los fenómenos extremos recientes, el esfuerzo ha estado muy lejos de ser suficiente.

Cuidar la salud y los equilibrios del planeta es responsabilidad de todos. Ahora mismo o no habrá futuro para nadie. Por lo pronto, que Acapulco y la Costa de Guerrero superen la tragedia y reactiven su vida con la solidaridad y la fraternidad de todos los mexicanos.