os mexicanos volveremos a estar en el centro del discurso electoral de Estados Unidos. Así como la idea del muro
permitió el ascenso y triunfo de Donald Trump frente a Hillary Clinton, el recalcitrante discurso antimexicano, antimigración, está regresando al centro del debate público y dándole réditos al presidente 45 de Estados Unidos.
El ascenso de Trump en 2023 ha sido imparable. El acoso judicial de que ha sido objeto por múltiples razones ha servido de plataforma de campaña. A su favor también ha tenido la absoluta intrascendencia del resto de los aspirantes republicanos, que parecen pequeños imitadores de él. No hay un solo aspirante republicano que pueda darle batalla a Trump. Si la justicia no tiene otro plan para el ex presidente, su nominación está decidida.
Un tercer factor para pavimentar el regreso de Trump a la Casa Blanca es la vertiginosa y sostenida caída de Joe Biden entre las preferencias electorales. Al inicio de año, éste tenía una pequeña ventaja sobre Trump pero a días de cerrar 2023, Trump no solamente le ha dado la vuelta a esa ventaja, sino que ha consolidado preferencias en estados clave. Debemos recordar que la elección presidencial en Estados Unidos es indirecta: los estados tienen un número diferenciado de votos electorales, que hacen especialmente relevante ganar en estados considerados indecisos
o que no están históricamente ligados a demócratas o republicanos.
Trump encabeza las preferencias en Arizona, Michigan, Nevada, Georgia, Carolina del Norte y Wisconsin, considerados estados columpio
. La razón debería preocupar aún más a los estrategas del presidente Biden: el demócrata está perdiendo adeptos entre jóvenes y afroestadunidenses. Esta dinámica presentará un escenario contradictorio para Biden, pues va a tener que correrse a la derecha
en el tema migratorio, pero su política de apoyo a Israel le ha costado entre un electorado joven identificado con la causa palestina. Teniendo un par de años más que Trump, la edad es otro de los factores que simple y sencillamente se están convirtiendo en el talón de Aquiles del presidente. A Trump, en cambio, le sobran reflejos políticos y ha logrado que su regreso se perciba como algo inevitable.
Así, el próximo año no se discutirá el futuro de la economía estadunidense, la crisis de consumo de droga, en especial del fentanilo; no se discutirá la crisis cultural que está haciendo implosionar al país en varios frentes, ni el costo de la educación o la vivienda. No. La elección se reducirá a una sola pregunta: ¿quieres que Trump regrese a la presidencia, sí o no?
En ese escenario, el costo político de ir judicialmente en su contra crece todos los días. Para una parte importante de los estadunidenses, los tribunales y jueces están tratando de hacer lo que no pueden los demócratas. Y esa percepción le está ganando potenciales votantes fuera del círculo duro de republicanos o de los grupos de culto relacionados al famoso concepto Maga (Make America Great Again).
El tema no es menor de este lado de la frontera. La última vez que el discurso antimexicano ganó en las urnas, tuvimos que renegociar el TLC. El famoso muro
será sustituido por una nueva idea de campaña poderosa: una macrorredada, una suerte de noche de cuchillos largos
contra los migrantes latinos. Ya lo dijo, amenazando incluso con ser dictador por un día
para implementarla. Ese es el escenario binacional de 2024. Nada más, nada menos.