ace apenas una semana, en Tuxtla, bajo la sombra de una enorme ceiba que parecía conectar las estrellas con la tierra, compartíamos reflexiones con Zoé Robledo Aburto, el director general del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), sobre el rol imprescindible de los sistemas de salud, en particular, en un mundo que aún resuena con los ecos del covid-19. Durante ese diálogo, contrastábamos estas reflexiones con la llegada de la ultraderecha al poder en Argentina, donde se propone despojar al sistema de salud de su rango de secretaría de Estado.
En la asamblea general ordinaria 114 del IMSS, se nos guio por la senda correcta, no la evidente ni la simple; se habló del nuevo sistema de salud que merece el pueblo de México: un IMSS para quienes no tienen IMSS, consolidándose como el sistema de salud más grande de América Latina.
Con atención, escuché cómo se reconstruía la historia del IMSS a través de ocho objetos, el último de ellos fue un libro: El evangelio de Lucas Gavilán, de Vicente Leñero. Se compartió una parte de esa historia, donde se relata la odisea de un personaje en busca de servicios de salud. La dificultad para acceder a atención digna y de calidad en su comunidad lo obligaba a madrugar, enfrentar largas filas y recorrer clínicas hasta llegar a un hospital que pudiera atenderlo. Este corredor
sanitario forzaba al vulnerable personaje a gastar sus escasos recursos en visitas de atención limitada, desplazándose hacia el centro del país en busca de atención médica.
En la perspectiva de Leñero, la ideología no sólo abordaba lo práctico, sino también lo semántico. Invitaba al lector a concebir la salud de manera individual, desvinculándola de su esencia colectiva. La solución para recibir atención recaía en la habilidad de cada persona para resolver sus propias necesidades médicas. Aquellos capaces de superar estos desafíos eran quienes dirigían el mercado y la libre competencia, es decir, un sistema de salud moldeado conforme a las dinámicas del mercado. Los estados gestionaban la demanda en salud al incentivar a proveedores a atender a las personas siguiendo un menú predefinido.
Lo escrito por Leñero es verdadero. Los estratos sociales de menores recursos y con limitadas atenciones de salud eran forzados a transitar un tipo de corredor
sanitario, generalmente desde la periferia hacia el centro, en búsqueda de servicios médicos más resolutivos.
Ahora bien, el planteamiento ideológico del IMSS-Bienestar es que la salud se aproxime más a un logro colectivo que a un consumo individual. Esto significa incorporar el modelo de atención primaria a la salud para captar al paciente antes de que llegue al servicio de salud descompensado y requiriendo cuidados de complejidad. También garantizando la atención específica que necesita, y con los medicamentos de forma universal y gratuita.
Este cambio estructural no se limita sólo a fortalecer la oferta mediante la expansión de camas hospitalarias, consultorios con personal en todos los turnos y abasto eficiente de medicamentos. También, y más importante, es construir una nueva normalidad
con una cobertura universal: un IMSS para quienes no tienen IMSS.
En este nuevo modelo, donde la prevención primaria, secundaria y terciaria son fundamentales, nuestro Jesucristo Gómez, protagonista de la narrativa de Leñero, no tendría que atravesar el agotador corredor sanitario. En su clínica comunitaria, se le habría detectado desde el principio y ofrecido una atención temprana. Así, la esencia de su mensaje se entrelaza con la propuesta de este gobierno de un sistema de atención médica que prioriza la dignidad y la igualdad para todos.
* Titular de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios