no de los edificios sobresalientes en el corazón de la Ciudad de México es el que alberga al Colegio Nacional, que hace 80 años se creó por medio un decreto emitido por el presidente Manuel Ávila Camacho. El objetivo era agrupar a las mentes mexicanas más brillantes de la ciencia, las artes y las humanidades con el propósito de preservar y difundir sus conocimientos; 20 ilustres personajes formaron el primer grupo que comenzó a dar vida a la flamante institución, y en 1971 el número se incrementó a 40.
Se le otorgó una parte del antiguo convento-escuela de La Enseñanza, que en sus momentos de esplendor fue la institución educativa para niñas más importante de la Ciudad de México. A diferencia de otros colegios de monjas, ahí tenía cabida toda clase de niñas, ricas y pobres y de todo color y raza; llegó a tener 400 alumnas.
Atrás de su creación estaba el sueño de una mujer: María Ignacia de Azlor y Echevers, visionaria y acaudalada dama coahuilense que emprendió la difícil misión de fundar una institución religiosa dedicada exclusivamente a la educación femenina. Con un plan muy bien elaborado se fue a España, donde ingresó a la Compañía de María, para, una vez que ya era monja, dedicarse a realizar los complicados trámites que se requerían en el siglo XVIII para crear una institución de esa índole.
En tanto conseguía la autorización definitiva, adquirió dos casonas en la calle entonces llamada de Cordobanes, (hoy Donceles) con un costo de 39 mil pesos. Ahí levantó una sencilla construcción que permitió la operación de la escuela y desde luego un templo –modesto– para las funciones religiosas.
A su fallecimiento la lucha continuó y comenzó una ardua labor para ampliar las instalaciones, mediante la adquisición de predios aledaños y la reconstrucción, en varias ocasiones, del inmueble hasta llegar a ocupar más de media manzana con acceso por tres calles.
El trabajo que implicó el desarrollo arquitectónico de la institución lo podemos conocer en la interesante exposición De la enseñanza al colegio: Historia del edificio de El Colegio Nacional. Curada por el arquitecto Felipe Leal, brillante miembro de la institución, relata la evolución del inmueble desde 1754 hasta 2023 y sus distintas funciones, principalmente educativas, así como sus subsecuentes remodelaciones. La historia se presenta a través de maquetas, paneles y fotografías; se complementa con el video Un día en la vida del Colegio.
Es fascinante conocer cómo a partir de las dos primeras casas, unos años más tarde se adquirieron predios vecinos, se demolió y se reconstruyó hasta alcanzar tres niveles; se expandieron al espacio donde se levantó la escuela con los lineamientos de los edificios de lestonnac de convento- iglesia-escuela. En 1789 lo remodeló el famoso arquitecto Ignacio Castera y entre 1772 y 1778 se hizo el templo, que es una auténtica joya del barroco dieciochezco.
Como efecto de las Leyes de Reforma, en 1867 lo abandonaron las monjas y se volvió prisión de quienes colaboraron con el emperador Maximiliano. Posteriormente se destinó a Palacio de Justicia, después a tribunales y una parte del inmueble fue escuela para ciegos, compartido con una casa de estudiantes.
En 1943, la Secretaría de Educación Pública ocupó la mitad del edificio y remodeló la fachada barroca al estilo neoclásico; la otra se la repartían el Archivo de Notarías y el entonces recién nacido Colegio Nacional.
En 1988 se otorgó al colegio todo el espacio del vasto inmueble y cuatro años más tarde se inició una profunda remodelación para integrar la construcción que había estado ocupada por dependencias que la habían deteriorado. El responsable de llevar a cabo la obra fue el destacado arquitecto Teodoro González de León, miembro de la institución, quien hizo una obra notable respetando el edificio de Castera.
En la cercana calle de Guatemala, en el 20, se encuentra Itacate del Mar, en una hermosa casona del siglo XVIII, que alberga el hotel Círculo Mexicano. Ofrece un sabroso menú de antojitos, esquites y tostadas de mariscos, elaborados con productos frescos de temporada. Recientemente lo conocimos después de una plática sobre gastronomía que organizó Felipe Leal en el Colegio Nacional, en la que participamos con el chef Enrique Olvera y Gabriela Cámara, alma del famoso Grupo Contramar al que pertenece este sitio. Fue un verdadero festín de exquisitos antojitos de mar.