lega un nuevo año y el mundo, en general, se mira en un espejo. No hay vaticinios positivos. Todo indica que 2024 será una continuación de lo vivido estos últimos 12 meses. Decenas de conflictos, dos guerras mayúsculas, la amenaza nuclear, la crisis climática, el hambre de 800 millones que no cede, el incremento de los plásticos, las diversas vertientes del deterioro ambiental, el imperio de las corporaciones y, especialmente, las familias y los países divididos por las intolerancias. El desaliento es obra de la manifestación obscena del retorno de la barbarie. Y, sin embargo, paradójicamente, todo esto lo escribo desde un país iluminado de esperanza. ¿Dónde están las luminarias, las luces que se ponen en señal de fiesta y regocijo? Las luminarias están fuera de los reflectores y permanecen en silencio, ni gritan ni hacen nada por llamar la atención. Están fuera de los polos urbanos e industriales o a lo sumo en sus bordes. Las miles de luminarias que alimentan la esperanza parpadean y están ubicadas en el México rural. Cada una representa una resistencia cultural, una batalla por ganar, un proyecto exitoso que permanece, una innovación colectiva, y su fórmula secreta es la recuperación de la memoria. Frente a un mundo dominado por lo instantáneo, la aceleración y la amnesia, volver a recordar es la contraacción más poderosa. Y en este país lo que irradia la esperanza es el México profundo, lo que viene y proviene de la civilización mesoamericana con sus 10 mil años de historia testificados por un proceso de coevolución que dejó 60 razas de maíz y 68 grandes pueblos originarios que aún persisten. Sólo logro ver fenómenos similares en los Andes (Bolivia y Perú) y en Mesopotamia (Kurdistán, una nación sin Estado). Y estos vientos de esperanza se infiltran por todos los rumbos de la sociedad y llegan a la mesa de los mexicanos en forma de alimentos sanos de cocinas tradicionales, en múltiples objetos artesanales, en instrumentos musicales, en textiles únicos, en máscaras, bailes y canciones, en sistemas agroforestales y, finalmente, en valores y cosmovisiones. Son los colores, olores y sabores de la memoria biocultural.
Pero nuestra historia no termina ahí. Las luminarias subsisten por los nutrientes conceptuales que un conjunto de científicos, artistas e intelectuales progresistas lograron generar a contrapelo de las tendencias impuestas desde Europa a las instituciones de educación superior y de investigaciójn científica del país. Destacan como miembros de ese ejército, pensadores y artistas como Fernando Benítez, Carlos Monsiváis, Rodolfo Stavenhagen, Alfredo López-Austin, Carlos Montemayor, Enrique Florescano, José del Val, Teresa Rojas-Rabiela, Salomón Nahmad, Francisco Toledo, Miguel León-Portilla, Elena Poniatowska, Cristina Pacheco, Enrique Dussel y, por supuesto, Guillermo Bonfil-Batalla.
Los vasos comunicantes se conectan y atraviesan sectores y territorios. Y este ir y venir infiltró y terminó por asentarse en la ideología de un movimiento social y político que el 1º de julio de 2018 logró terminar por la vía electoral tres décadas de infortunio. Nuestro país sigue agobiado por la violencia, y en cinco años apenas se ha logrado disminuir la pobreza; la problemática migratoria también se complica. Y, sin embargo, el gobierno de la 4T ha logrado detener el desmantelamiento de la nación, y ha retomado y potenciado las innumerables resistencias ciudadanas.
Una economía que crece, la recuperación del peso, el incremento histórico de los salarios, los 25 millones de familias con algún apoyo estatal, el abasto masivo de medicamentos, el apoyo a 10 millones de adultos mayores, las 140 sedes de las Universidades Benito Juárez, los programas Sembrando Vida (con 455 mil familias) y Agricultura para el Bienestar (con 400 mil productores), la promulgación de más áreas naturales protegidas, los decretos en defensa del maíz, el programa paz, justicia y bienestar para territorios indígenas, son algunos de los elementos que en 2024 y los años siguientes se deben continuar, perfeccionar y expandir. Y esto hace que el futuro se perfile promisorio. Vivimos en un país iluminado de esperanza.