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Disquero
Lo que importa es la música
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▲ Imágenes históricas de Deutsche Grammophon, tomadas de su página web celebratoria de su 125 aniversario.
 
Periódico La Jornada
Sábado 30 de diciembre de 2023, p. a12

Deutsche Grammophon, la disquera más importante del orbe, cumple 125 años y la celebración es monumental. Al centro de la fiesta se creó una nueva plataforma digital para disfrutar la música en vivo, en cualquier punto del planeta: STAGE+, continuadora de la tradición instaurada hace 15 años por Simon Rattle al crear la Sala de Conciertos Digital.

La Deutsche Grammophon es la disquera más antigua en la historia; fue fundada el 6 de diciembre de 1898 en Hanover, Alemania, por Emil Berliner, quien 11 años antes había inventado el gramófono. Estableció vínculos estratégicos desde el comienzo, primero con la disquera Victor Talking Machine Company, que en 1929 fue la RCA Victor. En 1945, como parte de los términos de rendición de Alemania al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Deutsche Grammophon perdió sus derechos sobre la marca His Master’s Voice, que pasaron a ser propiedad de la disquera EMI, así que el perro escuchando el gramófono, imagen registrada por Emile Berliner en 1900, fue remplazada por la corona de tulipanes de la Siemens, asociada después con la compañía holandesa Philips, donde surgió la disquera Polygram y luego Polydor, la primera disquera que grabó a los Beatles.

Es por eso que la imagen del perrito escuchando música en el pabellón de la bocina metálica del gramófono también da nombre a la victrola, que con los años pasó a llamarse tocadiscos, artefacto que ha marcado a varias generaciones de melómanos.

Deutsche Grammophon es conocida entre los escuchas de diferentes maneras: el sello amarillo, la Doitche, la DG y es el referente central de toda melomanía.

Los festejos duraron todo diciembre y esos conciertos quedaron grabados en el sitio STAGE+, disponibles vía suscripción, y se anuncian nuevos episodios imperdibles, entre ellos un concierto el primero de enero con la alemana Joana Mallwitz dirigiendo La consagración de la primavera, de Stravinski.

En esa plataforma digital se pueden disfrutar distintos materiales fílmicos, como un par de documentales donde se narra brevemente la historia de la disquera, que el pianista austriaco Rudolf Buchbinder define en pantalla como una casa para las artes y un hogar para los artistas, donde todo queda grabado para la eternidad.

Apenas dos años después de fundada, la disquera ya producía 36 mil discos diarios. Esos platos gruesos de pasta, de 30 centímetros de diámetro, posibilitaron, por primera vez en la historia, el acto íntimo de escuchar música, en cualquier rincón del mundo.

Enrico Caruso fue el primer gran vendedor de discos de la Doitche, y la lista fue engrosada poco después por Arthur Nikisch cuando grabó, en 1913, la Quinta Sinfonía de Beethoven, con la Filarmónica de Berlín.

La importancia de la disquera Doitche Grámofon creció exponencialmente cuando llevó a la práctica un invento histórico: el disco compacto, en 1983, con la grabación de la Sinfonía Alpina de Richard Strauss dirigida por Herbert von Karajan, gracias a quien se masificó la venta de discos, a pesar de que la transición implicaba la compra de nuevos aparatos reproductores.

La invención del compact disc, con el reproductor de discos compactos móviles, aceleró aún más la masificación de la música grabada.

Vendrían después el casete y distintos dispositivos móviles, uno de los cuales se convirtió en el favorito de todos, para crear toda una época: el iPod, en distintas modalidades, que incluyeron modelos diminutos creados para acompañar el ejercicio físico diario. Todo estaba puesto para el surgimiento de la gran revolución melómana, que hoy día nos permite escuchar música mientras caminamos, manejamos el automóvil o viajamos: Apple Music y Spotify, el favorito de entre las muchas plataformas digitales, que supera con creces las preferencias de millones de personas en el planeta entero.

En paralelo a todo este vuelco de consumo cultural, sucedió un fenómeno humanístico: el regreso del disco de vinilo, y he aquí que la Deutsche Grammophon vuelve a ubicarse en la vanguardia, pues entre sus muchas maneras de celebrar su cumpleaños número 125, está la edición de su serie Originals, que consiste en discos compactos reconocibles por su diseño que recrea el aspecto de los discos de vinilo y sus fundas originales.

La edición Original Source Vinyl posee calidad de audio superior; entre los nuevos tesoros figura la redición del álbum titulado Credo, de la pianista francesa Helene Grimaud, quien interpreta la Fantasía sobre un ostinato, de John Corigiliano; dos portentosas partituras de Beethoven: la Sonata 17, Tempestad y la Fantasía para piano, coros y orquesta; para culminar con la obra que da título al disco que recomiendo con furor: Credo, de Arvo Pärt. El disco se publicó el primero de enero de 2003 y está dirigido por Esa-Pekka Salonen con la Orquesta de la Radio Sueca.

Esta serie está diseñada para audiófilos, nombre con el que se describe a esos locos apasionados de la fidelidad de sonido y que poseen en casa amplificadores McIntosh de bulbos, poderosísimos reproductores y tornamesas, y entre las joyas de la serie de 125 aniversario de la Deutsche Grammophon figura la grabación de las Sinfonías 5 y 7 de Beethoven a cargo de Carlos Kleiber con la Filarmónica de Viena, consideradas por muchos melómanos como las mejores grabaciones de ese repertorio, y eso que existe el referente considerado sine qua non: las grabadas por Wilhelm Furtwängler con la Filarmónica de Berlín.

Dato interesante: de esa serie conmemorativa destinada para audiófilos y cuyos precios superan los 50 euros por disco, ya están agotados muchos ejemplares, entre ellos, precisamente, las grabaciones realizadas por Carlos Kleiber.

Y esto nos lleva a una reflexión melómana: el disfrute de la música se ha democratizado gracias a Deutsche Grammophon, porque muchas generaciones de melómanos han visto pasar el agua bajo el puente. Vale la pena preguntarle, hermosa lectora, amable lector: ¿cuál es su disco favorito de este sello? El mío, por lo pronto, es la grabación de Carlos Kleiber de las Sinfonías 5 y 7 de Beethoven y no me pesa que se haya agotado y no la pueda conseguir.

Soy feliz escuchando esa grabación en Spotify, en mi disco de vinilo y en su edición en disco compacto. No necesito tanto. Tampoco aspiro a ser nombrado entre el selecto club de audiófilos, entre quienes figuran amigos míos muy queridos. Uno de ellos, Humberto Terán, que es el más importante ingeniero de sonido en México y muchos países, y cuyo oficio consiste en grabar conciertos y su condición melómana lo ubica más arriba de los audiófilos, me ha invitado a escuchar música en su sala de conciertos particular, con los dispositivos más sofisticados existentes, y ahí hemos escuchado el disco de Carlos Kleiber con Beethoven y hemos sostenido discusiones fraternas acerca de la escucha de música y llegamos siempre a la conclusión de que la felicidad no depende del dinero y que soy muy feliz con un equipo de sonido barato, como pueden ser igualmente felices los audiófilos con fortunas invertidas en aparatos de sonido.

Las opciones pueden multiplicarse de muchas maneras, por ejemplo, escuchar a Carlos Kleiber interpretando a Beethoven, en Spotify o Apple Music en el teléfono celular, pero con unos audífonos de casco daneses Bang & Olufsen, o bien con unos altavoces Sonos, o bien en cualquier dispositivo a la mano, y siempre podemos alcanzar la felicidad. No importa el medio, lo que importa es la música.

El cumpleaños 125 de la Deutsche Grammophon es motivo de alegría y placer. Disfrutemos. Celebremos.

¡Feliz Año Nuevo 2024!

@PabloEspinosaB

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