a combinación de la política exterior estadunidense con el periodo electoral, en lo interno, forma un potente veneno para las ambiciones del presidente Joe Biden para relegirse. Encuestas recientes le dan ventaja a Donald Trump por entre cuatro y 10 puntos. Es ya un fenómeno reconocido el nulo efecto en la imagen del republicano que tiene cualquier asunto que lo toque. La fidelidad de sus votantes es completa. Esa diferencia también se debe al poco aprecio por el liderazgo presidencial reciente, muy a pesar de los publicitados juicios en contra del magnate. En cambio, la interacción de varios factores adicionales en las relaciones externas del país (guerras) que, al actuar al unísono, sí recargan efectos en el aprecio de Biden. En este preciso asunto, dos caras opuestas de la misma moneda se combinan. Una en lo tocante al decidido apoyo a los ataques de Israel a los palestinos, principalmente a los que viven en la cárcel de Gaza; la otra por la intención de disfrazar, con tonos humanos, sus acciones de armar y financiar a Israel. Tal coincidencia, ya ampliamente conocida, impulsa la condena mundial por el grotesco genocidio de gazatíes. Así, la coincidencia mencionada, viene provocando tajantes posturas encontradas en lo externo y al interior del mismo país. Efectos que bien pueden generar rechazos y aceptaciones diversas, dada la pluralidad y hasta polarizada población, tal como viene ocurriendo. Por un lado, amplios sectores conservan su tradicional apoyo a Israel. Pero, por otro, crecientes grupos manifiestan su condena a la inhumana matanza en curso. Dicha coincidencia da lugar a una clara y hasta airada dimensión, en el resto del mundo. Muchedumbres, en numerosos países, afectadas en su intimidad, cobran conciencia de lo que, en efecto, sucede: una despiadada política de conquista en perversa mancuerna entre Estados Unidos e Israel.
El apoyo estadunidense conlleva abiertos propósitos geopolíticos, concretados en vetos dentro del Consejo de Seguridad de ONU. Va quedando así, de manera por demás evidente, la estrategia, ya sin tapujos, de apoderarse del suelo palestino hasta lograr la expulsión total de su población. En lo tocante al imperio, de contar con el aparato militar israelí para defender sus intereses en la región. No cualquier zona del mundo, sino en esa parte poseedora de enormes riquezas petroleras y en la que ya se nota la pérdida de influencia estadunidense. Casi todos los países árabes han volteado a ver hacia oriente. La penetración tanto de Rusia como de China tiene a Estados Unidos, en estos tiempos de cambios, contra la pared. Las peticiones de países petroleros para ser admitidos en el bloque BRICS tiene ya larga fila de aspirantes. Y no son cualquier grupo de peticionarios. Engrosar las capacidades de acción de la agrupación activa contra efectos duraderos en la hegemonía occidental.
La delicada dureza que emana de la invasión israelí a Gaza, decía, impacta la conciencia de grupos internos en Estados Unidos y los torna beligerantes. La polémica destapada entre ricos donantes judíos y el rectorado en tres notables universidades del este, es ejemplo del deterioro. Haber cedido, por recursos, a detener las protestas universitarias, impactó de lleno la legitimidad de las rectoras de esas prestigiadas escuelas: Harvard, Pensilvania y el MIT.
Pero lo que ha sido un real revulsivo, dentro y fuera, es la doble postura adoptada por el gobierno de Biden. Difundir su intención de suavizar la matanza de civiles, enviando, en repetidas ocasiones a su canciller a Medio Oriente a publicitarlo y, por el otro lado, financiar, con armas y dinero (cientos de miles de millones de dólares) la campaña de conquista de Israel. La combinación de ese espíritu guerrero, de la Casa Blanca, con su aparente humanismo, está cayendo en franca inoperancia. En América Latina ya no es factible continuar sin costos crecientes su política de poder e intimidación para defender sus monetarios intereses. Un caso reciente lo ejemplifica su intromisión en la disputa Venezuela-Guyana en apoyo a esta última. El meollo del conflicto estriba en la concesión otorgada a la petrolera Exxon para explotar esa rica área limítrofe entre esos países. (Esequibo). La debida intromisión de Brasil, como participante, complicará aún más las amenazas gringas. En adición a este embrollo mencionado, la disputa entre el Mercosur y la comunidad europea aporta coincidentes posturas encontradas. Las negociaciones sobre el tratado entre ambos organismos expone a la luz intenciones de dominio europeo que, ahora, ya son rechazadas por los anteriormente dóciles y generosos latinoamericanos.